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EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (68) - JOSEPH CAMPBELL


4 / APOTEOSIS (7)

El psicoanálisis es una técnica para curar a los individuos que sufren en forma excesiva a causas de sus deseos y hostilidades inconscientemente mal dirigidos que tejen a su alrededor sus privadas telarañas de terrores irreales y de tracciones ambivalentes; el paciente liberado de ellas se encuentra capacitado para participar con cierta satisfacción en los temores más reales, las hostilidades, las prácticas eróticas y religiosas, empresas comerciales, guerras, pasatiempos y tareas domésticas que le ofrece su cultura, particular. Pero para aquel que ha escogido deliberadamente la difícil y peligrosa jornada que sobrepasa el acervo de su pueblo, ha de considerarse también que estos intereses están basados en un error. Por lo tanto, la meta de la enseñanza religiosa no es curar al individuo para adaptarlo al engaño general, sino apartarlo del engaño; y esto no se logra reajustando el deseo (eros) y la hostilidad (thánatos) porque eso sólo origina un nuevo contexto de engaño, sino extinguiendo esos impulsos desde la raíz, de acuerdo con el método del celebrado Camino óctuple de los budistas:

Creencia Recta, Intención Recta,

Palabra Recta, Acción Recta,

Modo de Vida Recto, Esfuerzo recto,

Pensamiento Recto, Concentración Recta.

Con la final “extirpación del engaño, del deseo y de la hostilidad” (Nirvana), la mente sabe que no es lo que había pensado: el pensamiento desaparece. La mente descansa en su verdadero estado. Y allí puede quedarse hasta que el cuerpo se desvanezca.

Estrellas, oscuridad, una lámpara, un fantasma, rocío, una burbuja,
Un sueño, un relámpago y una nube:
Así deberíamos mirar todo lo que se ha hecho. (122)

El Bodhisattva, sin embargo, no abandona la vida. Vuelve su mirada desde la esfera interior de la verdad que trasciende el pensamiento (que sólo puede ser descrita como “vacío”, ya que sobrepasa el lenguaje) de nuevo hacia el mundo de los fenómenos exteriores, lo percibe sin el mismo océano de ser que encontró adentro. “La forma es el vacío y el vacío es, sin dejar lugar a duda, la forma. El vacío no es diferente de la forma y la forma no es diferente del vacío. Lo que es forma es vacío, lo que es vacío es forma. Y lo mismo se aplica a la percepción, al nombre, a la concepción y al conocimiento.” (123) Habiendo sobrepasado los engaños de su ego anteriormente autoafirmativo, autodefensivo, preocupado por sí mismo, él siente afuera y adentro el mismo reposo. Lo que observa hacia afuera es el aspecto visual del inmenso vacío que trasciende al pensamiento sobre el cual cabalgan sus propias experiencias del ego, la forma, las percepciones, la palabra, las concepciones y el conocimiento. Y se siente lleno de compasión por los seres aterrorizados de sí mismos que viven en temor de su propia pesadilla. Se levanta, vuelve a ellos y con ellos habita como un centro sin ego, a través del cual el principio del vacío se manifiesta en su propia simplicidad. Este es el gran “acto de compasión”, por medio del cual se revela una verdad: la de que en el entendimiento de aquel en quien ha muerto el Fuego Triple del Deseo, la Hostilidad y el Engaño, este mundo es el Nirvana. “Olas de dones” salen de ese ser para la liberación de todos nosotros. “Esta vida mundana de nosotros es una actividad del Nirvana mismo y no existe entre ambos ni la más ligera distinción.” (124)

De manera que puede decirse que la meta terapéutica moderna de la curación de regreso a la vida se obtiene, después de todo, a través de la antigua disciplina religiosa, sólo que el círculo seguido por el Bodhisattva es un círculo grande; y el apartamiento del mundo se ve no como una falla sino como el primer paso en ese doble camino que lleva a la curva más remota en el cual la iluminación ha de ganarse acerca del profundo vacío del universo que nos rodea. Este ideal es bien conocido también en el hinduísmo: aquel que ha sido liberado en vida (jivan mukta), desprovisto de deseos, compasivo y sabio, “con el corazón concentrado por el yoga, que considera todas las cosas de la misma manera, se ve a sí mismo en todos los seres y a todos los seres en sí mismo. De cualquier manera que lleve su vida, ese hombre vive en Dios”. (125)


Notas

(122) Vajracchedika, 32; “Sacred Books of the East”, op. cit.., p. 144.
(123) La Prajña-Paramita-Hridaya Sutra, más pequeña, ibid., p. 153.
(124) Nagarjuna, Madhyamika Shastra.
“Lo que es inmortal y lo que es mortal están armoniosamente mezclados, porque ni son uno, ni están separados” (Ashvaghosha).
“Este punto de vista -escribe el doctor Coomaraswamy, citando otros textos- está expresado con fuerza dramática en el aforismo Yas kieshas so bodi, yas samsâras tat nirvânam, ‘Aquello que es pecado es también sabiduría, y el reino de lo que vendrá es también Nirvana” (Ananda K. Coomaraswamy, Buddha and the Gospel of Buddhism, Nuieva York, G. P. Putnam’s Sons, 1916, p. 245).
(125) Bhagavad Gita, 6:29, 31.
Esto representa la perfecta realización de lo que llamó la señorita Evelyn Underhill “la meta del Camino Místico: la Verdadera Vida Unificadora: el estado de la Divina Fecundidad: la Deificación” (op. cit., passim). La señorita Underhill, sin embargo, como el profesor Toynbee (supra, p. 26, nota) comete el popular error de suponer que este ideal es peculiar a la Cristiandad. “Puede decirse con certeza -escribe el profesor Salmony- que el juicio occidental ha sido falsificado, hasta el momento, por la necesidad de autoafirmación” (Alfred Salmony, “Die Rassenfrage in der Indienforschung”, Sozialistiche. 8, Berlín, 1926, p. 534.

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