domingo

LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN (17) - CARLOS CASTANEDA


PRIMERA PARTE  “LAS ENSEÑANZAS”

III (1)

Pasaron más de dos años entre el tiempo en que don Juan decidió  instruirme acerca de los poderes aliados y el tiempo en que me consideró listo para aprender sobre ellos en la forma pragmática y partícipe que él consideraba aprendizaje; en dicho lapso definió gradualmente las características generales de los dos aliados en cuestión. Me preparó para el corolario indispensable de todas las verbalizaciones y la consolidación de todas las enseñanzas: los estados de realidad no ordinaria.


Miércoles, 23 de agosto, 1961.

-La yerba del diablo (toloache) era el aliado de mi benefactor. Podría haber sido también el mío, pero no me gustó.

-¿Por qué no le gustó la yerba del diablo, don Juan?

-Tiene una desventaja seria.

-¿Es inferior a otros poderes aliados?

-No. No me estás entendiendo. La yerba del diablo es tan poderosa como el mejor de los aliados, pero tiene algo que a mí en lo personal no me gusta.

-¿Me puede decir qué es?

-Malogra a los hombres. Los hace probar el poder demasiado pronto, sin fortificar sus corazones, y los hace dominantes y caprichosos. Los hace débiles en medio del gran poder.

-¿No hay alguna manera de evitarlo?

-Hay una manera de superar todo esto, pero no de evitarlo. Quien se hace aliado de la yerba debe pagar ese precio.

-¿Cómo puede uno superar ese efecto, don Juan?

-La yerba del diablo tiene cuatro cabezas: la raíz, el tallo y las hojas, las flores, y las semillas. Cada una es diferente, y quien se haga su aliado tiene que aprenderlas en ese orden. La cabeza más importante está en las raíces. El poder de la yerba del diablo se conquista por las raíces. El tallo y las hojas son la cabeza que cura enfermedades; bien usada, esta cabeza es un don a la humanidad. La tercera cabeza está en las flores y se usa para volver locos a los hombres, o para hacerlos obedientes, o para matarlos. El hombre que tiene a la yerba de aliado nunca toma las flores, ni tampoco toma el tallo y las hojas, a no ser que esté enfermo, pero las raíces y las semillas se toman siempre, sobre todo las semillas: son la cuarta cabeza de la yerba del diablo, y la más poderosa de todas.

“Mi benefactor decía que las semillas son la ‘cabeza sobria’: la única parte capaz de fortificar el corazón del hombre. La yerba del diablo es dura con sus protegidos, decía él, porque busca matarlos aprisa, y por lo común lo logra antes de que puedan llegar a los secretos de la ‘cabeza sobria’. Sin embargo, por ahí dicen que hubo hombres que averiguaron los secretos de la cabeza sobria. ¡Qué prueba para un hombre de conocimiento!

-¿Averiguó su benefactor tales secretos?

-No, él no.

-¿Conoce usted a alguien que lo haya hecho?

-No. Pero vivieron en un tiempo en que ese saber era importante.

-¿Conoce a alguien que sepa de gente así?

-No, yo no.

-¿Conocía a alguien su benefactor?

-Él sí.

-¿Por qué no llegó su benefactor a los secretos de la cabeza sobria?

-Domar la yerba del diablo para hacerla un aliado es una de las tareas más difíciles que conozco. Ella y yo, por ejemplo, jamás nos hicimos alianza, quizá porque nunca le tuve cariño.

-¿Puede usted usarla todavía como aliado, aunque no le tenga cariño?

-Puedo, sólo que prefiero no hacerlo. Tal vez contigo sea diferente.

-¿Por qué se llama yerba del diablo?

Don Juan hizo un gesto de indiferencia, alzó los hombros y permaneció callado algún tiempo. Finalmente dijo que “yerba del diablo” era su nombre de leche. Había, añadió, otros nombres para la yerba del diablo, pero no debían usarse porque el pronunciar un nombre era asunto serio, sobre todo si uno estaba aprendiendo a domar un poder aliado. Le pregunté por qué pronunciar el nombre era cosa tan grave. Dijo que los nombres se reservaban para usarse sólo al pedir ayuda, en momentos de gran apuro y necesidad, y me aseguró que tales momentos ocurren tarde o temprano en la vida de quien busca el conocimiento.

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