XVI
Sin desmedro del dulce de membrillo
ni del eterno elogio que merece
les debo confesar que en algún tramo
de la infancia que no me causa orgullo
no me gustaba el dulce de membrillo.
Me avergonzaba mi familia pobre
aunque no miserable.
Alguna envidia alguna vez sentí
de los lujos que algunos compañeros
exhibían ufanos.
Supe después que algunas veces uno
aunque es feliz no logra darse cuenta.
XVII
Nada más volverás con la memoria
a esa calle que andabas cuando el cielo
quedaba casi un metro más arriba.
Algunas casas casi no han cambiado
y en algunas residen
esos adultos tan impresentables
que la vida ha forjado con los niños aquellos
que jugaban conmigo a la escondida.
Alguna tarde de esas,
sobre el fin de la infancia,
cierta dulzura se nos escondió
que después no ha emergido casi nunca
de las aguas barrosas de ese estuario
que forman la memoria y el olvido.
XVIII
Nos hacían leer esos libros tristísimos
-"Platero",
"Corazón"-
tal vez porque la vida luego es triste
y no querían que nos destrozara,
tal vez para inyectarnos su tristeza
no fuera a ser que fuéramos felices.
Nuestra estética es algo melancólica...
Cuando he llevado a mi sobrino al cine
a ver la última entrega
de "Rápido y furioso",
a los cinco minutos estaba ya dormido.
Me ha dicho mi sobrino que roncaba.
XIX
Logra la barca del recuerdo a veces
remontar la corriente hacia el origen
y es como estar ahí...
Pero fluir es el deber del río
y fluir es fluir hacia adelante,
hasta ser parte de la mar inmensa.
XX
En crudo nunca te lo comerías:
una rosácea la Cydonia oblonga
muy dura de tragar por lo reseca
-su fruto es duro y astringente y agrio,
según la wikipedia,
y debe ser así si allí lo dice-
una rosácea dura de tragar,
pero que con paciencia y con azúcar
se vuelve una conserva muy durable,
ideal para comer en el invierno.
Tal vez también del hombre
algo pueda sacarse
bueno, si se lo trata
con dulzura y paciencia.
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