domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (31) - SAN JUAN DE LA CRUZ


14 / Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface grandemente y regala la substancia de el alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o toque, “aires amorosos”; porque (como habemos dicho) amorosa y dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual se deriva en el entendimiento el silbo de la inteligencia. Y llámase “silbo”, porque así como el silbo de el aire causado se entra agudamente en el vasillo del oído, así esta subtilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la subtancia de el alma, que es muy mayor deleite que todas las demás. La causa es, porque se le da substancia entendida y desnuda de accidentes y fantasmas, porque se da al entendimiento que llaman los philosophos pasivo o posible, porque pasivamente, sin él hacer nada de su parte, la recibe; lo cual es el principal deleite de el alma, porque es en el entendimiento, en que consiste la fruición (como dicen los theólogos) que es ver a Dios. Que, por significar este silbo la dicha inteligencia substancial, piensan los teólogos que vio nuestro padre Elías a Dios en aquel silbo de aire delgado que sintió en el monte a la boca de su cueva. Allí le llama la Escritura (3 Reg. 19.12) “silbo de aire delgado”, porque de subtil y delicada comunicación de el espíritu le nacía la inteligencia en el entendimiento; y aquí le llama el alma “silbo de aires amorosos”, porque de la amorosa comunicación de las virtudes de su Amado le redunda en el entendimiento, y por eso le llama “silbo de los aires amorosos”.

15 / Este divino silbo que entra por el oído de la alma, no solamente es substancia (como se ha dicho) entendida, sino también descubrimiento de verdades de la divinidad y revelación de secretos suyos ocultos; porque, ordinariamente, todas las veces que en la Escriptura divina se halla alguna comunicación de Dios que se dice entrar por el oído, se halla ser manifestación de estas verdades desnudas en el entendimiento o revelación de secretos de Dios; los cuales son revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan al alma, sin servicio y ayuda de los sentidos. Que, por eso, para dar a entender San Pablo la alteza de su revelación, no dijo “Vidit arcana verba”, ni menos. “gustavit arcana verba”, sino “audivit arcana verba, que(a)e non licet homini loqui”. Y es como si dijera: “Oí palabras secretas que al hombre no es lícito hablar” (2 Cor. 12,4). En lo cual se piensa que vio a Dios también, como nuestro Padre Elías en el silbo. Porque así como la fe, como también dice San Pablo, es por el oído corporal (Rom. 10,17), así también lo que nos dice la fe, que es la substancia entendida, es por el oído espiritual. Lo cual dio bien a entender el profeta Job, hablando con Dios, cuando se le reveló diciendo: “Auditu Auris audivi te, nunc autem oculus meus videt te”; quiere decir: “Con el oído de la oreja te oí, y ahora te ve mi ojo” (42,5). En lo cual se da claro a entender que el oillo con el oído de el alma es vello con el ojo del entendimiento pasivo, que diximos; que por eso no se dice: “oite con el oído de mis orejas, sino “de mi oreja”; ni “te vi con mis ojos, sino “con mi ojo”, que es el entendimiento. Luego este oír de la alma, es ver con el entendimiento.

16 / Y no se ha de entender que esto que la alma entiende, porque sea substancia desnuda (como habemos dicho), sea la perfecta y clara fruición, como en el cielo, porque, aunque es desnuda de accidentes, no es por eso clara, sino escura, porque es contemplación, la cual es en esta vida, como dice San Dionisio, rayo de tiniebla; y así podemos decir que es un rayo e imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento, en que consiste la fruición. Esta substancia entendida, que aquí llama el alma silbo, es “los ojos deseados”, que descubriéndoselos el Amado dixo -porque no los podía sufrir el sentido-: “Apártalos, Amado.”

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