domingo

CARTAS SOBRE LA CRUELDAD (9) ANTONIN ARTAUD


CARTAS SOBRE EL LENGUAJE

SEGUNDA CARTA (2)

París, 28 de septiembre de 1932
A J. P.


El teatro, a la inversa de lo que aquí se practica -aquí, es decir en Europa, o mejor en Occidente- no seguirá basándose en el diálogo, y el diálogo mismo por lo poco que de él reste, no será redactado, fijado a priori, sino que nacerá en escena, será creado en escena, en correlación con el otro lenguaje y con las necesidades de la actitudes, signos, movimientos y objetos. Pero al abrirse paso con todos estos tanteos objetivos en la materia misma, donde la palabra habrá de aparecer como una necesidad, como el resultado de una serie de compresiones, de choques, de roces escénicos, de evoluciones de toda suerte (así se transformará el teatro en una auténtica operación viviente y conservará esa especie de palpitación emocional sin la que el arte es arte gratuito), todos esos tanteos, búsquedas, choques, culminarán igualmente en una obra, en una composición inscrita, fijada en sus menores detalles, y anotada con nuevos medios de notación. La composición, la creación, en lugar de hacerse en el cerebro de un autor, se harán en la naturaleza misma, en el espacio real, y el resultado definitivo será tan riguroso y determinado como el de no importa qué obra escrita, con el agregado de una inmensa riqueza objetiva.

P.S. El autor habrá de descubrir y asumir lo que pertenece a la puesta en escena, tanto como lo que pertenece al autor, pero transformándose a la vez en director, de manera que cese esta absurda dualidad actual de director y autor.

Un autor que no crea directamente la materia escénica, ni evoluciona en escena oriéntandose e imprimiendo la fuerza de su propia orientación al espectáculo, traiciona en realidad su misión. Y es justo que el actor lo reemplace. Pero tanto peor entonces para un teatro que es obligado a soportar esta usurpación.

El “tiempo” teatral, que se apoya en la respiración, tanto se precipita a veces en grandes expiraciones voluntarias como se contrae y atenúa en una inspiración prolongada y femenina. Un ademán contenido provoca un hormigueo forzoso y múltiple, y ese ademán lleva en sí la magia de su evocación.

Pero aunque gustamos adelantar sugestiones acerca de la vida enérgica y animada del teatro, mucho nos guardaremos de fijarle leyes.

Lo cierto es que la respiración humana tiene principios basados en las innúmeras combinaciones de los ternarios cabalísticos. Hay seis ternarios principales e innumerables combinaciones de ternarios, pues de ello ha surgido toda vida. Y el teatro es justamente el lugar donde reproducimos a voluntad esta respiración mágica. Si la fijación de un ademán importante requiere a su alrededor una respiración precipitada y múltiple, esa misma exagerada respiración puede llegar a romper lentamente sus ondas alrededor de un ademán fijo. Hay principios abstractos, pero no una concreta ley plástica; la única ley es la energía poética que va del silencio estrangulado a la representación precipitada de un espasmo, y del lenguaje individual mezzo voce a la tempestad pesada y amplia de un coro que aumenta lentamente el volumen.

Pero lo importante es crear etapas y perspectivas entre un lenguaje y otro. El secreto del teatro en el espacio es la disonancia, la dispersión de los timbres, y la discontinuidad dialéctica de la expresión.

Quien tenga idea de lo que es este lenguaje, sabrá comprendernos. Sólo para él escribimos. Damos en otra parte algunas precisiones suplementarias que completan el primer Manifiesto del Teatro de la Crueldad.

Habiendo dicho en el primer Manifiesto todo lo esencial, el segundo trata sólo de precisar ciertos puntos. Proporciona una definición de la Crueldad y propone una descripción del espacio escénico. Ya se verá lo que logramos con ella.

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