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/ LA RECONCILIACIÓN CON EL PADRE (8)
“Por la noche vienen los
hombres y se acomodan de acuerdo con el orden tribal; el muchacho coloca la
cabeza en los muslos de su padre. Si hace el más mínimo movimiento muere. El padre
le cubre los ojos con las manos porque si el muchacho presencia los
procedimientos que han se seguir se cree que ambos, su padre y su madre, morirán. Una vasija de barro o de
madera se coloca cerca de uno de los hermanos de la madre del muchacho, quien
después de haber atado su brazo ligeramente se clava un hueso en la parte más
alta y coloca el brazo sobre la vasija hasta que una cierta cantidad de sangre
ha escurrido. Luego, el hombre que le sigue hiere su brazo y así sucesivamente
hasta que se llena la vasija, que puede contener alrededor de dos litros. El muchacho
bebe un buen trago. Si su estómago se rebela, su padre le aprieta la garganta
para evitar que vomite la sangre, porque si eso sucede morirán su padre, su madre, sus hermanos y sus hermanas. . Lo que
queda de la sangre se le echa encima.
Desde este momento, y
algunas veces durante la luna entera, el muchacho no puede tomar de alimento
más que sangre humana, siguiendo la ley que hizo Yamminga, el antepasado mítico…
Algunas veces la sangre se deja secar en la vasija y el guardián la corta en
pedazos con un hueso y el muchacho debe comerla empezando por los dos últimos
pedazos. Los pedazos deben estar partidos con exactitud o el muchacho morirá.”
(61)
Frecuentemente los
hombres que dan su sangre se desmayan y permanecen en estado de coma durante
una hora o más, por debilitamiento. (62) “Anteriormente -escribe otro
observador- esta sangre que los novicios bebían en el ceremonial, era obtenida
de un hombre a quien se mataba con dicha finalidad, y se comían partes de su
cuerpo”. (63) “Aquí -comenta el Dr. Róheim- se llega tan cerca como es posible
a la representación ritual de la muerte y la ingestión del cuerpo del padre
primario”. (64)
No cabe duda de que a
pesar de lo poco inspirados que nos parezcan los desnudos salvajes de
Australia, sus ceremoniales simbólicos representan una supervivencia en los
tiempos modernos de un increíblemente antiguo sistema de instrucción
espiritual; estas evidencias no sólo se encuentran en todas las tierras e islas
que bordean el Océano Índico, sino entre las ruinas de los centros arcaicos que
tendemos a admitir como la fuente misma de nuestra civilización. (65) La
sabiduría de los antiguos es difícil de juzgar partiendo de los informes
publicados por nuestros observadores occidentales. Pero puede verse, comparando
las figuras del ritual australiano con aquellas de las elevadas culturas que
nos son familiares que los grandes temas, los arquetipos eternos y su efecto
sobre el alma permanecen los mismos.
Notas
(61) Róheim, The
Eternal Ones of the Dream, pp. 227-228, cita a D. Bates, The Passing of the Aborigines (1939),
pp. 41-43.
(62) Róheim, The
Eternal Ones of the Dream, p. 231.
(63) R. H. Mathews, “The Walloonggura Ceremony”, Queensland Geographical Journal, N. S.
XV, p. 70 (1899-1900), citado por Róheim, The
Eternal Ones ofe the Dream, p. 232.
(64) En un caso, dos de
los muchachos levantaron los ojos cuando se suponía que no debían hacerlo, “Entonces
los viejos se les acercaron, cada uno con un cuchillo de piedra en la mano. Se
inclinaron sobre los dos muchachos y les abrieron las venas. La sangre corrió y
los otros hombres lanzaron un grito de muerte. Los jóvenes estaban muertos. Los
viejos wirreenuns (los curanderos)
mojando sus cuchillos de piedra en la sangre tocaron con ellos los labios de
todos los presentes… Los cuerpos de las víctimas del Boorah fueron cocinados.
Cada hombre que hubiera asistido a cinco Boorahs comió un pedazo de esta carne
y no se permitió que otros contemplaran estos hechos” (K. Langloh Parker, The Euaklayi Tribe, 1905, pp. 72-73, citada
por Róheim, The Eternal Ones of the
Dream, p. 232).
(65) Una asombrosa
revelación de la supervivencia en la Melanesia contenporánea de un sistema
simbólico esencialmente idéntico al de Egipto-Babilonia, con el “complejo
laberítinco” troyano-cretense del segundo milenio antes de Cristo está en el
libro de John Layard, Stone meno f Malekula
(Londres, Chatto and Windus, 1942). W. F. J. Knight, en sus Cumaeam Gates (Oxford, 1936) ha estudiado
la relación evidente entre la “jornada del alma al mundo subterráneo” de los
malekulas con la tradición clásica del descenso de Eneas y la babilónica de
Gilgamesh. W. J. Perry, The Children of
the Sun (Nueva York, E. P. Dutton and Co., 1923), piensa que puede
reconocer evidencias de esta continuidad cultural desde Egipto y Sumeria por la
región de Oceanía hasta el Norte de América. Muchos investigadores han señalado
íntimas correspondencias entre los detalles de los ritos de iniciación de los griegos
clásicos y los australianos, especialmente Jane Harrison, Themis, A Study of the Social Origins of Greek Religion (2ª edición
revisada; Cambridge University Press, 1927).
Todavía es incierto en
qué medios y en qué edades las pautas mitológicas y culturales de las
diferentes civilizaciones arcaicas pueden haberse diseminado hasta los más
alejados rincones de la Tierra; sin embargo, puede afirmarse categóricamente
que muy pocas de las llamadas “culturas primitivas” estudiadas por los antropólogos
representan formaciones autóctonas. Son más bien adaptaciones locales,
degeneraciones provinciales, y fosilizaciones inmensamente antiguas, de
costumbres que se desarrollaron en muy diferentes tierras, y a menudo bajo
circunstancias menos sencillas y por otras razas.
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