martes

SAN JUAN DE LA CRUZ - LLAMA DE AMOR VIVA (12)


¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro;
pues ya no eres equiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

DECLARACIÓN (10)

22 / Y las flaquezas y miseria que antes el alma tenía sentadas y encubiertas en sí, las cuales antes no veía ni sentía, ya con la luz y calor del fuego divino las ve y las siente; así como la humedad que había en el madero no se conocía hasta que dio en él el fuego y le hizo sudar, humear y respendar; y así hállase el alma imperfecta acerca de esta llama. Porque, ¡oh cosa admirable!, levantase en el alma a esta sazón contrarios contra contrarios: los del alma contra los de Dios, que embisten el el alma; y, como dicen los filósofos, unos relucen cerca de los otros, y hacen la guerra en el sujeto del alma, procurando los unos expeler a los otros por reinar ellos en ella, conviene a saber, las virtudes y propiedades de Dios en extremo perfectas contra los hábitos y propiedades del sujeto del alma en extremo imperfectos, padeciendo ella dos contrarios en sí. Porque, como esta llama es de extremada luz, embistiendo ella en el alma, la luz luce en las tinieblas del alma, que también son extremadas, y el alma entonces siente sus tinieblas naturales y viciosas, que se ponen contra la sobrenatural luz y no siente la luz sobrenatural, porque no la tiene en sí como sus tinieblas, que las tiene en sí, y las tinieblas no comprehenden a la luz (Io 1,5). Y así, estas tinieblas suyas sentirá en tanto que las embistiere la luz, porque no pueden ver las almas ver sus tinieblas si no embistiere en ella la divina luz, hasta que, expeliéndolas la luz, quede ilustrada el alma y vea la luz en sí transformafa, habiendo sido limpiado y fortalecido el ojo espiritual con la luz dvina. Porque inmensa luz en vista impura y flaca, totalmente le eran tinieblas, sujetando el eminente sensible la potencia; y así, érale esta llama esquiva en la vista del entendimiento.

23 / Y porque esta llama de suyo es amorosa en extremo y tierna y amorosamente embiste en la voluntad, y la voluntad de suyo es seca y dura en extremo, y lo duro se siente cerca de lo tierno, y la sequedad cerca del amor, embistiendo esta llama amorosa y tiernamente en la voluntad, siente la voluntad su natural dureza y sequedad para con Dios; y no siente el amor y ternura de la llama, estando ella prevenida con dureza y sequedad, en que no caben estos otros contrarios de ternura y amor, hasta que, siendo expelidos por ella, reine en la voluntad amor y ternura de Dios. Y de esta manera era esta llama esquiva a la voluntad, haciéndola sentir y padecer su dureza y sequedad. Y, ni más ni menos, porque esta llama es amplísima e inmensa y la voluntad es estrecha y angosta, siente su estrechura y angostura la voluntad en tanto que la llama la embiste, hasta que, dando en ella, la dilate o que la ensanche, y haga capaz de sí misma. Y porque también esta llama es sabrosa y dulce, y la voluntad tenía el paladar del espíritu destemplado con humores de desordenadas aficiones, érale desabrida y amarga y no podía gustar del dulce manjar del amor de Dios. Y de esta manera también siente la voluntad su aprieto y sinsabor cerca de esta amplísima y sabrosísima llama, y no siente el sabor de ella porque no la siente en sí, sino lo que tiene en sí, que es su miseria. Y, finalmente, porque esta llama es de inmensas riquezas, bondad y deleites, y el alma de suyo es pobrísima y no tiene bien ninguno ni de qué se satisfacer, conoce y siente claramente sus miserias y pobreza y malicia cerca de estas riquezas y bondad y deleites, y el alma de suyo es pobrísima y no tiene bien ninguno ni de qué se satisfacer, conoce y siente claramente sus miserias sus miserias y pobreza y malicia cerca de estas riquezas y bondad y deleites, y no conoce las riquezas, bondad y deleites de la llama, porque la malicia no comprende a la bondad, ni las pobrezas a las riquezas, etcétera, hasta tanto que esta llama acabe de purificar el alma y con su transformación la enriquezca, glorifique y deleite. De esta manera le era antes esquiva esta llama al alma sobre lo que se puede decir, peleando en ella unos contrarios contra otros: Dios, que es todas las perfecciones, contra todos los hábitos imperfectos de ella, para que, transformándola en sí, la suavice y pacifique y esclarezca, como el fuego hace al madero cuando ha entrado en él.

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