domingo

LECCIONES DE VIDA (49) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


5 / LA LECCIÓN DE LA CULPABILIDAD (4)

DK (1)

Helen y Michelle tienen en la actualidad unos cincuenta años y han sido amigas durante algo más de dos décadas. Sin embargo, Helen está enfadada y apenas se han hablado en los últimos cuatro años. Helen incluso se encoleriza si se menciona el nombre de Michelle. “Todavía tengo cuatro regalos de cumpleaños para ella en mi trastero y no se los daré hasta que tenga tiempo para mí.”

Desde sus segundas nupcias se convirtieron en amigas sólo de nombre. Michelle fue la primera en volver a casarse. Helen se sintió feliz por ella, pero empezó a sentirse abandonada. Justo en aquella época Helen conoció a su segundo marido. Las dos amigas empezaron a distanciarse. Helen telefoneaba a Michelle para quedar con ella, pero esta nunca encontraba tiempo para hacerlo. Helen le decía: “Tengo tu regalo de cumpleaños, Michelle, tenemos que vernos.” Pero nunca se veían.

Entonces, a Helen le diagnosticaron un cáncer de mama. Revisó su vida y aquella amistad rota surgía una y otra vez. Cuando le pregunté por qué no enviaba todos los regalos de cumpleaños a su amiga Michelle, ella me contestó con furia: “No hasta que nos veamos, y hace años que lo intento. Todavía la telefoneo y le digo que tengo unos regalos para ella.”

Pregunté a aquella mujer enfadada si creía que la culpabilidad había jugado un papel en aquel distanciamiento, pero ella me respondió con rapidez que no se sentía culpable.

Le pregunté si intentaba que su amiga se sintiera culpable.

-¿Por qué piensas eso? -me preguntó ella intrigada.

-En mi opinión -le respondí-, sea por la razón que sea, Michelle quería terminar o al menos cambiar vuestra amistad dejando de quedar contigo. En lugar de afrontar este hecho de forma directa, no dijiste ni hiciste nada salvo comprar más regalos. Puedo entender que lo hicieras el primer año, pero ¿por qué continuaste comprándolos durante los cuatro años siguientes? Seguramente te dabas cuenta de que los comprabas sólo para acumularlos.

-Seguía pensando que aquel año encontraríamos tiempo para vernos.

Le pregunté si los regalos eran distintos de un año para otro y me respondió que cada vez eran más bonitos. Entonces le pregunté por qué quería dar regalos cada vez más bonitos a alguien que no estaba interesado en recibirlos.

Intrigada, Helen pensó en sus acciones. Entonces, dijo con brusquedad:

-No lo comprendes. Michelle está equivocada, es ella la que no quiere que nos veamos.

-Puede ser -contesté-, ¿pero no crees que los regalos que compraste eran regalos de culpabilidad? Cuando comprabas regalos tan bonitos, ¿qué querías que Michelle sintiera cuando los abriera?

Helen bajo la vista y, por fin, admitió con serenidad que quería que se sintiera culpable por no reunirse con ella.

-¿No crees que ella percibe ese deseo en tu voz? Quizá sea esta la razón de que no quiere verte. No le ofreces tu amistad, sino el regalo de la culpabilidad.

-Quiero aclarar esta situación. Quiero hacer mejor las cosas.

-Entonces envíale los regalos por correo.

-No -respondió Helen, inflexible.

-Pues entrégalos a una institución benéfica.

-No, no puedo hacerlo.

-Si quieres sentirte mejor, tendrás que librarte del sentimiento de culpabilidad, del que sientes tú y del que haces sentir a los demás. Si te aferras a esos regalos, te aferras a la culpabilidad. Ahora te sientes culpable porque intentas que ella se sienta culpable.

-Pensaré en esto.

Unas semanas más tarde, Helen telefoneó a Michelle por última vez, pero en lugar de decirle que tenía unos regalos para ella, se disculpó por ellos. Michelle le dijo que se había sentido presionada por aquellos regalos. Hoy en día, se vuelven a hablar e intentan reconstruir su amistad. Han decidido empezar de nuevo y han entregado los regalos a una institución benéfica.

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