domingo

LECCIONES DE VIDA (72) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


9 / LA LECCIÓN DEL ENFADO (3)

Por desgracia, muchos de nosotros ya no escuchamos su mensaje, y con frecuencia no sabemos cómo sentirlo. Cuando preguntamos a alguien que está enfadado cómo se siente, la respuesta empieza muchas veces con “Creo que…”, una respuesta intelectual a una pregunta emocional. Esta clase de respuesta proviene de la mente, no de las tripas.

Tenemos que ponernos en contacto con lo que sentimos en nuestro abdomen. A algunas personas esto les resulta muy difícil, y cerrar los ojos mientras colocan una mano sobre el estómago les sirve de ayuda. Esta simple acción les permite contactar con lo que sienten, probablemente porque utilizan el cuerpo, y no sólo la mente. En la sociedad actual, ponernos en contacto con nuestros sentimientos constituye una idea extraña. Nos hemos olvidado de que sentimos con el cuerpo, y separamos la mente de las emociones. Estamos tan acostumbrados a que sea nuestra mente la que prevalezca que nos olvidamos de nuestros sentimientos y nuestro cuerpo. Fijémonos si no en todas las veces que empezamos una frase con la expresión “Creo” en lugar de con “Siento”.

El enfado nos indica que no hemos solucionado nuestro dolor. El dolor es una herida actual, mientras que el enfado es, con frecuencia, una herida que no ha sanado. Si acumulamos heridas y no las afrontamos, nuestro enfado crece. Y si acumulamos muchas, nos resultará difícil distinguir las unas de las otras, y al final incluso nos costará reconocer que tenemos enfado. Estaremos tan acostumbrados a vivir con ese sentimiento que creeremos que forma parte de nuestro ser, empezaremos a considerarnos malas personas y el enfado llegará a formar parte de nuestra identidad. Debemos emprender la tarea de separar nuestros viejos sentimientos de nuestra identidad. Debemos despojarnos del enfado para recordar nuestra bondad y quiénes somos.

Además de enfadarnos con los demás, nos encolerizamos con nosotros mismos por cosas que hemos hecho o no hemos hecho. Nos enfadamos porque consideramos que nos hemos traicionado a nosotros mismos, a menudo por querer complacer a los demás y a expensas de nuestros sentimientos. Nos enfadamos cuando no respetamos nuestras propias necesidades y deseos. Nos enfadamos con los demás porque no nos dan lo que merecemos, pero no nos damos de que, en realidad, estamos enfadados con nosotros mismos por no saber cuidarnos. En ocasiones somos demasiado obstinados y no admitimos que tenemos necesidades, porque en nuestra sociedad tener necesidades equivale a ser débil.

Cuando dirigimos el enfado a nuestro interior, a menudo se manifiesta en forma de sentimientos depresivos y de culpabilidad. El enfado que mantenemos en nuestro interior cambia nuestra percepción del pasado y distorsiona nuestra visión de la realidad actual. Este enfado antiguo se convierte en una cuestión pendiente no sólo con los demás, sino también con nosotros mismos.

En general, tendemos a irnos de un extremo al otro: reprimimos nuestros enfados y los dejamos explotar culpando a los demás y a nosotros mismos. No nos permitimos expresar el enfado de una forma natural, así que no es extraño que lo consideremos algo malo, ni es de extrañar que pensemos que aquellos que gritan tienen mal carácter. Pero el mero hecho de no gritar no significa que estemos en paz o que no estemos enfadados.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+