domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (25) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 12

Apártalos, Amado,
que voy de vuelo
ESPOSO
              Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.

DECLARACIÓN (1)

1 / En los grandes deseos y fervores de amor, cuales en las canciones pasadas ha mostrado el alma, suele el Amado visitar as su esposa alta y delicada y amorosamente y con grande fuerza de amor; porque, ordinariamente, según los grandes fervores y ansias de amor que han precedido en el alma suelen ser también las mercedes y visitas que Dios la hace, grandes. Y, como ahora el alma con tantas ansias había deseado estos divinos ojos que en la canción pasada acaba de decir, descubriole el Amado algunos rayos de su grandeza y divinidad, según ella deseaba. Los cuales fueron de tanta alteza y con tanta fuerza comunicados, que la hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasis; lo cual acaece al principio con gran detrimento y temor de el natural. Y así, no pudiendo sufrir el exceso en sujeto tan flaco, dice en la presente canción: “Apártalos, Amado”, es a saber, esos tus ojos divinos, porque me hacen volar, saliendo de mí a suma contemplación sobre lo que sufre el natural. Lo cual dice porque le parecía volaba su alma de las carnes, que es lo que ella deseaba; que por eso le pidió que los apartase, conviene a saber, dejando de comunicárselos en la carne, en que no los puede sufrir y gozar como querría, comunicándoselos en el vuelo que ella hacía fuera de la carne. El cual deseo y vuelo le impidió luego el Esposo, diciendo: “Vuélvete, paloma”, que la comunicación que ahora de mí recibes aun no es de ese estado de gloria que tú ahora pretendes, pero vuélvete a mí, que soy a quien tú, llagada de amor, buscas; que también yo como el ciervo, herido de amor, comienzo mostrarme a ti por tu alta contemplación, y tomo recreación y refrigerio en el amor de tu contemplación. Dice, pues, el alma al Esposo:

Apártalos, Amado.

2 / Según hemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que tenía de estos divinos ojos, que significan la Divinidad, recibió de el Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que la hizo decir: “Apártalos, Amado”. Porque tal es la miseria de el natural en esta vida, que aquello que a la alma les es más vida y ella con tanto deseo desea, que es la comunicación y conocimiento de su Amado, cuando se le vienen a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida, de suerte que los ojos que con tantas solicitud y ansias y por tantas vías buscaba, venga a decir cuando los recibe: “Apártalos, Amado”.

3 / Porque es a veces tan grande el tormento que se siente en las semejantes visitas de arrobamientos, que no hay tormento que así descoyunte los huesos y ponga en estrecho al natural, tanto que, si no proveyese Dios, se acabaría la vida. Y, a la verdad, así le parece al alma por quien pasa, porque siente como desasirse el alma de las carnes y desamparar al cuerpo. Y la causa es, porque semejantes mercedes no se pueden recibir muy en carne, porque el espíritu es levantado a comunicarse con el espíritu divino que viene a la alma, y así por la fuerza ha de desamparar en alguna manera la carne; y de aquí es, que ha de padecer la carne -y, por consiguiente, el alma en la carne- por la unidad que tienen en un supuesto. Y, por tanto, el gran tormento que siente el alma al tiempo de este género de visita, y el gran pavor que le hace verse tratar por vía sobrenatural, la hacen decir: “Apártalos, Amado”.

4 / Pero no se ha de entender que, porque el alma diga que los aparte, querría que los apartase, porque aquel es un dicho de el temor natural, como habemos dicho; antes, aunque mucho más la costase, no querría perder estas visitas y mercedes de el Amado, porque, aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento sobrenatural a gozar de el espíritu de el Amado, que es lo que ella deseaba y pedía. Pero no quisiera ella recibirlo en carne, donde no se puede cumplidamente, sino poco y con pena, mas en el vuelo de el espíritu fuera de la carne, donde libremente se goza. Por lo cual dijo; “Apártalos, Amado”, es a saber, de comunicármelos en carne.

Que voy de vuelo.

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