domingo

CONFIESO QUE HE MORIDO (17) - HUGO GIOVANETTI VIOLA



primera edición WEB

DOS: LA REPÚBLICA DE LOS PINGÜINOS (2)
(el corralito secreto de los nuevos mafiosos)


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Isabelino Pena rogó:

-Guarda con el gusano loco, mijo.

La desembocadura del arroyo Maldonado fluorece como una Más Dimensión y siento que la polvareda de los pinares es un bálsamo heroico resoplado por los Regusci. La bicimoto corcoveó sobre el doble lomo del puente y el detective recién abrió los ojos cuando llegaron a Haras de la Barra.

-Ahí está la 4 por 4. Apagá y nos metemos a pata por el baldío.

Hay una sola luz que derrama sobre el prado del fondo, pero lo que estamos buscando cuelga entre los eucaliptos: Shirley y Renzo todavía se bambolean desnudos y moteados por la luna, mientras los grillos se agigantan hasta el taladramiento.

-No la toques -gritó el viejo.

Y corremos bordeando la piscina y lo único que descubrimos en el dormitorio iluminado es una cama muy revuelta llena de lamparones.

-Parecería que la ahorcó y se ahorcó, nomás -se acercó Isabelino Pena al teléfono.

-Aguantá. Dame un rato -casi sonríe Pablo. -Y si querés acompañame y ayudame pero sin órdenes. ¿Okey? Yo encaro con la cana.

Después buscaron un taburete y una cuchilla y volvieron al fondo para descolgar a Shirley.

-Ahora llamá tranquilo -la carga en brazos y se sienta a contemplarla el botija.


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Isabelino Pena le aclaró al Inspector Comisario:

-Fue una corazonada. No es que ande revolviendo por la libre ni haciéndome el Peter Sellers. Lo que nos interesa es la película, nomás.

-Pero el otro día armaron un quilombo terrible -me sirve café el hombre de bigotes cansados. -Aquí hay mucha presión. Tenemos casi todo a la vista pero casi nunca podemos hacer nada. Y si todavía se meten a guapear los barrabrava de Liverpool chau mi plata.

-¿Y qué hay de la timba VIP?

La mirada eternamente en guardia del oficial no pudo disimular una implosión:

-Tráigame un video. Yo le doy mi palabra de que en una hora está disposición del Ministro del Interior, los diarios y los canales. Pero tráigame un video. ¿Sabe cómo nos tiene la blableta?

-Me imagino.

-No creo que se imagine. ¿Sabe lo qué es soñar todos los santos días con los quince micrófonos uruguayos y argentinos que tengo que atender por las buenas? Y si embocamos una no le interesa a nadie. El gobierno quiere que arreglemos todo y la oposición y la prensa que no arreglemos nada.

-Ta. Pero no me grite.

El hombre trata de sonreír acariciándose el anillo de compromiso:

-¿Vio cómo las hicieron desfilar a la Shirley y a la Gabi en la fiesta del Six? Agarrándose los pechos desnudos. Para que los karatekas se cuzquearan mejor. ¿Vio una revista argentina donde sale una actriz en esa pose pero embarazada de nueve meses?

-Va a haber un Hombre Nuevo, no se preocupe.

-Claro. ¿Usted es loco en serio?

-Loco en broma, Inspector. Pero Hombre Nuevo en serio.

-Ta. Entonces convénzame al botija de que tiene que dejar de mirar a la Virgen, como le dicen ustedes. Si lo sacamos a la fuerza capaz que arma un escándalo.

-Y yo quisiera estar al tanto de la indagatoria. ¿Lo jodería demasiado si le pego algún fonazo?

-No. Además me sirvió mucho el dato de los gurises preparados. A mí lo único que me jode de verdad es que me apunten a la cabeza con un micrófono. Pero llévese al Pato que ya vino el forense, por favor. Y mándele saludos a la Pantera Rosa.


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Isabelino pena le confesó al padre Iván:

-No esperaba un sermón tan hermoso.

El hombre-muchacho de cara muy poceada cuelga la sotana y me pide que lo acompañe a la cocina:

-Y sin embargo no me animé a decir lo que verdaderamente importaba de la Shirley.

-No te preocupes. Yo lo puedo poner en un libro.

-Es muy fuerte -se encaja la bombilla como si fuera un chupete Iván. -Es verdaderamente indecente.

-Mejor. Así es lo santo.

El cura cargó el termo con hielo y volvió a cebar.

-¿Tereré? Tiene menta y hierbabuena. Aunque a los uruguayos no les gusta.

-Lo que nos les gusta a los uruguayos es lo santo. ¿La Shirley se confesaba contigo?

-No. Charlábamos, nomás. Desde que yo era seminarista.

Y recién cuando la cara se le pone dorada me doy cuenta que la depresión congénita ya no lo derrota:

-Ella sentía que muchos hombres de parecían a Jesús. Y después del sexo se les quedaba sentada sobre el falo y les acariciaba la nuca. Desde chica. Imagínesela acariciando al monstruo que la mató. O al Bambino.

-¿Pero eso lo hacía con todos?

-Al final podía hacerlo con todos. Era como una técnica de sanación.

-¿Y cómo ibas a decir eso en la misa, muchacho? -le apretó un hombro el detective al párroco. -Mejor te dejo solo.

-Tendría que haberlo dicho -chilla cuando ya taconeo sudadamente por el corredor.


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Isabelino Pena preguntó:

-Y el Pato.

-En mi cama. Todavía me la usa -martillea milanesas la mujer cianótica. -La misa lo mató. ¿Un vinito?

Se sentaron en el comedor apenas iluminado por el soplo mercurial de la plaza y ella demoró en suspirar:

-Nunca más tuve un hombre después que mataron a Leonardo. ¿Qué me puede haber visto el Peteco, don Coso?

-Para él eras el alma de la humanidad.

-No me sigan tomando el pelo, por favor -se cuelga el pucho para arrancarse asco de las falanges. -Yo enterré el traje de novia de mi abuela en un jardín cuando tenía diez años y chau vidita.

-Es tuya.

-No me hablés a lo crack.

-La salvación es tuya. Aprendé a frotarte sola si Dios te abandonó, carajo.

El humo siguió remolineando con regularidad entre la luciérnaga del Nevada y el farol de la vereda.

-Ta. Entonces la humanidad se jodió en serio -casi canturrea Mariana.

-Vos sabrás.

-Yo lo que sé es que ustedes como detectives son peores que el vejerto de La pistola desnuda. Porque si no se dieron cuenta que lo de la barra fue una vendetta tendrían que hacer un curso.

-Y vos cómo sabés eso.

-Los poetas batimos testículos, empanamos cadáveres y freímos el amor -volvió rejuvenecidamente la mujer a la cocina. -Pero cazamos todo.

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