domingo

NOCHE OSCURA (36) - SAN JUAN DE LA CRUZ


LIBRO SEGUNDO

DE LA NOCHE OSCURA, TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL ESPÍRITU.

CAPÍTULO 8 (1)

De otras penas que afligen al alma en este estado

1 / Pero hay aquí otra cosa que al alma aqueja y desconsuela mucho, y es que, como esta oscura Noche la tiene impedidas las potencias y afecciones ni puede levantar afecto ni mente a Dios, ni le puede rogar, pareciéndole lo que a Jeremías, que ha puesto Dios una nube delante por que no pase la oración (Thren. 3,44); porque esto quiere decir que lo que en la autoridad alegada dice, es a saber: Atrancó y cerró mis vías con piedras cuadradas (ibid, 3,9). Y si algunas veces ruega, es tan sin fuerza y sin jugo, que ni parece que ni lo oye Dios ni hace caso de ello, como también este profeta lo da a entender en la misma autoridad, diciendo: Cuando clamare y rogare he excluido mi oración (ibid., 3,8). A la verdad, no es este tiempo de hablar con Dios, sino de poner, como dice Jeremías, su boca en el polvo, si por ventura le viniese alguna actual esperanza (ibid., 3,29), sufriendo con paciencia su purgación.

Dios es el que anda aquí haciendo pasivamente la obra en el alma; por eso ella no puede nada. De donde ni rezar ni asistir (con advertencia) a las cosas divinas puede, ni menos en las demás cosas y tratos temporales. Tiene no sólo esto, sino también muchas veces tales enajenamientos y tan profundos olvidos en la memoria, que se le pasan muchos ratos sin saber lo que se hizo ni qué pensó, ni qué es lo que hace ni qué va a hacer, ni puede advertir, aunque quiera, a nada de aquello en que está.

2 / Que, por cuanto aquí no sólo se purga de entendimiento de su lumbre y la voluntad de sus afecciones, sino también la memoria de sus discursos y noticias, conviene también aniquilarla acerca de todas ellas; para que se cumpla lo que de sí dice David en esta purgación, es a saber: Fui yo aniquilado y no supe (Ps. 72,22). El cual no sabe se refiere aquí a estas insipiencias y olvidos de la memoria, las cuales enajenaciones y olvidos son causados del interior recogimiento en que esta contemplación absorbe el alma. Porque, para que el alma quede dispuesta y templada a lo divino con sus potencias para la divina unión de amor, convenía que primero fuese absorta con todas ellas en esta divina y oscura luz espiritual de contemplación, y así fuese abstraída de todas las afecciones y aprehensiones de criaturas, lo cual singularmente dura según es la intensión.

Y así, cuando esta divina luz embiste más sencilla y pura en el alma, tanto más la oscurece, vacía y aniquila (de la pasión) acerca de sus aprehensiones y afecciones particulares, así de cosas de arriba como de abajo; y también, cuanto menos sencilla y pura embiste (al alma), tanto menos la priva y menos oscura le es. Que es cosa que parece increíble decir que la luz sobrenatural y divina tanto más oscurece al alma cuando ella tiene más de claridad y pureza; y cuando menos, le sea menos oscura. Lo cual, si consideramos lo que arriba queda probado, con la sentencia del Filósofo conviene: que las cosas sobrenaturales tanto son a nuestro entendimiento más oscuras, cuanto ellas en sí son más claras y manifiestas.

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