Este ensayo es la segunda parte de Izquierda y cultura: El Largo desencuentro (extractos de un ensayo). La primera parte fue publicada en Malabia 58.
Conflictos entre Uruguay y Argentina
Los conflictos de Uruguay, el “Estado tapón”, con sus dos poderosos vecinos son constantes. Limítrofes con Brasil, por tener una frontera terrestre, y de mayor calado con Argentina, con quien comparte río y rivaliza en puerto. De fondo, siempre, los intereses extranjeros dispuestos a dar una “mano”.
La lucha entre unitarios y federales argentinos fue la continuación del largo conflicto ideológico iniciado en la época artiguista. Los unitarios, defensores del liberalismo político, se veían como representantes de la cultura de raíz europea y desde ese lugar manejaban el esquema civilización contra barbarie, mientras los federales, liderados por Rosas, se proclamaban defensores de la soberanía nacional y acusaban a sus adversarios de actuar al servicio de los intereses extranjeros. En Uruguay Oribe apoyaba a los federales y Rivera a los unitarios. De fondo, como ocurrió durante la historia, Francia, Inglaterra y la emergente nueva potencia, los Estados Unidos tratando de sacar ventajas económicas de la situación.
El primer choque entre los caudillos uruguayos fue en 1836 en Carpintería, batalla en que las divisas usadas por los contendientes dio lugar a facciones que luego se convertirían en los partidos tradicionales, blancos y colorados.
En 1837 Rivera, derrotado en Carpintería y refugiado en Brasil, invadió el Uruguay. Tras varios combates con suerte diversa, recibió el apoyo de Francia, descontenta con Rosas por su resistencia a abrir la Confederación Argentina al libre mercado y a la entrada de cualquier mercadería extranjera. Esa ayuda francesa decantó el poder en Uruguay de su lado y lo convirtió en presidente. Una de sus primeras medidas de gobierno consistió en declarar la guerra a Rosas.
La Guerra Grande, una sucesión interminable de cruentos combates (1839-1951), terminó con una invasión conjunta de fuerzas brasileñas, unitarias y coloradas (Ejército Grande). Consumada la derrota federal se firmó una paz que estipulaba que no había habido “ni vencedores ni vencidos”. Días más tarde se firmaron cinco tratados entre el gobierno brasileño y el de la “Defensa” que beneficiaban totalmente a Brasil y en los que Uruguay perdía territorios y soberanía.
El 26 de enero de 1858, la revuelta de un grupo de colorados acabó en la Hecatombe de Quinteros. El presidente uruguayo, Gabriel Pereira, rompió relaciones con el gobierno de Buenos Aires por su apoyo a los rebeldes.
Bartolomé Mitre y el emperador del Brasil apoyaron la revolución de 1863-1865 de Venancio Flores contra el gobierno de Bernardo Berro. Triunfante la revolución, Flores agradeció los favores con la intervención uruguaya en la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay.
Durante la guerra civil de 1904 el presidente argentino Julio A. Roca hizo la vista gorda ante los envíos de armas a los rebeldes de Aparicio Saravia. El presidente José Batlle y Ordóñez entonces solicitó en Washington la presencia de buques de guerra estadounidenses en el Río de la Plata. La muerte de Saravia en Masoller hizo innecesaria la intervención, pero los marines ya estaban en el puerto de Montevideo y terminaron desfilando por 18 de Julio.
Durante el mandato del presidente uruguayo Claudio Williman (1907-1911), el canciller argentino Estanislao Zeballos sostuvo la tesis de que Uruguay no tenía derecho alguno a la costa del Plata ni del río Uruguay (teoría de la costa seca). Uruguay fortaleció entonces sus relaciones con Brasil -en litigio en ese tiempo con Argentina- que, como advertencia a Buenos Aires, reconoció la soberanía uruguaya sobre la mitad del río Yaguarón y la laguna Merín.
En 1932 Gabriel Terra rompió relaciones con Argentina después que se inspeccionara un barco de guerra uruguayo anclado en el puerto de Buenos Aires.
El gobierno de Alfredo Baldomir se planteó, en plena Segunda Guerra Mundial, el permiso de instalación en Uruguay de bases aeronavales estadounidenses. El gobierno argentino, totalmente neutral, amenazó con acciones militares directas.
Las relaciones del gobierno de Luis Batlle Berres con el gobierno de Perón fueron erráticas. El proteccionismo argentino y sus trabas burocráticas y cambiarias pusieron en peligro el turismo argentino en el Este uruguayo.
A partir de las década de los sesenta las tensiones entre los dos países fueron constantes. Finalmente Perón viajó a Montevideo en 1973 y firmó con Juan María Bordaberry un tratado que definió de forma permanente los límites fluviales.
La crisis económica argentina de 2002 puso en peligro a los bancos uruguayos. El presidente Jorge Batlle llegó a perder los nervios hasta el punto de afirmar ante una cámara: "Los argentinos son todos una manga de ladrones, del primero hasta el último". Luego tuvo que viajar a Buenos Aires a rectificar y pedir disculpas.
Tabaré Vázquez, agobiado por los cortes de puentes internacionales de los piqueteros argentinos debido a la instalación de la planta de Botnia en Fray Bentos, trató de imponer un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. El proyecto no se hizo realidad por las presiones de Brasil y Argentina y los desacuerdos dentro del Frente Amplio. En 2008 los piqueteros ocuparon el Consulado uruguayo en Gualeguaychú. El gobierno uruguayo llegó a considerar la ruptura de relaciones con Argentina. Vázquez admitiría haber pedido ayuda, incluso militar, al presidente Bush.
El presidente Mujica (o el personaje que interpreta) dijo ante micrófonos que creyó apagados: "Pa`conseguir algo de Argentina tenés que recostarte un poquito a Brasil. Esta vieja (Cristina Fernández) es peor que el tuerto (Kirchner). El tuerto era más político, esta es terca”.
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