lunes

CÁNTICO ESPIRITUAL (99) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 38

El aspirar de el aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.

DECLARACIÓN (3)

5 / ¡Oh almas criadas para estas grandezas y por ellas llamadas, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas, y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tantas grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis misrables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos! Síguese lo segundo que el alma pide, es a saber,

el canto de la dulce filomena.

6 / Lo que nace en el alma de aquel aspirar de el aire, es “el canto de la dulce filomena”, que es el ruiseñor, se oye en la primavera, pasados ya los fríos y lluvias del invierno y hace melodía al oído y al espíritu recreación, así en esta actual comunicación y transformación de amor, amparada ya la esposa y libre de todas las turbaciones y variedades temporales, y desnuda y purgada de las imperfecciones, y penalidades y nieblas naturales, siente nueva primavera en su espíritu, en la cual siente la dulce voz de el Esposo, que es su dulce filomena, la cual refrigera y renueva la sustancia de su alma, diciendo: “Levántate, date prisa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía y ven, porque ya ha pasado el invierno, las lluvias se han ya ido y apartado lejos, las flores han aparecido en nuestra tierra, y llegado el tiempo de el podar, y la voz de la tortolica se ha oído en nuestra tierra” (Cant. 2,10-12).

7 / En la cual la voz de el Esposo -que la habla en lo incierto de el alma- siente la esposa fin de males y principio de bienes, en cuyo refrigerio y amparo y sentimiento sabroso ella también da su voz de dulce filomena con nuevo canto a Dios juntamente con el que la causa. Porque Él da la voz a ella para que ella en uno la dé junto con Él a Dios, según también el mismo Esposo lo desea en los Cantares, que, hablando con ella, dice: “Levántate, date prisa, amiga mía, y ven, paloma mía, en los agujeros de la piedra y caverna de la cerca; muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce y tu rostro hermoso” (2,13-14). Los oídos de Dios significan aquí los deseos de Dios que tiene de que le alabemos perfectamente; porque la voz que aquí pide a la esposa es alabanza perfecta y jubilación de Dios, la cual voz, para que sea perfecta, dice el Esposo que la dé y suene en las cavernas de la piedra, que son las inteligencias amorosas de los misterios de Cristo, en que dijimos arriba estaba el alma unida con Él. Que, porque en esta unión el alma jubila y alaba a Dios con el mismo Dios, como decíamos de el amor, es alabanza perfecta, porque, estando el alma en perfección, hace las obras perfectas. Y así esta voz es muy dulce para Dios y para el alma; y así se sigue: “porque tu voz es dulce”, es a saber, no sólo para ti, sino también para mí, porque estando en uno conmigo, das tu voz en uno de dulce filomena para mí conmigo.

El soto y su donaire.

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