II / Psicosis
La
psiquiatría psicoanalítica desde la Teoría del Ser (2)
Allí tuve la fortuna de
analizar una paciente que hizo un episodio psicótico al año de iniciado su
tratamiento que me mostró muy claramente el derrumbe del narcisismo yoico
precediendo a la instalación del brote psicótico.
Un día la anuncié la
interrupción del tratamiento por un mes y medio a causa de un viaje que debía
realizar. A la semana siguiente me dijo que se había mirado al espejo y se
había visto diferente. No era su cara, era la cara de otra y esto le había
causado horror.
Durante mi ausencia, que
le produjo una sensación de desamparo, hizo el brote psicótico.
Comenzó con síntomas
corporales muy graves que la paciente relató así: “sensación de saltar en
pedazos, salía como un hongo y me desintegraba, como deshaciéndome, cortándome
y con una horrible angustia que vino de golpe. Como un túnel y yo explotaba. Y
la gente flotaba allá lejos. No aguantaba más y dejé de trabajar. No podía
dormir. Y las confusiones, no sabía si estaba adentro o afuera. Me miraba al
espejo y no me reconocía, miraba al lado mío a ver quién era la del espejo. Y
fui a entrar en el auto y me vi sentada en él, cerré la puerta y me cuenta que
estaba afuera del auto, y entonces me dije: estoy loca y consulté”.
El episodio duró unas
pocas semanas durante las cuales se acompañó de alucinaciones visuales: su
madre estaba de viaje, y la llamaba creyendo verla en su casa. El psiquiatra
que la atendió me aseguraba que era una esquizofrenia, yo que conocía a la
paciente desde un año atrás, sabía que era una personalidad narcisística que
había hecho un episodio psicótico reversible, precipitado por mi ausencia.
Esta experiencia clínica
nos puso en camino de las nuevas ideas que estamos desarrollando y que
condujeron a la teoría del Ser. A diferencia de Freud pensamos entonces que el
conflicto inicial de la psicosis atañe al yo, es intrasistémico y sólo secundariamente
intersistémico.
La enferma a pesar del
borramiento de su imagen especular, continuó asistiendo al tratamiento y
realizando sus tareas habituales, hasta que irrumpieron los gravísimos síntomas
corporales, lo que demostraba la acción silenciosa de la pulsión de muerte.
La paciente me había
idealizado altamente, y la frágil estabilidad de su yo dependía en ese entonces
de mi investimento narcisista, de modo que el trauma narcisista de mi ausencia
determinó que su yo, mal constituido, y muy afectado por el borramiento de su
imagen terminase por desmoronarse.
El derrumbe del
narcisismo yoico trae inexorablemente el derrumbe de la organización corporal
sobre las cuales se basa la estabilidad del cuerpo. Es un fenómeno similar al
derrumbe de una casa mal construida en sus cimientos sacudida por un terremoto.
Junto al tremendo
desorden corporal la enferma señaló claramente una transformación del orden espacial:
“la gente flotaba allá lejos”. El espacio se había dilatado y la gente había
perdido su enclave gravitacional.
Era evidente que estábamos
frente a un aparato psíquico que había perdido sus límites y se había abierto
al espacio exterior, confundiendo a la paciente al perderse la distinción de lo
interno y lo externo.
Entendimos entonces el
fenómeno del doble como un aspecto constructivo, destinada a preservar al sujeto
de su destrucción. La pérdida de los límites posibilita a las representaciones
de sí ubicarse en el mundo exterior. Del mismo modo, las representaciones de
objeto pasan al exterior y originan la alucinación de la madre.
Era necesario, por
consiguiente, construir un nuevo modelo de la mente que diese cuenta de estos
hechos: la pérdida de los límites del aparato, el derrumbe del narcisismo
yoico, la transformación del espacio-tiempo, el fenómeno del doble.
Esta experiencia clínica, junto a las memorias de Schereber, los escritos de Antonin Artaud, y el estudio del desarrollo del psiquismo a partir del nacimiento, fueron los determinantes, aunque naturalmente no los únicos, que nos llevaron a la teoría del narcisismo del Ser.
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