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Cuando Margarita Xirgu conoció a
Federico García Lorca, en el verano de 1926 en un bar de Madrid, él era un
dramaturgo incipiente por el que ningún director apostaba.
Pero Xirgu, una actriz y directora
catalana que también era lesbiana y radical en cuanto a su ideología política,
era famosa por su disposición a correr riesgos. Aceptó el reto y al año
siguiente puso en escena la obra Mariana Pineda, en Barcelona,
con vestuario diseñado por el pintor surrealista Salvador Dalí.
La
obra fue un éxito y cimentó la amistad entre el escritor y Xirgu, quien se
convirtió en pieza clave de la puesta en escena y la exportación del trabajo de
García Lorca, uno de los escritores españoles más admirados durante los
primeros años del siglo XX.
“Se arriesgó mucho con él; García Lorca
no era un dramaturgo, sino un poeta”, dijo Christopher Maurer, especialista en
la obra de García Lorca de la Universidad de Boston. Maurer explica que, por sus
opiniones de izquierda, “la gente la llamaba ‘Margarita, la Roja’”, lo que en
la España de Franco era una amenaza por sus ideas políticas.
Además de ser amigos cercanos, García
Lorca y Xirgu “eran parte de ese mundo marginal de las personas homosexuales y
eran tan abiertos como se podía en aquella época”, dijo Andrea Weiss, cuyo
documental más reciente, Bones of Contention, explora la
represión a las personas homosexuales durante el franquismo. “Era uno de esos
secretos a voces”.
En España, “García Lorca se convirtió en
un icono, pero no sucedió lo mismo con esta mujer que lo apoyaba y animaba; él
se volvió tan famoso que la eclipsó”, dijo Weiss.
Margarita Xirgu i Subirà nació el 18 de
junio de 1888, en Molins de Rei, Cataluña, España. Comenzó su carrera teatral
en Barcelona en 1906 y luego se unió al Teatro Principal en 1911, del que se
convirtió en su directora. Su presencia en el escenario era electrizante, según
sus biógrafos, aunque tuvo que enfrentar la misoginia y un desprecio motivado
por la política. César González-Ruano escribió en Arriba, un periódico fascista
de España, que su estilo actoral era “pretencioso, insufrible y monótono” y
Dalí comparó su voz con “el nido de una avispa”. Sin embargo, para García Lorca
era una actriz cautivadora que “arrojaba puñados de fuego y jarras de agua fría
sobre públicos adormecidos”, dijo Maurer.
En los retratos para la publicidad, su
rostro aparecía enmarcado por su cabello oscuro, peinado de raya al lado y con
ondas salvajes que le caían sobre la nuca. Se pintaba la boca, depilaba sus
cejas y se maquillaba los ojos de un color oscuro, siguiendo el estilo de las
estrellas del cine mudo de la época.
Para la década de los treinta, ya era
una de las actrices catalanas más veneradas de la historia e interpretaba a
personajes trágicos como Salomé, Juana de Arco y Medea. También ganó fama por
representar a la Virgen María
en Fermín Galán, de Rafael Alberti, una producción
republicana y de izquierda de 1931, en la que pronunciaba la frase: “¡Abajo la
monarquía!”.
A principios del siglo XX, España
experimentó un breve periodo en el que las mujeres podían votar, divorciarse,
hacerse abortos
legales y trabajar, respaldadas por la Constitución de 1931. La
Segunda República, como se conoció, se estableció tras la caída del régimen
autoritario de Miguel Primo de Rivera en 1930.
Durante cierto tiempo, el país estuvo
gobernado por un caótico gobierno formado por una coalición de izquierda, que
se oponía al rígido catolicismo de las clases dirigentes. Luego el péndulo se
movió hacia la derecha y más tarde volvió a la izquierda en febrero de 1936,
cuando el Frente Popular llegó al poder. Cinco meses después estalló la Guerra
Civil, en la que el general Franco lideraba a las fuerzas fascistas.
Cuando comenzó la guerra, Xirgu se
encontraba en América Latina donde actuaba y producía los dramas de García
Lorca. El plan era que el dramaturgo la alcanzara en México, pero estaba en
medio de la escritura de La casa de Bernarda Alba, su trágica
obra maestra, y además sufría por su amante, Rafael Rodríguez Rapún, por lo que
decidió quedarse en
España. En ese mes, agosto de 1936, unos soldados de Franco lo
encontraron en Granada y lo llevaron hasta un campo donde lo fusilaron.
Xirgu se enteró de la muerte de García
Lorca mientras se encontraba de gira en México, antes de una presentación
de Yerma, el drama de una mujer tan desesperada por tener hijos
que mata a su esposo en un arranque de furia. Asolada por la muerte de García
Lorca, Xirgu cambió el lamento de la mujer, que en el original dice: “Yo misma
he matado a mi hijo”, por: “Han asesinado a mi hijo”.
Cuando Franco tomó el poder, en 1939,
Xirgu vivía en Argentina. Como persona de izquierda y lesbiana, no podía
regresar a su país natal y esperar sobrevivir en medio de la dictadura.
Mientras estuvo en el exilio fundó compañías de teatro en Uruguay, Argentina y
Chile.
Igual que muchas lesbianas de ese
entonces, para ella el matrimonio fue una estrategia de supervivencia financiera
y cultural. Se casó dos veces: la primera con Josep Arnall, el hijo de una
familia encumbrada, quien murió en 1936, y cinco años después con Miguel Ortín,
un actor que luego se convirtió en el representante de su compañía. Entre un
matrimonio y otro, tuvo una relación con Irene Polo, una periodista catalana de
izquierda que la acompañó de gira y que se suicidó en 1942. Xirgu no tuvo
hijos.
En Buenos Aires, su puesta en escena del
drama de Camus El malentendido fue interrumpida durante la
dictadura de Perón, debido a su “inquietante desolación”, pero eso no le
impidió tratar de superar los límites establecidos. Sus producciones
experimentales fueron “una revelación” para el público, según escribe Catherine
Boyle, una académica que estudia la cultura de América Latina, “exponiendo el
subdesarrollo” de los teatros locales y la necesidad de escuelas modernas
de teatro en las universidades de Chile, Uruguay y otros lugares. Xirgu dirigió
la Comedia Nacional Uruguaya y la Escuela de Arte Dramático de Montevideo que
lleva su nombre.
Walter Vidarte, un actor uruguayo que
trabajó con Xirgu, dijo sobre su
impacto: “Cuando se unía su poesía con la de Lorca se convertía
aquello en algo enorme, excepcional, que paralizaba a la gente”.
Xirgu tenía la intención de regresar a
España en 1949, pero seguía siendo una paria política y, cuando la prensa
franquista se enteró de sus planes, atacó la idea. Murió en Montevideo veinte
años después, el 25 de abril de 1969, y sus restos se enviaron a su pueblo
natal en Molins de Rei en 1988, más de una década después de la muerte de
Franco.
Se dice que, antes de morir, dijo que
los griegos tenían razón: el exilio era el más terrible de los castigos.
Este obituario forma parte de Overlooked,
un proyecto de The New York Times que busca destacar las vidas de aquellas
personas que dejaron marcas indelebles en la historia, pero fueron ignoradas en
nuestras páginas al fallecer.
N.Y.T
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