UN LIBRO CON UN RÍO
Pues
que voy a escribir sobre un libro de poesía –“Oscuro dios”*, de Gabriel Weiss–
conviene que comience por referirme a su musicalidad, o mejor, que deje que el
poeta sobre el que estoy informando lo haga: “el ritmo / es un caballo / que lleva / galopando / a las palabras / colgadas
/ en su espalda”. Estos versos breves, que en algunas ocasiones, pero sin
abusar del recurso, pueden refundirse en versos más largos, tienen en el ritmo,
sugerente, adecuado al tono melancólico de los textos, su mayor acierto técnico
y expresivo. A veces, esta sonoridad es complementada con una discreta, casi
podría decirse que pudorosa asonancia.
Una
imagen recurrente cruza el poemario, la del río, sustantivo que se complementa
varias veces con el adjetivo “imaginario”. Estos poemas dicen el tiempo que se
va, porque eso es el tiempo, algo inasible que fluye y se escapa. Dicen la
memoria, que tanto nos miente. Dicen el olvido, que tanto se traga. Dicen la
conciencia de morir un día.
Es,
por lo expuesto, un libro doloroso, pero Weiss señala con perplejo acierto, que
el doloroso mundo que refleja es también bellísimo, y que una gena parte de la
belleza del mundo está indisolublemente mezclada con ese dolor. Escribe, por
ejemplo, que “El dolor / es un campo / de
amapolas / azotado / por un amargo / viento / que jamás descansa”. Por
desoladora que sea la imagen, el campo de amapolas subsiste en ella.
Este
es un libro sin fe, al menos sin fe religiosa en una salvación tras la muerte
(en un poema dedicado a Jorge Arbeleche Weiss concluye: “ninguna palabra / tuya / – lo sé – / bastará / para sanarnos” en
evidente alusión a la fórmula que los fieles pronuncian en Misa cuando el
oficiante eleva la hostia consagrada y la presenta como el Cordero de Dios que
quita los pecados del mundo). Pero esta falta de fe no tiene por qué ofender a
un eventual lector creyente –como el que escribe esta reseña– porque el libro
trasunta bellamente una mansa y genuina pena por no poder creer, por la que no
se puede sentir sino empatía, en respetuosa projimidad. Vibra en varios de los
textos el reconocimiento de la belleza de los objetos y lugares sagrados para
los otros, y especialmente en el segundo poema del libro, aparece la nostalgia
de la infancia, tiempo en el que todos, tanto da si luego seremos creyentes o
no, tenemos una vivencia natural e inconsciente de lo místico. Vale la pena citar
su comienzo:
Por la oscura nave
de una vieja iglesia
corre sin descanso
mi niñez pagana
-aun sigue corriendo
con miedo y asombro
cuando la creciente
del sueño me alcanza
y arrastra consigo
hermosas reliquias
extrañas criaturas
opacos reflejos
de antiguas mañanas
peces que se mueven
se agitan y saltan
mientras agonizan
cautivos en redes
como nuestras almas
destellos de plata–
Todo niño es
semidiós salvaje
merodeando incauto
por la turbia hoguera
de un mundo que arde
sin tregua
sin pausa…
En
suma, un breve poemario valioso por lo honesto, lo valiente, lo respetuoso y,
ante toda cosa, por lo musical.
*OSCURO
DIOS, de Gabriel Weiss. Solazul ediciones, Montevideo, 2018. 52 págs.
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