CANCIÓN SEGUNDA (7)
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh
toque delicado.
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, vida en muerte
la has trocado.
DECLARACIÓN (7)
12
/ Pocas almas llegan a tanto como esto; mas algunas
han llegado, mayormente las de aquellos cuya virtud y espíritu se habrá de
difundir en la sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza y el valor a las
cabezas en las primicias del espíritu, según la mayor o menor sucesión que
habían de tener en su doctrina y espíritu.
13
/ Volvamos, pues, a la obra que hace aquel serafín,
que verdaderamente es llagar y herir interiormente en el espíritu. Y así, si
alguna vez da Dios licencia para que salga algún efecto afuera en el sentido
corporal a modo que hirió dentro, sale la herida y llaga afuera, como sucedió
cuando el serafín hirió al santo Francisco, que llagándole el alma de amor en
las cinco llagas, también salía en aquella manera el efecto de ellas al cuerpo,
imprimiéndolas también en el cuerpo, y llagándole como había llagado su alma de
amor. Porque Dios, ordinariamente, ninguna merced hace al cuerpo que primero y
principalmente no haga en el alma; y entonces, cuanto mayor es el deleite y
fuerza de amor que causa la llaga dentro del alma, tanto mayor es el fuera en
la llaga del cuerpo; y, creciendo lo uno, crece lo otro. Lo cual acaece así
porque, estando estas almas purificadas y puestas en Dios, lo que a su
corruptible carne es causa de dolor y tormento, en el espíritu fuerte y sano le
es dulce y sabroso. La cual maravilla echó de ver bien Job en sus llagas cuando
dijo a Dios: Volviéndote a mí, maravillosamente me atormentas (10.16).
Porque maravilla grande es y cosa digna de la abundancia de la suavidad y dulzura
que tiene Dios escondida para los que le temen (Ps. 30,20), hacer gozar
tanto más sabor y dulzura, cuanto más dolor y tormento se siente. Pero cuando
el llagar es solamente en el alma, sin que se comunique fuera, puede ser el
deleite más intenso y subido, porque, como la carne la tenga enfrenado el
espíritu, cuando los bienes espirituales de él se comunican también a ella,
ella tira la rienda y enfrena la boca a este ligero caballo del espíritu y
apágale su gran brío, porque si él usa de su fuerza, la rienda se ha de romper.
Pero hasta que ella se rompa, no deja de tenerle oprimido de su libertad,
porque, como el Sabio dice, el cuerpo corruptible agrava el alma, y la terrena
habitación oprime el sentido espiritual que de suyo comprehende muchas cosas. (Sap.
9,15).
No hay comentarios:
Publicar un comentario