domingo

ARIEL CUADRO “EL LENGUAJE ESCRITO NO SOLO MEJORA NUESTRO VOCABULARIO: MEJORA NUESTRO MODO DE PENSAR”



Ariel Cuadro es doctor en Psicología, dirige el Departamento de Neurocognición de la Universidad Católica del Uruguay y trabaja en el campo de la investigación en el área de la adquisición del lenguaje escrito y sus dificultades.
Recientemente colaboró con los voluntarios de Banco Itaú vinculados al programa “Leé para un niño” para visualizar los elementos a tener en cuenta a la hora de promover la lectura y así “optimizar al máximo las posibilidades del proyecto”.
Señala que las personas que deciden ser voluntarios en este tipo de iniciativas “están probablemente realizando una ayuda muy superior a lo que se imaginan” ya que con esta acción hacen posible que un niño “acceda a un instrumento que va a ser clave en su desarrollo futuro, tanto desde el punto de vista social, como cognitivo y afectivo”.
En relación al desarrollo neurológico en los primeros años de vida de un niño ¿qué importancia tiene la lectura y qué rol juegan los padres en la incorporación del hábito?
El gran salto en el desarrollo lingüístico de un niño se da cuando además del lenguaje oral adquiere el escrito. Estamos hablando de miles de palabras que se incorporan y por lo tanto este hecho tiene una gran influencia en la capacidad de conceptualizar y de pensar. En este sentido, hay un primer papel que juega la lectura de los padres hacia los hijos que es incentivar el desarrollo del vocabulario y del lenguaje en general. Hay una segunda parte que tiene que ver con el aprendizaje por imitación. Los padres se vuelven modelos en la iniciación al lenguaje escrito de los chicos y a su vez son un sostén en ese proceso. Nuestro cerebro sabe hablar pero no sabe leer; hay que enseñarle a leer. El lenguaje escrito requiere una enseñanza explícita, porque nuestro cerebro tiene que generar un conjunto de circuitos para transformar representaciones gráficas en sonidos.
¿La imitación se da en un espacio de lectura compartida entre padres e hijos o también en momentos de observación, cuando los niños ven a sus padres leer?
Las dos cosas. Cuando los padres leen los niños ven que la lectura juega un rol importante en la familia y en su contexto cercano. Aprenden a valorar y a darle un significado a las cosas de acuerdo a cómo las figuras referenciales de su entorno se las presentan. Cuando en una familia los chicos ven a sus padres leyendo, perciben que eso es algo valioso. Por otro lado la lectura misma de los padres a sus hijos los acerca a esa herramienta que aun no tienen y de algún modo se vuelven mediadores en el proceso.
¿A partir de qué edad es conveniente que los padres comiencen a leer a sus hijos?
Lo más temprano posible. El lenguaje oral se aprende por interacción y cuanto mayor espacio y tiempo de interacción haya mucho mejor. En edades tempranas con la lectura lo que se está incentivando es la comunicación oral. Y cuanto antes se da y se vuelve algo habitual, los niños más lo valoran. La lectura permite la repetición y eso es de enorme facilidad, sumado a que los cuentos impulsan la creatividad y la fantasía.
Y en relación a los espacios para la lectura ¿hay momentos que son más propicios que otros para ese encuentro entre padres e hijos a través del libro?
Hay momentos que se vuelven propicios por sí mismos de forma espontánea. Por ejemplo, si estamos viendo fútbol podemos aprovechar para leerle al niño algo sobre ese tema si le interesa. De esta forma entonces este se convierte en el momento propicio. Hay otras circunstancias donde uno puede generar ambientes que de algún modo también hagan a la valoración de esa actividad. Cuando los padres deciden leer en la noche, se le está dando un espacio de intimidad a la lectura, una valorización y un cuidado. La forma en la que uno se dispone para ese momento también es una forma de valorarlo. Entonces yo diría que es bueno a veces generar esos momentos y también estar dispuesto a responder cuando surge el interés del niño.
Trabajó en una investigación vinculada a la incidencia de la dislexia en niños que cursaban entre cuarto y sexto año de escuela. El estudio señala que en Uruguay hay un porcentaje de niños que se comportan como disléxicos a pesar de que neurobiológicamente no lo son ¿Cómo se explica este fenómeno?
La dislexia es un trastorno neurobiológico con un componente genético hereditario importante. Los estudios que hemos realizado de prevalencia de la dislexia como trastorno especifico de carácter neurobiológico, indican que estamos dentro de los parámetros que más o menos se manejan en el mundo, es decir entorno al 5%. Lo que ocurre en Uruguay es que tenemos un alto número de chicos, que puede llegar hasta un 12% aproximadamente, que se comportan como si fueran disléxicos pero no responderían a un trastorno neurobiológico. Es lo que yo llamo una especie de “dislexia cultural”. Tiene un origen ambiental que dificulta el dominio de la lectura, de forma tal que a la hora de ser evaluados se comportan como si fueran disléxicos. Ahí es donde tenemos una gran brecha. Entonces eso es lo que es significativo en Uruguay y que a su vez es consistente con lo que son las evaluaciones internacionales, que muestran un alto porcentaje de chicos que tienen dificultades en el manejo del código escrito.
¿Estos resultados que arrojó la investigación se cruzaron con datos sociodemográficos?
Sí. En general la variable que más pesa a la hora de explicar esas diferencias a nivel de desempeño lector es la variable socioeconómica. El mayor porcentaje de dificultades se da en contextos de niveles socioeconómicos más desfavorables, a tal punto que cuando hicimos por ejemplo los estudios de prevalencia en Uruguay, cuando uno controla la variable socioeconómica, el nivel de chicos con dificultades en lectura se comporta dentro de lo que sería esperable, que es entorno al 5%. El salto se produce cuando uno incorpora toda la población, incluida la de contextos más desfavorables. Ahí se produce ese aumento tan considerable. Cuando vemos al Uruguay en los resultados de las pruebas internacionales en muchos de los promedios quedamos relativamente bien, pero cuando lo analizamos en función de la distribución, tenemos una brecha enorme entre los que son buenos y los que tienen dificultades.

¿Cuáles son las variables que inciden en que los niños de contextos socioeconómicos más desfavorables tengan un peor desempeño lector?
Yo diría que hay dos grandes componentes que lo pueden explicar. Uno es lo que se llama ambiente alfabetizador y el otro es el educativo. Una persona aprende el lenguaje escrito cuando adquirió ciertas bases en el lenguaje oral. En general en contextos socioeconómicos desfavorables hay ciertas carencias desde el punto de vista del lenguaje oral. Nos encontramos con un vocabulario reducido, problemas desde el punto de vista del manejo, a lo que se suma a veces una falta de práctica o de incentivo de la lectura en el ambiente familiar. Es decir que en estos contextos se encuentra un ambiente desfavorable desde el punto de vista de la alfabetización.
¿Pero a su vez hay diferencias entre niños de esta misma población?
Sí. Por ejemplo se ha observado que la variable “educación de la madre”, tiene un efecto muy importante para explicar esa diferencia. O sea que cuando en un ambiente familiar la madre tiene un nivel de educación mayor, que promueve cierto manejo del lenguaje oral o del lenguaje escrito, se observan mejoras en esos chicos. En este tipo de familias muchas veces el nivel de educación de la madre marca ese contexto alfabetizador, entonces para mí un punto importante es este. Otro tiene que ver con la parte de la enseñanza del lenguaje escrito. Muchas veces en estos contextos, las exigencias que tienen los maestros en lo que tiene que ver con la atención y la contención social de esos mismos alumnos, insume tiempos y recursos que a veces van en detrimento de los espacios pedagógicos de enseñanza del lenguaje escrito. Porque es algo que requiere tiempo y entrenamiento para automatizar y así poder disfrutar de lo que se está leyendo. No tenemos que pensar en cómo leemos sino en lo que leemos. Cuando yo tengo que pensar en cómo leo, difícilmente disfrute de lo que estoy leyendo. El valor está finalmente en el significado; de lo contrario se vuelve una tarea tediosa. Es importante que el niño no esté pensando en cómo lee, sino que disfrute lo que está leyendo.
¿Cuándo un niño debería saber comprender y disfrutar lo que lee?
En un sistema alfabético como el nuestro que es diferente por ejemplo al inglés, donde hay una relación bastante más directa entre lo que es el signo gráfico y el sonido, se espera que entre primero y segundo año de escuela los niños logren un acceso. Es esperable que un niño en tercer año de escuela tenga un dominio bastante fluido de la lectura si se han dado buenas condiciones de enseñanza y un contexto estimulador y alfabetizador. Luego siempre tenemos diferencias individuales.

¿Existe una relación entre la conducta y el desarrollo del lenguaje?
El lenguaje es un regulador importante de nuestra conducta. Muchas veces cuando nos enojamos o vivimos situaciones de frustración, verbalizamos lo que sucede y ese es un recurso que tenemos. Nos permite ordenar nuestras emociones y jerarquizar una situación. Cuando un individuo tiene un bajo nivel de vocabulario dispone de menos recursos para llevar adelante ese proceso de regulación. Entonces es más probable que no disponga de elementos de control de su enojo y eso lo lleve a tener una actitud agresiva o a pasar directamente a la acción sin ninguna mediación. Cuando yo dispongo de un vocabulario muy limitado tengo pocos recursos, no solamente para poder comprender que es lo que me está pasando, sino también para prever los efectos.
Viendo este panorama donde las diferencias en niños de las mismas edades se hacen tan patentes en función de la variable socioeconómica ¿qué cosas se le ocurren que se podrían hacer a nivel educativo para incentivar la lectura en los niños?
Una de las primeras cosas es partir de la base que tenemos estas diferencias y eso supone generar estrategias de enseñanza y aprendizaje diferentes. Uno de los problemas que ha tenido tradicionalmente nuestro sistema, es suponer que cuando los niños llegan a determinado año de escolaridad, ya vienen con lo que deberían haber aprendido. Eso no pasa. Los que empiezan primer año de escuela no están todos en situaciones similares, entonces hay que pensar en un currículum flexible, que pueda atender esas diferencias. Si un chico viene con un vocabulario reducido, de un ambiente poco alfabetizador, habrá que dedicarle espacios y tiempos para poder trabajar. Entonces lo primero de todo es tener un sistema que tenga la suficiente flexibilidad para atender las individualidades y responder de acuerdo a esas diferencias. De lo contrario es como querer construir una casa sin haber atendido los cimientos y luego darnos cuenta que no todos los cimientos son iguales. La segunda, es la jerarquización para promover el lenguaje ya que requiere tiempo, espacio, y dedicación. Entonces habrá que sacrificar otras cosas. Cuando uno mira los países que tienen mejores desempeños a nivel de lenguaje escrito, en general en todas las etapas tempranas han tenido una enorme cantidad de dedicación de horas a la enseñanza y al aprendizaje en tiempo individual.
¿Hay niños en Uruguay que llegan al liceo sin saber leer?
Nos pasó en un centro en el interior que los chicos tenían mucha dificultad en lectura y vimos que al llegar a primero de liceo siguen con los cursos como si manejaran la lectura. Si un adolescente no puede leer con facilidad ¿cómo va a comprender un texto de biología con la dificultad de ese vocabulario? ¿Cómo va a leer un texto de historia y comprender, sacar conclusiones, hacer inferencias, si tiene una enorme dificultad para acceder al texto?¿Vamos a hacer como si leyeran? Entonces yo hago como que enseño y nos estamos mintiendo los dos. Pongámonos a trabajar primero en mejorar el nivel lector y después preocupémonos por el contenido.
¿Cuál fue su rol dentro del programa “Leé para un niño”?
Trabajé con quienes están vinculados al programa “Leé para un niño” para visualizar cuáles son los elementos que hay que tener en cuenta a la hora de promover la lectura y los aspectos que están implicados en su aprendizaje. El objetivo es optimizar al máximo las posibilidades del proyecto. El asunto no es solamente ir una vez a leer, sino convertir esos espacios en una práctica sistemática. No solo es el maestro el que tiene que incentivar la lectura. Por ejemplo en Massachusetts es muy frecuente que vayan grupos de voluntarios todos los días (padres, abuelos, tíos, vecinos, personas jubiladas) a leer a la escuela. Eso permite que todos los días en el aula los niños tengan una hora de tiempo de lectura.
¿Cuál es en su opinión el aporte social que hacen este tipo de propuestas de voluntariado vinculadas a la lectura?
Me parece que proyectos como estos que incentiven esa participación y le dan espacios a la lectura, es lo que tenemos que lograr. Si tenemos claro que lo que queremos es que los niños lean y que tengan una experiencia gratificante con la lectura, lo que tenemos que generar son esos espacios. Y para eso es necesario invertir todos los recursos que podamos. Esas personas voluntarias con su contribución están probablemente haciendo una ayuda muy superior a lo que se imaginan. Le están permitiendo acceder a un niño a un instrumento que va a ser clave en su desarrollo futuro, tanto desde el punto de vista social, como desde el punto de vista cognitivo y afectivo. El lenguaje escrito no solo mejora nuestro vocabulario, mejora nuestro modo de pensar. Expresar, poner en palabras lo que estamos sintiendo, nos permite comprendernos más. Se trata realmente de brindar una herramienta notable para el desarrollo humano.

(MEDIUM / 4-7-2018)

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+