domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (10) - SAN JUAN DE LA CRUZ


5 / En los cuales versos pone los tres enemigos de la alma, que son mundo, demonio y carne, que son los que hacen guerra y dificultan el camino. Por las “fieras” entiende el mundo, por los “fuertes” el demonio, y por las “fronteras” la carne.

6 / Llama “fieras” al mundo, porque al alma que comienza el camino de Dios parécele que se le represente en la imaginación el mundo como a manera de fieras, haciéndole amenazas y fieros. Y es principalmente en tres maneras: la primera, que le ha de faltar el favor del mundo, perder los amigos, el crédito, valor y aun la hacienda; la segunda (que es otra fiera no menor), que cómo ha de poder sufrir no haber ya jamás de tener contentos y deleites del mundo y carecer de todos los regalos de él; y la tercera es aun mayor, conviene a saber, que se han de levantar contra ella las lenguas, y han de hacer burla y ha de haber muchos dichos y mofas, y le han de tener en poco. Las cuales cosas de tal manera se les suelen anteponer a algunas almas, que se les hace dificultosísimo no sólo el perseverar contra estas fieras, mas aun el poder comenzar el camino.

7 / Pero algunas almas más generosas se les suelen poner otras fieras más interiores y espirituales de dificultades y tentaciones, tribulaciones y trabajos de muchas maneras por que les conviene pasar, cuales los envía Dios a los que quieren levantar a alta perfección, probándolos y esmerándolos como al oro en el fuego según aquello de David, en que dice; “Multae tribulationes iustorum”; esto es: “Las tribulaciones de los justos son muchas, mas de todas ellas las librará el Señor” (Ps. 33,20). Pero el alma bien enamorada, que estima a su Amado más que a todas las cosas, confiada en el amor y favor de Él, no tiene en mucho decir: “ni temeré las fieras”,

y pasaré los fuertes y fronteras.

8 / A los demonios, que es el segundo enemigo, llama “fuertes” porque ellos con grande fuerza procuran tomar el paso de este camino, y porque también sus tentaciones y astucias son más fuertes y duras de vencer y más dificultosas de entender que las de el mundo y carne, y porque también se fortalecen de estos otros dos enemigos, mundo y carne, para hacer al alma fuerte guerra. Y por tanto, hablando David de ellos, los llama “fuertes”, diciendo: “Fortes quaesierunt animan meam”; es a saber: “Los fuertes pretendieron mi alma” (Ps. 53,5). De cuya fortaleza también dice el profeta Job (41,24) que “no hay poder sobre la tierra que se compare a este del demonio, que fue hecho de suerte que a ninguno temiese”; eso es, ningún poder humano se podrá comparar con el suyo. Y así, sólo el poder divino basta para poderle vencer, y sola la luz divina para poder entender sus ardides. Por lo cual, el alma que hubiere de vencer su fortaleza, no podrá sin oración, ni sus engaños podrá entender sin humildad y mortificación. Que por eso dice San Pablo (Ef. 6,11-12), avisando a los fieles, estas palabras, diciendo: “Induite  vos armaturam Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli, quoniam non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem”; es a saber: “Vestíos las armas de Dios, para que podáis resistir contras las astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y la sangre, entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la oración y la cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que habemos dicho.

9 / Dice también el alma que pasará las “fronteras”; por las cuales entiende (como habemos dicho) las repugnancias y rebeliones que naturalmente la carne tiene contra el espíritu; la cual, como dice San Pablo (Gal. 5,17): “Caro enim concuspiscit adversus spiritum”; esto es: “La carne codicia contra el espíritu”, y se pone como en frontera resistiendo el camino espiritual. Y estas fronteras ha de pasar el alma, rompiendo las dificultades y echando por la tierra con la fuerza y determinación de el espíritu todos los apetitos sensuales y afecciones naturales; porque, en tanto que los hubiere en el alma, de tal manera está el espíritu impedido debajo de ellas, que no puede pasar a la verdadera vida y deleite espiritual. Lo cual nos dio bien a entender San Pablo (Rom. 8,13), diciendo: “Si spiritu facta carnis mortificaveritis, vivetis”; esto es: “Si mortificáredes las inclinaciones y apetitos carnales con el espíritu, viviréis”. Este, pues, es el estilo que dice el alma en la dicha canción que le conviene tener para en este camino buscar a su Amado. El cual, en suma, es tal; constancia y valor para no bajarse a coger las flores, y ánimo para no temer las fieras, y fortaleza para pasar los fuertes y fronteras, sólo entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes, de la manera que está ya declarado.

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