domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (43)


“POR ABOMBAU”

Hombre que no tenía confianza en nada, aura que dice, Caralisa Brete, el casau con Gedentina Dolora, que se conocieron en una kermese cuando él iba trepando al palo enjabonado. Ya estaba por allá arriba, cuando mira pa abajo y la ve pasar a ella corriendo una carrera de embolsados. Le encantó tanto, que por primera vez se confió, se patinó de golpe por el palo y se enterró hasta los tobillos.

Cuando ella lo vio con la boca llena de espuma creyó que estaba rabioso de pasión y lo acetó. Caralisa Brete se la quería llevar pal rancho con bolsa y todo. Como ella le salió con que antes se tenían que casar, él se la llevó derechito pa la Iglesia. Cuando el cura la vio llegar a los saltos con la bolsa, les dijo que no podía casar con envase. Recién entonces el otro la desembolsó. Cuando la vio desembolsada le gustó más.

Después que los casaron se la llevó pa las casas, y pa la nochecita se tiró hasta el boliche El Resorte, a buscar fóforos. Como el boliche no tenía fóforos pa la venta, el pardo Santiago se ofreció pa prestarle un farol.

Muy desconfiado el otro, le contestó:

-Se le agradece, paisano, pero no quiero nada emprestau porque después suelen ir a buscar las cosas cuando la mujer está sola.

El pardo bajó medio vaso de vino, y sin mirarlo siquiera, comentó:

-Se la van a robar por abombau…

Caralisa Brete tenía la mujer encerrada. Al rancho le había puesto dos trancas del lau de afuera, pa que ella no saliera, y dos del lau de adentro, pa que naides entrara. Pa que la mujer no pidiera pa salir, inventó lo de la lluvia.

Primero contrató a un peoncito pa que le atendiera la bomba del agua, después puso una manguera que iba desde la bomba al techo del rancho, y al rato empezó a caer agua arriba del techo y la mujer comentó:

-Cosa linda la lluvia en el techo.

A la semana seguía cayendo agua y el hombre salía solo pa todos lados. Si la mujer le pedía que la llevara, él le contestaba:

-¡Pero mujer, con la lluvia que está cayendo mejor que no salgás, que yo ni demoro!

Al mes, el peoncito de la bomba seguía meta manija y arriba del techo meta agua.

Otra noche el hombre cayó por El Resorte a comprar fóforo, y como el boliche no tenía fóforo para la venta, la Duvija le preguntó:

-¿Y la mujer, don Caralisa, que no se ha visto?

-Allá está, en las casas, como siempre, ¿por…?

-Decía nomás.

-La mujer es pa estar en las casas y sanseacabó.

-Yo que usté, y desculpe, de tanto en tanto la sacaba a ventilar un poco, tanto como pa que no se le enllene de musgo y bichito e la humedá.

Caralisa Brete medio se ofendió, y dijo que él sabía muy bien manejar mujeres y que la mujer no era pa andar bolicheando y que encerrada a se iba a conservar mejor porque a veces los aires vienen dañinos, dijo.

El pardo Santiago, mientras bajaba medio vasito de tinto, comentó como pa entrecasa:

-Se la van a robar por abombau.

Como no había fóforo pa la venta, el hombre se quedó las horas discutiendo el asunto y tomando unas cañas. Se fue de madrugada, medio mamau, y como era muy disconfiau, pa que no le reventaran un higo en la nuca salió reculando.

Mamau y todo, cuando iba llegando al rancho lo supo todo clarito. La manguera desenchufada, las trancas por el suelo, la cartita arriba de la mesa: “Negrito querido, paró de llover”. Firmaban la mujer y el peoncito de la bomba.

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