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IRMA HOESLI - MOZART: LAS CARTAS DE UN GENIO DE LA MÚSICA (58)


LAS CARTAS DE MOZART COMO ESPEJO DE SU POSICIÓN FRENTE AL MUNDO (2)

EL JUSTO MEDIO (2)

Imagínese el lector la reacción a una escena de celos en el estilo de los Stürmer und Drünger, y valorará debidamente la reserva de Mozart en la siguiente carta a Constanza:

¡Queridísima amiga!:

¿Me ha de permitir que le dé aunque más no sea este nombre? Tanto no me ha de odiar para que no pueda seguir siendo su amigo y usted siga siendo mi amiga, y -aunque no quiere seguir siéndolo- no puede impedirme que piense en su bien, amiga mía, tal como ya estoy acostumbrado. Reflexione lo que me ha dicho hoy. Me ha dado (sin importarle mis ruegos) tres veces calabazas y me ha dicho en la cara que no quiere saber más nada conmigo, a mí, para quien no es tan indiferente como para usted perder el objeto de su amor -no soy irreflexivo, tan acalorado- como para aceptar su rechazo, la quiero demasiado. Le ruego que vuelva a considerar y a pensar en la causa de todo este disgusto, la cual fue el que yo le hiciera notar que usted había estado desvergonzada a irreflexiva al contarle a sus hermanas -nota bene, en mi presencia- que se había hecho medir las pantorrillas por un chapeaux. Eso no lo hace una mujer que valore su honor. La idea de participar en la fiesta me parece bastante buena. Pero hay que contemplar muchos detalles: si en el grupo hay sólo buenos amigos y conocidos, si soy una niña o una muchacha casadera, especialmente si soy una novia prometida, y, principalmente, si toda la gente reunida es de mi misma clase o inferior -pero especialmente- si los hay superiores. Si realmente la baronesa misma se lo hizo hacer es una cosa completamente distinta, pues ella es una mujer ya de edad (que de ninguna manera puede atraer), y porque es la amante del Et caetera. Espero, querida amiga, que usted nunca quiera llevar una vida semejante a la de ella, aunque no quiera ser mi esposa. Si tenía usted deseos de participar en la fiesta (si bien al participar de esa manera no queda muy bien en un hombre, cuanto menos en una mujer) y le era imposible resistir la tentación hubiese tomado usted misma la cinta y, en nombre de Dios, se hubiera medido las pantorrillas, tal como lo han hecho hasta ahora todas las mujeres de honor en mi presencia, y no por un chapeaux. Yo nunca se lo hubiera hecho a usted en presencia de otros, yo le hubiera alcanzado la cinta a usted. Tanto menos con un extraño quien nada me importa. Pero eso ha pasado. Una pequeña confesión suya de su conducta un tanto irreflexiva lo habría arreglado todo y -si usted no me lo toma a mal, querida amiga- aun puede arreglarlo. Esto le demuestra cuánto la quiero. No me arrojo sobre usted, como usted -yo pienso -medito- y siento-. Sienta usted, tenga sentimientos, así podré decir, hoy todavía, que Constanza es la virtuosa y honrada y sensata y fiel amada del probo y bienpensado.

Mozart (1)

Con qué mesura y cuidado ha sido escrita esta carta. El apasionamiento, dominado en tranquilas palabras, obliga a ceder. La explicación obliga al asentimiento. No hay tormentosas acusaciones ni exclamaciones ofendidas ni desbordes de dolor. Objetivamente Mozart recapitula los acontecimientos y exterioriza un juicio muy sensato. No se abandona a ninguna pasión: “no me arrojo sobre usted, como usted”. Se muestra dueño de sí mismo: “-yo pienso- medito. La mente conduce sin tiranías al sentimiento: “-y siento-”. Sentimiento no es acaloramiento ni bullir, no es instinto. El sentimiento surge de sensaciones iluminadas por el espíritu. Todo lo que Mozart invoca como fundamento de su reproche demuestra su repugnancia por el descuido de las formas. Él mismo las guarda en su carta a pesar de la acerba crítica.


Notas

(1) A Constanza Weber, Viena, 29-IV-1782, II, 162.

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