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LUCIO MUNIZ (1939 / 2017) - REFINADO Y POPULAR

Juan de Marsilio

Lucio Muniz (Treinta y Tres, 16 de mayo de 1939 - Montevideo, 3 de abril de 2017) ha sido un hombre múltiple. Músico y compositor, fue también intérprete, y tuvo la sabia autoexigencia de abandonar los escenarios cunado su voz, rindiendo todavía más que la de muchos de sus colegas, no le daba, en sus propias palabras, “los bajos y los brillos” que su repertorio exigía. Cultivador de los metros y los ritmos de nuestro canto criollo, supo también, como poeta “de libro”, trabajar formas cultas tradicionales como el soneto y más cercanas en el tiempo, como el verso libre. Fue también artista plástico. En 2015 había publicado un primer libro de memorias, "y el mundo simplemente era (Memorias desordenadas)".

Las letras de sus canciones, concediéndole al autor el derecho a algún tropiezo, infaltable en cualquier obra extensa, tienen por común denominador la sensibilidad ante los hechos sencillos del vivir, en sus penas y alegrías, sin cruzar la línea, a menuda tan delgada, que separa el sentimiento de la sensiblería. Y con un ojo preciso para captar lo cotidiano y pintarlo con palabras, como puede apreciarse en una de sus letras más conocidas “Domingo y feria”, sobre Tristán Narvaja, cuyo estribillo sintetiza en pocos trazos la abigarrada diversidad material y humana de ese evento dominical:

“Prestidigitadores y quitamanchas.
Pajareras y libros de tapas anchas.
Pardos, negros y blancos, criollos y gringos,
de todo hay en la feria de los domingos”.

El manejo que este poeta hizo del verso libre no descarta, antes bien, aprovecha, el uso de la asonancia, propia de algunas formas poéticas de la tradición española. Véase como ejemplo “Media voz”, tomado de la serie “Sin amor”, de 2001, cuando el poeta, ya en la plenitud de sus recursos expresivos y con una obra consolidada, se atrevía, sin embargo a experimentar:

Ni sueño
ni temblor
ni tímido regreso
o despedida
ni flor colgante
o pétalo de noche
ni filo penetrando
en fino acero
ni estar en los cristales
de los ojos
ni posarse en el ala de los vuelos.
(Pero presiento el aguijón futuro
agazapado y fiel.
Mudo y certero).

Además de la lucidez y el pudor con que Muniz aborda el tema de la relación entre el hombre maduro y su muerte, ese “aguijón futuro / agazapado y fiel” al que ya no disimulan los trajines y las prisas del día a día, debe notarse cómo la musicalidad del texto se sostiene en la alternancia de versos breves y brevísimos, que podrían sin embargo refundirse en versos de once sílabas, de uso tradicional, y en la leve repetición de la asonancia e-o, en distancia variable (sueño, regreso, acero, vuelos, certero).

Como pintor incursionó en el paisaje y en la abstracción. Pero su ojo de artista plástico les sirvió también para abordar los cuadros de otros pintores desde la poesía, como se demuestra en sus “Sonetos pictóricos”, como por ejemplo este, compuesto a la manera de los de Shakespeare, que le dedicara a la Gioconda:

Pocas obras lograron tanta fama
desmintiendo al olvido y a la prisa
como ésta, en que posando Mona Lisa
pasó a la Historia convertida en dama

que el Hombre reproduce y que reclama
paredes, donde luzca su sonrisa
con mucho de ironía que desliza
en la mudez paciente que algo exclama.

El rostro no es hermoso y es apuesto,
y es sobre todo la actitud, el gesto
que algo tiene de planta y algo de ave
y se adivina que su piel es suave.

Le llueve el pelo hasta mojar el hombro,
y es lisa, Lisa; lisa hasta el asombro.

Muere el hombre, como todos. La obra, si hay quien haga lo mínimo por conservarla, en este país tan dado a la desmemoria, merecería perdurar.

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