domingo

CÓMO LEER A THOMAS MANN


Por Javier Aparicio Maydeu

Un escritor es una persona para quien la escritura es más difícil que para otras personas”, sentenció Mann en sus Ensayos de tres décadas (1947). Una cita célebre y primordial a la hora de entender el interés del autor de La montaña mágica por analizar la escritura, por llegar al fondo de la cuestión literaria. Escribió frases de más de quince líneas que se leen con naturalidad, y alcanzó una sofisticación estilística tan alta que pudo escribir lo más complejo de la forma más sencilla. Y el secreto fue el esfuerzo supremo, no la aclamada genialidad que él expulsó del reino de los cielos, a pesar de su condición de romántico epigonal, reprobándola en Carlota en Weimar: “Detesto la locura, la aborrezco desde el fondo de mi alma, aborrezco a todos los genios desequilibrados o semigenios; detesto todo emocionalismo, toda pose excéntrica”. Steiner, sin embargo, ha escrito en Fragmentos que “la genialidad parodia la imposibilidad”… ¡Imagínense a los dos hablando del asunto en una librería atestada!

En cualquier caso, fue tal vez porque valoró el trabajo por encima de unos golpes de talento en los que no creyó, porque pensaba que la escritura requería denuedo y sacrificio, por lo que quiso dedicar páginas sustanciosas encomiando la obra de pensadores y escritores a los que admiró y examinando la suya propia. La obra crítica de Mann, que es inagotable, se entrevera en su obra narrativa, a la que con frecuencia explica. En español sigue siendo imprescindible la mítica edición de Guadarrama de El artista y la sociedad, que apareció en 1975, y Alba publicó los Ensayos sobre música, teatro y literatura en 2002, que reimprimió en 2011, una selección a cargo de Genoveva Dieterich que incluye, entre otros textos, El arte de la novela (1939) —un jugoso texto en defensa de la narrativa que asaetea al lector con conceptos innovadores para su época como el de que “en los géneros del arte importa sobre todo el arte y no los géneros”—; ensayos sobre Anna Karénina, Zola, Chéjov o Schiller; además de un soberbio estudio sobre su admirado Goethe, Fantasía sobre Goethe (1948); Richard Wagner y ‘El anillo del Nibelungo’ (1937), un texto poderoso acerca de la música que tanto le apasionó, y el delicioso Viaje por mar con Don Quijote (1934). Por fortuna, va completándose el rompecabezas de la obra crítica del Nobel de Lübeck, varias piezas del cual Navona proporciona ahora en un volumen de ensayos que no habían sido traducidos aun y que, de forma innecesariamente confusa y en la página de créditos (sic), se nos indica que han sido espigados sobre todo de la edición francesa Les maîtres que Grasset & Fasquelle sacó a la luz en 1979. A la publicación, que omite información indispensable acerca de la procedencia de los textos (y que no se ha tomado la molestia de añadir un prefacio que le explique al lector los criterios de selección, en el caso de que los haya (la caprichosa disposición de los textos ni obedece a un orden cronológico ni los agavilla por temas), se le echa en falta no ya el esmero que se espera del que tiene el privilegio de editar a un clásico, sino el rigor de rigor… Con todo, hay que celebrar que el lector tenga a su alcance algunos ensayos de interés.

Resultan imprescindibles Schopenhauer (1938) y La filosofía de Nietzsche a la luz de nuestra experiencia (1947), por cuanto contribuyen a esclarecer la gigantesca impronta que ambos pensadores tuvieron en la obra del autor. Y cualquier lector de La montaña mágica disfrutará leyendo Introducción a ‘La montaña mágica’ para los estudiantes de la Universidad de Princeton (1939), una guía de lectura sui generis que se ocupa de subrayar la importancia del tratamiento del tiempo en la novela o de la idea de que no tiene demasiado sentido interpretar una obra aislada de las demás que haya escrito su autor. El texto comenta asimismo las circunstancias en las que tuvo lugar la creación de la novela y su correlación con la biografía de Mann, con su experiencia en un sanatorio que quiso luego convertir en Davos. Del episodio personal a la obra maestra sobre el fin de un mundo hegemónico. Y algunos comentarios significativos, como el que asegura que la voluntad de una obra no siempre coincide con la de su autor. Son valiosos Cultura y política (1939), porque contribuye a explicar la interesante posición del autor entre ambos terrenos; Respecto a un capítulo de ‘Los Buddenbrook’, porque resulta estimulante contemplar cómo un autor explica medio siglo más tarde su primera obra maestra, y los textos sobre Conrad y Hamsun.

Un hombre mítico y tan seguro de sí mismo aun recordaba con orgullo, en carta a Theodor Adorno de julio de 1950, que al dios Kafka le encantó Tonio Kröger. 

Textos críticos. Thomas Mann. Traducción de Anna Tortajada. Navona. Barcelona, 2016 228 páginas. 

(El País / 26 - 10 - 2016)

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