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CONCEPCIÓN COMPANY - DEBATE URGENTE: ¿TIENEN ARREGLO LOS MACHISMOS DEL CASTELLANO?


por Ezequiel Viéitez
“Dirán: ‘Esta señora que es mujer no es solidaria con nosotras’ y, los hombres, que ‘esta señora está denunciando una desigualdad social muy grande’. Nadie se irá contento”, advierte la lingüista Concepción Company, preparada para la polémica. Integra El Colegio Nacional de México -una institución pública que reúne a intelectuales del país- y es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. ¿O debería escribir miembra? Su ponencia para presentar en la 31a. Feria del Libro de Guadalajara se tituló: “¿Es sexista la lengua española?”, una pregunta machacona de los últimos años. En el último tramo de la feria, nos acercamos a ella para ampliar el análisis.
Company piensa que no es sexista, aunque “sin dudas vivimos en una sociedad machista”. Pero dice que nuestra lengua se compone de una acumulación de tradiciones históricas y que, para permitir que siga funcionando como tal, no deben acelerarse demasiado algunos cambios. ¿Por qué? “La gramática, si la tocas mucho, la descompones, porque la gramática es un repositorio histórico. Si queremos forzar sus mecanismos, estamos generando una gramática anómala”. Para esta especialista, algunos intentos de visibilizar la igualdad de género pueden terminar en la intrascendencia o en el empobrecimiento del idioma. Sí, hay polémica.
Ella, se ajusta el cinturón y enciende su motor, verborrágica: “En un manual que publicó la Secretaría de Gobernación en México, una recomendación para el uso ‘correcto’ del lenguaje, se señala que si decimos: “Todos tenemos sentimientos” es sexista. ¡¡¡Qué tontería es esa!!! Hay que dejar claro que en este caso el masculino no refiere al sexo, refiere a una marca gramatical, se llama género no marcado, porque es indiferente al sexo. Si tu me preguntas cuántos hijos tengo, no excluyes a mis hijas. La prueba de que no refiere al sexo es que ante la pregunta: “¿Está enferma María?”, la respuesta puede ser “sí, lo está”, contestas con “lo”. En gramática, el género no corresponde al sexo”.
Imparable, explica que muchas lenguas originarias de América y de otras partes del mundo no distinguen el género, lo que sí sucede en el español. “El finlandés no tiene diferenciado el género, como ejemplo, separar “el” de “ella” o marcar la diferencia de un objeto entre “blanco” o “blanca”, entonces las feministas dicen ¡claarrooooo! Perfectooo... han logrado eliminar las distinciones sexistas... El turco tampoco tiene esa diferenciación del género. Pero, ¿han logrado en Turquía eliminar las distinciones sexistas? El persa, tampoco tiene género... No sólo no han logrado eliminar las distinciones, ni siquiera tienen visibilidad las mujeres: las tapan o se tapan, porque si no las lapidan”.
Company cuestiona con fuerza y, enseguida, aclara: “Somos seres históricos gracias a que tenemos gramática, somos seres humanos gracias a que tenemos sintaxis”. Explica que eso nos permite transmitir conocimientos entre generaciones y registrar hechos. “Primero eduquemos, creemos igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, y dejemos de lado tonterías como ‘el perro y la perra son el mejor amigo y amiga del hombre y la mujer”, señala al borde del enojo.
La especialista sostiene que esos “desdoblamientos” en los sustantivos atentan contra la posibilidad de usar frases genéricas -”el perro es el mejor amigo del hombre”-, contra la economía de lenguaje -herramienta valorada en la literatura- y contra la capacidad de abstracción.
Usted señaló que el lenguaje es una acumulación de costumbres históricas, que muchas de sus formas fueron decisiones arbitrarias, pero que con el tiempo se transforma e incorpora cambios sociales. ¿No cree que ya se están dando muchos de esos cambios?
Evidentemente se están produciendo y muy interesantes. Si yo en el español actual digo: “Te presentaré a mis padres”, mi inferencia es que no necesariamente se trata de hombre y mujer. También pueden ser dos hombres o dos mujeres. En ese caso, no hay ningún problema.
¿Es correcto según la gramática expresar “los trabajadores y las trabajadoras”?
Es correcto, aunque antieconómico. ¿Y por qué ‘los trabajadores’ primero en la oración y no al revés? Imaginate la extensión de los letreros en las calles si en todos los mensajes se hiciera esa distinción exhaustiva... Sí debo aclarar un error, el de decir “los y las trabajadoras”, que es un verdadero dislate gramatical. ¿Qué pasa con ‘los’? Queda flotando en el aire porque necesita su sustantivo.
En el lenguaje de las redes sociales suele leerse, por ejemplo, “lxs vecinxs”, para evitar “los vecinos y las vecinas”...
Si socialmente todos estuviéramos de acuerdo pasaría a ser correcto, pero es impronunciable. Carece de pauta fonológica en la lengua española, porque no tenemos ninguna sílaba que contenga tres consonantes, a diferencia del checo, por ejemplo. Mi predicción es que nunca se impondrá.
¿Y que pasa con el famoso “presidente” y “presidenta” en el caso de una mandataria? Según las reglas de la gramática, es admisible esa diferenciación, señala la especialista. Pero Company insiste en que trastocar el uso de la lengua es equivocar el punto de atención.
“La lengua se transformará cuando se transformen nuestras sociedades”, establece. Y pone un ejemplo de cambios que sí se asentaron paulatinamente. “Hace unas décadas, nadie decía ‘la jueza’, se decía ‘la juez’. Hoy, sin embargo, ya es de uso común. Pero ninguna cantante quiere que la llamen “cantanta”. Hay un carácter histórico, valorativo y arbitrario en el uso del idioma”, insiste. Otro ejemplo, la palabra canciller. ¿Alguien cita a Angela Merkel como la cancillera alemana?
La mirada de Company se centra en las reglas de la gramática. No niega que nacieron en una cultura machista -a la que cuestiona-, pero tampoco cree que sea posible trastocar el idioma radicalmente.
Clarín buscó en el campo de la literatura otra opinión: el escritor y crítico literario peruano Julio Ortega, que acaba de presentar en Guadalajara un nuevo libro: Imagen y semejanza de Carlos Fuentes.
Para Ortega, “la lengua española, de todos los lenguajes modernos, es la que está más cargada de un peso ideológico tradicional”. Y cree que en su origen estuvo caracterizada por el machismo, la discriminación y la falta de apertura.
Agrega: “Yo creo que gracias a la literatura ha habido un proceso de radical purga y crítica de esa ideología intrínseca tradicional que está en el español”. Pero aclara que hoy en día existen “muchos españoles” y en Latinoamérica, el uso que se le dio a nuestra lengua, apoyado en la creatividad del habla popular, la volvió más amable. Va un ejemplo: “En el español de España la palabra “yo” es un puño sobre la mesa, un uso enfático, en nuestro español americano “yo” tiene un uso más empático, más modesto”.
En un artículo publicado años atrás, Ortega se había referido a este punto y señalaba que la frase en alguna época habitual “porque yo lo digo” reflejaba una manera de construir la identidad a expensas del otro. Aunque con un espíritu fuertemente crítico de la historia del idioma español, encuentra un punto de conexión con los dichos de Company. Cree que la transformación, en todo caso, podrá llegar con el cambio en la realidad social.
Le pregunto si es válido, más inclusivo, el uso que se popularizó del “todos y todas” en nuestra región, para señalar un caso concreto: “Yo creo que no, porque es la búsqueda de una solución burocrática. La lengua no trabaja bien así. Crea una cosa artificial a nombre de una buena conciencia o de lo políticamente correcto”, opina.
Después lanza un llamado de atención, válido para atender en la era del marketing: en su opinión, “hay un lenguaje aparentemente justo que se impone, entonces vivimos en un lenguaje artificioso que aparentemente salda las brechas, pero que en realidad las encubre”.

(Clarín / 3-12-2017)

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