lunes

SAÚL IBARGOYEN DESPIDE EL AÑO


(dos poemas escritos en las últimas horas de 2017)

CEGUERA

"Lo visible del Todo se oculta en el
sediento grandor de lo pequeño."
JENOFONTE EL SOMBRÍO

Las manos del Padre de la sombra
tocan olores de tripas de palomas
y corderos
ofrecidas en espléndidos hoteles
y mansiones de fornicio junto al mar.
Como aquel niño de que hablamos
la ciudad quemada por múltiples aires
siembra límites de piedra escarlata
combate la ascensión de volátiles playas
 y se aferra al verdor que vive de la luz.
 ¿Es todo esto todo lo que vemos?
 ¿Qué nos dicen las secas manos
de un simple señor ciego
que rasca y revuelve
la podredumbre de ojos cejas pestañas
como un lodo blanco que fluye
desde la tiniebla inicial adonde nacen todas las cosas?
Pero no hay respuesta pues ese mortal
que nada de lo externo ve
nada tampoco puede escribir
aunque mueve figuras en un ámbito sin horas
y con pies sin sandalia cambia los sitios
de la arena la basura y el polvo
para construir casas deshabitadas
flores inconexas
animales que se cruzan con lo humano
y también derramados caminos
que suben y bajan
como suelen proponer todos los caminos.
El frío inevitable indicará
el momento de dormir
en un sueño de dolida soledad:
un sueño sordo y silencioso
al amparo de un lecho
de mantas lastimadas y tablas sin pulir.
Y el durmiente en su reposo encuentra
el resplandor total
que los dormidos mortales
jamás podrán ver.    


LA CAMISA                 

"El todo, como todo lo llena, no puede
crecer ni moverse, solo sus innumerables
partes que luchan con el tiempo." 
NAUSIDORO

La expansión del verano
es una mezcla
de otros estiajes
cuya memoria se extravió
en almanaques
hundiéndose en sí mismos.
En este mediodía traslúcido
una camisa solitaria fue impulsada
por feroces fotones:/ huyó así del tendedero
y su blancor ha perturbado
los ritmos del viento.
Una camisa de brazos abiertos
buscando un hueco de quietud
en las alturas transparentes
tocadas de gris.
Hubo súbitos reflejos
átomos sueltos de dorada palidez
espasmos de luz que nadie pudo soportar.
Y todos los ojos disponibles revisaron
por mera seguridad o cobardía
dineros de bolsillo
y mágicas tarjetas.
Nadie pudo tolerar la pureza
de una vulgar camisa vacía
y alguien ordenó a la soldadesca
disparar de inmediato
contra aquella rara nave extranjera.
La ciudad ensombreció bajo la pólvora
un hedor de veneno
destruyó a los pájaros.
Horas después
al siguiente año
los coros de borrachos
las torpes blasfemias
y el grito de las bestias
soltaron sobre las calles
su espuma de inmundicia.   

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