domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (57) - JOSEPH CAMPBELL


4 / LA RECONCILIACIÓN CON EL PADRE (8)

“Por la noche vienen los hombres y se acomodan de acuerdo con el orden tribal; el muchacho coloca la cabeza en los muslos de su padre. Si hace el más mínimo movimiento muere. El padre le cubre los ojos con las manos porque si el muchacho presencia los procedimientos que han se seguir se cree que ambos, su padre y su madre, morirán. Una vasija de barro o de madera se coloca cerca de uno de los hermanos de la madre del muchacho, quien después de haber atado su brazo ligeramente se clava un hueso en la parte más alta y coloca el brazo sobre la vasija hasta que una cierta cantidad de sangre ha escurrido. Luego, el hombre que le sigue hiere su brazo y así sucesivamente hasta que se llena la vasija, que puede contener alrededor de dos litros. El muchacho bebe un buen trago. Si su estómago se rebela, su padre le aprieta la garganta para evitar que vomite la sangre, porque si eso sucede morirán su padre, su madre, sus hermanos y sus hermanas. . Lo que queda de la sangre se le echa encima.

Desde este momento, y algunas veces durante la luna entera, el muchacho no puede tomar de alimento más que sangre humana, siguiendo la ley que hizo Yamminga, el antepasado mítico… Algunas veces la sangre se deja secar en la vasija y el guardián la corta en pedazos con un hueso y el muchacho debe comerla empezando por los dos últimos pedazos. Los pedazos deben estar partidos con exactitud o el muchacho morirá.” (61)

Frecuentemente los hombres que dan su sangre se desmayan y permanecen en estado de coma durante una hora o más, por debilitamiento. (62) “Anteriormente -escribe otro observador- esta sangre que los novicios bebían en el ceremonial, era obtenida de un hombre a quien se mataba con dicha finalidad, y se comían partes de su cuerpo”. (63) “Aquí -comenta el Dr. Róheim- se llega tan cerca como es posible a la representación ritual de la muerte y la ingestión del cuerpo del padre primario”. (64)

No cabe duda de que a pesar de lo poco inspirados que nos parezcan los desnudos salvajes de Australia, sus ceremoniales simbólicos representan una supervivencia en los tiempos modernos de un increíblemente antiguo sistema de instrucción espiritual; estas evidencias no sólo se encuentran en todas las tierras e islas que bordean el Océano Índico, sino entre las ruinas de los centros arcaicos que tendemos a admitir como la fuente misma de nuestra civilización. (65) La sabiduría de los antiguos es difícil de juzgar partiendo de los informes publicados por nuestros observadores occidentales. Pero puede verse, comparando las figuras del ritual australiano con aquellas de las elevadas culturas que nos son familiares que los grandes temas, los arquetipos eternos y su efecto sobre el alma permanecen los mismos.


Notas

(61) Róheim, The Eternal Ones of the Dream, pp. 227-228, cita a D. Bates, The Passing of the Aborigines (1939), pp. 41-43.
(62) Róheim, The Eternal Ones of the Dream, p. 231.
(63) R. H. Mathews, “The Walloonggura Ceremony”, Queensland Geographical Journal, N. S. XV, p. 70 (1899-1900), citado por Róheim, The Eternal Ones ofe the Dream, p. 232.
(64) En un caso, dos de los muchachos levantaron los ojos cuando se suponía que no debían hacerlo, “Entonces los viejos se les acercaron, cada uno con un cuchillo de piedra en la mano. Se inclinaron sobre los dos muchachos y les abrieron las venas. La sangre corrió y los otros hombres lanzaron un grito de muerte. Los jóvenes estaban muertos. Los viejos wirreenuns (los curanderos) mojando sus cuchillos de piedra en la sangre tocaron con ellos los labios de todos los presentes… Los cuerpos de las víctimas del Boorah fueron cocinados. Cada hombre que hubiera asistido a cinco Boorahs comió un pedazo de esta carne y no se permitió que otros contemplaran estos hechos” (K. Langloh Parker, The Euaklayi Tribe, 1905, pp. 72-73, citada por Róheim, The Eternal Ones of the Dream, p. 232).
(65) Una asombrosa revelación de la supervivencia en la Melanesia contenporánea de un sistema simbólico esencialmente idéntico al de Egipto-Babilonia, con el “complejo laberítinco” troyano-cretense del segundo milenio antes de Cristo está en el libro de John Layard, Stone meno f Malekula (Londres, Chatto and Windus, 1942). W. F. J. Knight, en sus Cumaeam Gates (Oxford, 1936) ha estudiado la relación evidente entre la “jornada del alma al mundo subterráneo” de los malekulas con la tradición clásica del descenso de Eneas y la babilónica de Gilgamesh. W. J. Perry, The Children of the Sun (Nueva York, E. P. Dutton and Co., 1923), piensa que puede reconocer evidencias de esta continuidad cultural desde Egipto y Sumeria por la región de Oceanía hasta el Norte de América. Muchos investigadores han señalado íntimas correspondencias entre los detalles de los ritos de iniciación de los griegos clásicos y los australianos, especialmente Jane Harrison, Themis, A Study of the Social Origins of Greek Religion (2ª edición revisada; Cambridge University Press, 1927).
Todavía es incierto en qué medios y en qué edades las pautas mitológicas y culturales de las diferentes civilizaciones arcaicas pueden haberse diseminado hasta los más alejados rincones de la Tierra; sin embargo, puede afirmarse categóricamente que muy pocas de las llamadas “culturas primitivas” estudiadas por los antropólogos representan formaciones autóctonas. Son más bien adaptaciones locales, degeneraciones provinciales, y fosilizaciones inmensamente antiguas, de costumbres que se desarrollaron en muy diferentes tierras, y a menudo bajo circunstancias menos sencillas y por otras razas.

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