domingo

EL TALLER DE LA VIDA / confesiones (28)


HUGO GIOVANETTI VIOLA

Primera edición: Caracol al Galope / elMontevideano Laboratorio de Artes (2009)
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes (2018)
Retrato de portada: Horacio Herrera.

TRES: LA SOLEDAD DEL PARAÍSO


16 / LA MISA

La séptima viñeta de LA HEROICIDAD URUGUAYA diálogo con Demian Díaz Torres se llama MISA: Hacía más de treinta años que no iba a misa. Entré casi corriendo y me paré detrás de un perfumado pelo botticelliano. Pero cuando iba a completar la visualización machista del cuerpo de la muchacha escuché un pensamiento: Aquí no. Me concentré en la misa y después que cantamos el Padrenuestro sobre la música de Sounds of silence ella se dio vuelta para besarme y sonrió: La paz contigo. Lo único que le faltaba era llamarse María.

En el capítulo 24 de la segunda parte puntualicé que el padre Fidel eligió usar la espada del Vaticano para partir un nudo dogmático y darme la comunión a pesar de mi divorcio. Lo que todavía falta aclarar es que mi primer confesor, Aniano Álvarez Suárez, el que me propuso construir un Hombre Nuevo, no me consideró apto para comulgar. Y me dijo algo así como que igual podía vivir la eucaristía junto con la comunidad, y que hacer el trámite para que la curia me rehabilitara iba a ser muy complicado.

Todo bien. Mi hijo Nacho, que tenía doce años, empezó a acompañarme los domingos y a los catorce se bautizó y tomó la comunión. Aniano volvió enseguida a Roma y yo le propuse al párroco, Fidel Gil, dar clases de guitarra en la sacristía dos o tres veces por semana a precios populares, con la posibilidad de becar a los chiquilines de los asentamientos de Carrasco Norte y se interesó mucha gente, incluidos algunos sacerdotes y seminaristas del convento.

Y un día le comenté a Fidel la prohibición de Aniano y él decretó con una mansedumbre de dientes peleadores: Ah, no. En mi parroquia comulgás. Porque sos un hombre bueno. Te confiesas y vale.

En el capítulo 17 de mi novela Jesús de Punta del Este la productora posmo que termina asesinando a Leonardo Regusci le pregunta al Judas de la Banda del Pez: ¿Vos también sos cristiano? Y el otro la corrige: Católico. Desde chico. Y ella se pone histérica: ¿Pero cómo pueden creer que Jesús resucitó? Entonces el traidor le explica con una simpleza máxima: Para eso hay que ir a misa.

Y es así. Después de un tiempo de compartir la eucaristía empezás a vivir en el ámbito de la nueva dimensión de la materia que empezó a reinar doloridamente hace dos mil años y sentís que esa noticia es lo más importante del mundo. Y no se necesita pertenecer a ninguna aristocracia intelectual como la de Spinoza and Co. para sentirse eterno. Yo canté años en el coro de la parroquia y veía a la gente de frente, y a la hora de revivir la sencillísima cena donde resucitó la humanidad entera somos todos Hijos únicos, más allá de que pertenezcamos a la high class carrasquense o a un asentamiento del Paso Carrasco. Quien lo probó, lo sabe.

Vale la pena citar algunas reflexiones que concantena Jung en la segunda parte de Psicología y simbólica del arquetipo, subtitulada El simbolismo de la transformación en la misa. La concepción de la Iglesia supone la siguiente situación: la conciencia (representada por el sacerdote y los fieles) está confrontada con un proceso autónomo, que se desarrolla sobre una base trascendente a la conciencia (esto es, con un proceso “divino” e “intemporal”). (…) ¿Qué podría imponer al hombre durante siglos el mayor refinamiento del espíritu, la más amorosa configuración de la belleza, la más profunda devoción, el más heroico autosacrificio, la más amplia servicialidad? ¿Qué otra cosa que un milagro puede tener esos efectos? (…) Milagro es aquello que asombra el hombre porque le parece inexplicable. En efecto, no se puede explicar a través de la naturaleza presuntamente conocida del hombre por qué y cómo este tiene necesidad de tal manifestación y de tal fe. (…) Se puede suponer que una opinión improbable pronto será rectificada. Pero las manifestaciones religiosas son las más improbables de todas y se mantienen durante siglos. Con su imprevisible fuerza vital demuestran la existencia de una causa suficiente, cuyo conocimiento científico se ha sustraído hasta ahora al espíritu humano. Como psicólogo, en un comienzo sólo puedo señalar la existencia del fenómeno y expresar mi convicción de que tales fenómenos no se acomodan a ninguna explicación cómoda…”

Y no olvidemos que Jung, cuando John Freeman le pregunta en la célebre entrevista filmada para la BBC en marzo del 59, si todavía creía en Dios, contestó: ¿Ahora? Lo sé. No tengo necesidad de creer. Lo sé.

Así contestó el científico. Y en los frisos de su tumba mandó inscribir la misma sentencia tomada de un escrito de Erasmo que presidía su casa: Lo llamemos o no lo llamemos, Dios estará presente.


17 / BOCCANERA

Mi cuarto poemario, El cielo entre los dientes, apareció en el 89 dentro de la recopilación titulada Puro verso, y está dedicada al relevante escritor argentino Jorge Boccanera, que nació en Bahía Blanca en el 52 y nunca va a encontrar donde quedarse quieto en este mundo.

Y dentro del libro hay un texto que creo que lo retrata: Un hombre que organiza grandes palabras dulces / y las hace brillar desesperadamente / como si un maremoto se azulara en los ojos / emigrados de un niño / jamás podrá saber por qué frente al madero / la Virgen le ofrendó una sonrisa de piedra.

Nos conocimos en Buenos Aires en el 83, cuando volvió del exilio mexicano. Él ya me me mandaba sus libros porque se habían hecho muy amigos con Saúl, que siempre lo consideró un tremendo poeta. Y unos años después nos visitó en Montevideo y de nuna manera completamente inexplicable rompió una de las poderosas sillas de guacambú que tenemos en el comedor nada más que levantándose y mi tercer ojo no entendió que era un hombre-pararrayos.

Entre el 99 y el 07 ni siquiera nos escribimos. Y en 2004 publiqué un Manifiesto minmalista en un volumen colectivo que sacamos con el taller y voy a reproducir cuatro numerales imprescindibles para visualizar la sismografía de mi radicalismo:

11) La gente va tan poco a las librerías porque se vende demasiada caca mater. Los verdaderos bailarines no pasan el rato en escena: nos sosiegan los vértigos volando revolucionariamente. Y también estamos cansadísimos de la farandulitis ingeniosa. Hace falta tango hermafrodita y muy bueno.

13) La búsqueda de una completud estética geometrizada, depurada y despojada de facilismos o desviaciones discursivas de cualquier tipo (sociologizar o filosofar ensayísticamente, complacer o épater) es un viaje hacia el escándalo de la Purificación, la meseta discriminatoria que se autodesinfecta (a puro escalofrío y palabra abismal) de la barbarie escatológica.

14) El vértice estético que no amenace al gusto oficial como una espada crística, será puntualmente envainado por el olvido.

15) La indiferente, ciega o cobarde incomprensión (o su reverso: la alabanza boba) será, casi en la totalidad de los casos, la paga del establishment para el mago-profeta que minimalizó y conjuró la amenaza del bisonte interior. Al hombre-masa le importa el oro, pero no el minero.

Y hace un par de meses me llamó Jorge desde la redacción de la revista bonaerense Nómada para reenganchar la conversa y le pedí que me mandara el último poemario, Bestias en un hotel de paso, que nunca llegué a pescar, y durante el traqueteo del vagón telefónico me di cuenta que nos queremos más de lo que parece. Porque a él le encanta socializar teatralizando chistes, por ejemplo, pero es un callado eterno. Los que viven tragándose los rayos que amenazan a la tribu para alquimizarlos y tallarlos como implosiones dulcemente sordomudas en la pared de las cavernas tienen digestiones ermitañas.

Y cuando me llegó Bestias en un hotel de paso ablocado en un volumen con las reediciones de Sordomuda y Polvo para morder fue como si se rompiera otra silla y recién ahora senti que la poesía de Jorge es uno de esos poquísimos trapecios que sobresaltan dimensionalmente al circo hasta transparentar el estrellerío.

Y nos cuesta mucho entrarle a esos saltos de tensión, porque viven mañana. Vallejo, García Lorca, Dylan Thomas, Homero Manzi, Silvio Rodríguez o el Indio Solari.

En la portada del libro, además, Boccanera me dedica sus bestias que también gritan: “que se siga creyendo”. Y eso me hizo pensar que su Virgen interior ya no le está ofrendando una sonrisa de piedra.

Yo tuve otros empleos, gruñe al final de Servicios del insomnio: Eso está en otro cuerpo. / Ahora dedicación, la lengua muda. / Soy el que apila noches toda la santa noche. / El que traslada escombros de una carta a la otra.

Y en Labios de ramas quebradas termina de aparecer un cautísimo triunfo: Sabemos que el ruido de un río / es el ruido del río, / y que no tiene nombre / y lo reconocemos. / Es igual que ese nombre / que llamamos tu nombre, / que llamamos tu nombre, / y lo reconocemos, / y es el ruido de un río.

Y en El extranjero (uno) se redondea el tango hermafrodita, el casamiento con nuestro otro que reclama mi manifiesto: Un extraño, un aullido enterrado en mi cuerpo. / Lo he visto dibujado en las hojas de un libro. / Se llama corazón. / Nos vamos pareciendo, poco a poco. / Ya no tengo diez dedos en las manos. / Él a veces camina como yo.


18 / LA HEROICIDAD

En el 99 publicamos con el Caracol las dos primeras novelas de Isabelino Pena reunidas en el volumen El resoro de Ronaldinho, la segunda edición de Puro verso ampliada y prologada por Jorge Boccanera y la cuarta edición de Morir con Aparicio.

Y una mañana de 20000 me desperté pensando: No puede ser que la sabiduría de Demian no quede constelada por escrito. Aunque si le propongo hacerle un libro-reportaje no le va a interesar.

Entonces pasó algo: todavía era tempranísimo, y cuando volví a apoyar la cabeza en la almohada vi a Jung. Yo no estaba dormido, pero tenía los ojos cerrados y sentí la presencia de la mascarilla del suizo brillando en lo alto del placard que hay al lado de mi cama. Aquel mismo mediodía llamé a Demian y aceptó encantado la propuesta.

Yo en ese momento ni sabía que él había hecho su posgrado en la Universidad Católica recién entre el 94 y el 97 y pasado a integrar la Fundación Carl G. Jung del Uruguay y la International Asociation Analytical Psychology en calidad de analista.

Las grabaciones se hicieron rápido, y en un principio también participó la brillante Dra. y docente Pilar Amézaga. Pero nos íbamos los tres por las ramas y tuve que resolverlo charlando en una sola dirección con mi terriblemente intravertido terapeuta.

Había necesidad, además, de intercalar lo que ellos llaman cuentitos ilustradores, y organicé los textos reflexivos-narrativos con mi viejo sistema de las cábulas liceales: dieciséis viñetas. Los símbolos naturales de la totalidad, tal como aparece entre nosotros, en sueños y visiones y en el Oriente como mandalas, son cuaternidades, que pueden ser múltiplos del cuatro, o círculos cuadrados, se especifica en Psicología ny simbólica del arquetipo.

Y como el tema vertebral del libro era la conquista de la heroicidad a nivel general y comunitario después de me ocurrió ilustrar las ilustraciones con un correlato fotográfico del monumento La lucha de Eduardo Díaz Yepes, en base a la distorsión y la fragmentación de fenomenales tomas hechas por mi compañero del alma Héctor Marrone, plástico y música de olfato cósmico. El principal sponsor fue mi otro alumno de guitarra Mario Barbé, un hombre que sabe gestualizar su generosidad con una pureza desconcertante, y Héctor aportó lo que hacía falta por propia iniciativa para llegar a un tiraje de quinientos ejemplares sin saber que se estaba delantando cuatro años en regalárselo a su nieto Caetano, porque el libro está dedicado a los niños del 2000.

La elección del monumento circular que corona el horizonte del río-mar uruguayo se inscribía, complementariamente, en la profunda significación alquímica del Ouroboros, la serpens mercurialis de los latinos.

También el Ouroboros es padre, madre, hijo e hija, hermano y hermana desde “los primeros tiempos hasta el fin de la alquimia”, anota Jung en El simbolismo de la transformación en la misa: El Ouroboros es su propio creador y sacrificador y su propio instrumento sacrificador, pues es un símbolo del agua mortal y vivificante.

Una de las primeras viñetas de LA HEROICIDAD URUGUAYA se llama TILO: El gomero que reinaba frente a los apartamentos fue talado de raíz porque nos deshacía la vereda y esa noche tuve la sensación de que acabábamos de enterrar por segunda vez a mi padre. Después plantaron un tilito y hace años que lo riego mucho más con los ojos que con los puntuales baldazos nocturnos. Ya mide el doble que cualquier mortal y calla y resplandece como un hermano enorme de mi corazón.

Y la última se llama, precisamente, LUCHA: Cómo creció este tilo. Está el doble de grande, me comenta la esposa del vecino-jardinero una noche muy clara, cuando vuelve de sacar al perro. Pepe dice que es por las raíces podridas que quedaron enterradas, señalo uno de los muñones sobrevivientes del gomero. Pero ella mira el balde que llevo en la mano y sonríe: No. Casi nunca crecen así. Lo que pasa es que usted lo regó con amor.

La portada de LA HEROICIDAD URUGUAYA lleva una especie de faja sobreimpresa que anuncia ENFRENTANDO AL MISIL DE LA DEPRESIÓN, sobre tres pequeños rostros de Obdulio Jacinto Varela, José Gervasio Artigas y Joaquín Torres-García.

Para redondear la reconexión generacional lo presentamos en el museo del abuelo de Demian junto con el Dr. Mario E. Saiz, y esa noche mi terapeuta agradeció el trabajo y la presencia de sus colegas junguianos y remató la intervención clarinando con su chillona parquedad que se sentía orgulloso del libro y de mí. Y yo sentí que el poeta descalzo acababa de meterle un gol de oro al 34 oriental.

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