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HORACIO CAVALLO “LA HOJA EN BLANCO ESPERA QUE UNO LE VAYA QUITANDO EL BLANCO DE A POCO”


por Viviana Negredo

Horacio Cavallo (Montevideo, 1977) escribe cuentos, novelas y poemas, pero también dicta talleres literarios y ha sabido ejercer diversos oficios. Su novela ‘Invención tardía’ (Estuario, 2015) acaba de recibir el Tercer Premio Anual de Literatura del MEC. A poco de publicar ‘Los dorados diminutos’, con ilustraciones de Matías Acosta, HOY CANELONES dialogó con este inquieto hacedor para conocer un poco más de su trabajo con la escritura.

¿Un poeta que escribe novelas o un novelista que también escribe poesía? ¿Cómo le gusta verse ante el acto creativo?

Es extraño. Uno se pone a pensarlo en situaciones como esta, en la que hay una interpelación, el resto del tiempo se olvida, porque ambas cosas están incorporadas. Yo soy varias cosas juntas: soy padre, soy hermano, soy hijo y puedo serlas todas a la vez. No me siento más hijo que padre. Con la poesía y la narrativa me pasa algo parecido: tengo ambos registros incorporados y salto de uno al otro un poco de manera inconsciente. Los disfruto de la misma manera y los utilizo de acuerdo a la necesidad del texto en el que vaya a trabajar.

Hábleme de ‘Los dorados diminutos’, su más reciente libro…

Es una novela en verso, compuesta por sesenta sonetos y sesenta ilustraciones de Matías Acosta en técnica mixta. Un libro objeto, de tapa dura, que dialoga con ‘El gran surubí’, una novela en sesenta sonetos que publicaron hace unos años Pedro Mairal y Jorge González. Fue publicado gracias a los Fondos Concursables del MEC, ya que de otra manera era imposible que un editor quisiera invertir en un libro de poesía ilustrada. A Matías y a mí nos interesó mucho ‘El gran surubí’ y decidimos continuar esa historia, o bien, ambientar una historia que se cruzara con la original, tomando como referencia los estilos de Pedro y Jorge, y adaptando los nuestros hacia ese lugar. Lo disfruté mucho por las referencias que aparecen de personajes de ambas orillas, o bien de nuestra idiosincrasia, a veces con humor, otras con dolor. Nunca había escrito una serie de poemas en verso que contaran una historia. Lo había hecho con unas décimas pero eran ocho o nueve. Esto fue una experiencia de meses pensando en endecasílabos.

¿Y por qué el soneto?

Me gustan mucho las formas métricas establecidas: décimas, silvas, sonetos… La poesía vinculada a su origen, a la música. El soneto me parece una forma métrica comparable al pionono. Depende de con qué se rellene para que pueda gustar o no. Hay un rechazo hacia el soneto muchas veces por la forma, por vincularlo a lo alambicado, a lo artificial. Sin embargo, hay  sonetos de Pedro Mairal, los pornosonetos, o de Joaquín Sabina, o de Jorge Meretta, el Bocha Benavídez, Álvaro Figueredo o de un tal Shakespeare (por armar un panorama realmente variopinto), y cada uno de ellos tiene una manera de rellenarlo muy particular y muy interesante.

¿Dónde encuentra la inspiración para escribir?

No hay inspiración. Hay días mejores y días peores. Si la encuentro en algún lado es en el trabajo continuo. Cuanto más se trabaja, más chance hay que las cosas salgan, de que la máquina esté aceitada. En relación a los temas: uno no se los plantea. Yo, por ejemplo, no me digo: hoy voy a empezar una novela que hable del desamor, o de las injusticias del mundo. Uno empieza una historia y en esa historia se desarrolla una trama, y por debajo van apareciendo cosas que uno tiene para decir (y que por lo general desconoce) y que dice de esa manera, usando a esos personajes que probablemente den cuenta del desamor o de las injusticias.

¿Cuáles son sus mañas o manías a la hora de escribir? Son diferentes, supongo, las disposiciones ante la hoja en blanco cuando escribe un poema que cuando desarrolla un cuento o trabaja una novela…

No tengo muchas manías. Al revés de como uno espera: cuanto más viejo más maniático. Antes escribía menos, en momentos puntuales, fumaba por lo general, me gustaba tener una grapa servida. Ahora a veces tomo algo, o como algo, o pongo música, pero otros días escribo rodeado de silencio. Por lo general mis manías serían un lugar con luz natural y preferentemente silencioso. Aunque si es una casita frente al mar, doy fe de que el rumor del mar no va a molestarme (digo, por si alguien quiere prestarme alguna). En relación al verso o a la prosa, la hoja en blanco funciona de la misma manera. Está ahí, a la espera de que uno le vaya quitando el blanco de a poco.

Es uno de los autores jóvenes que más premios a obtenido en los últimos años… ¿Qué cosas le han traído los premios?

Los premios ayudan para ganar visibilidad entre las trescientas personas que compran literatura de ficción en nuestro país, y de agarrar algún manguito que siempre viene bien para ponerse al día con alguna cuenta. El reconocimiento es siempre una alegría cuando el trabajo que uno realiza es por lo general en solitario y mal pago.

¿Se siente inserto en algún tipo de circuito literario, si es que existe tal cosa en Uruguay?

Bueno, creo que esas trescientas personas que compran literatura de ficción son el circuito literario. Me siento inserto en ese circuito hoy en día, después de unos cuantos libros publicados, pero no me siento parte de una corriente específica, de lo que sería una generación. Es decir, siento que hay una generación de tipos cercanos a los cuarenta donde se está escribiendo mucho y bien. Eso me alegra. Pero es cierto que no hay una cuestión estética que nos reúna. En ese sentido, no funcionamos como generación más que en lo etario.

Está comenzando por estos días un taller de poesía en la librería Escaramuza. Motive a los potenciales talleristas a asistir…

Será un taller mensual, los jueves de febrero de 19 a 21 hrs. La idea es hacer foco de manera intensiva en la versificación, trabajando haikus, senryus, limericks, sonetos y décimas. Los motivo a llevar los dedos de las manos para contar sílabas durante un rato. La librería es muy agradable, y será un gusto que nos acompañen. He trabajado esto mismo en el taller de la Casa de los Escritores en períodos de tiempo más extensos, y me gustó la idea de probar un intensivo para los que dicen que en verano nunca pasa nada. Que pasen poemas.

Cuente que anda escribiendo por estos días…

Estoy acercándome al final de una novela y retocando algunos poemas para la edición que hará Editorial Lisboa, en Buenos Aires, de mis dos libros de poesía publicados y uno inédito. Llevará por título ‘Luz de última hora’ y sale en abril. De la novela, por cábala, no diré ni mu. Lo más probable es que este año esté en la calle también. La novela, digo.

Sabemos que es usted un degustador de tangos… Recomiendo algunos, por favor…

Algunos de mis preferidos son: ‘Mi loco bandoneón’, ‘Naranjo en flor’, ‘La última grela’, ‘Libertango’, ‘Desencuentro’, y ese himno discepoleano que por eso mismo no pierde vigencia y que comienza: “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé…”


(HOY CANELONES / 18-1-2018)

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