(Este
texto forma parte del denominado “Delito americano”, una serie de escritos que
Carlos Solari está redactando hace décadas.)
Somos el miedo de los
gobiernos que mienten en nombre de la verdad. El miedo del poder militar,
económico y jurídico que impide la comunicación humana de pueblo a pueblo.
Somos el miedo de la
soberanía de los piratas del mundo que mutilan el estado de ánimo e impiden las
emociones reveladoras.
Somos el miedo del poder
de los déspotas que reside en mecanismos impersonales. El miedo de las
estructuras burocráticas que desalientan las conductas exploratorias. El miedo
de las grandes fortunas que se robaron de los derechos naturales. El miedo de
los centros de poder que amenazan con la destrucción total. El de esos varones
sensatos y «prácticos» que desean dejar su huella en la historia y creen
solamente en lo que pueden forzar y controlar.
Somos el miedo de quienes
nos adiestran a ser corteses cuando alguna institución nos pisotea. El miedo de
quienes temen a los cambios pues su status depende de la rutina y del tiempo de
otras personas. El miedo de las tecnologías caprichosas que nos obligan a
valorarlas adoptando siempre sus supuestos básicos.
Somos el viejísimo miedo
agazapado en todos los rincones del Imperio y estamos encantados ¡encantados!

























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