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LOS SINUOSOS CAMINOS DEL SABER - RICARDO AROCENA


PRIMERA ENTREGA                                                          
Según un antiguo y conocido aforismo, si los axiomas geométricos chocaran con los intereses de los hombres, seguramente habría alguien que los refutaría. Esto ha sido esencialmente así a lo largo de la historia del conocimiento; valga un ejemplo, en el siglo VI el Emperador de Bizancio, Justiniano, persiguió porque contradecían sus convicciones a los "matemáticos malintencionados y otros semejantes" y "al arte mismo de las matemáticas".
Amantes de la verdad, gran número de científicos a lo largo de la historia han estado dispuestos a sacrificarse por ella. Se cuenta que Aristóteles, obligado a manifestarse contra una tesis de su maestro Platón señaló: "Amicus Plato, sed magis amica veritas" (Soy amigo de Platón, pero más soy amigo de la verdad).
Los que siguen son algunos “momentos" de la conflictiva relación entre ciencia, política y poder: en estas líneas rescatamos algunas de aquellas circunstancias en las que las estructuras dominantes procuraron impedir el desarrollo del conocimiento, la forma como este incidió en las distintas etapas históricas y también la manipulación de la que no pocas veces fue objeto a favor de intereses que contradicen la propia existencia de la humanidad.

EN NOMBRE DEL PADRE
"Per aspera ad astra". Por las penalidades a las estrellas. Tal ha sido el camino de la ciencia, en conflicto constante, sea con los poderes dominantes o con las estructuras culturales propias de cada época. En su libro sobre Galileo Galilei, el historiador Cortes Pla, señala que concebir la elaboración de la ciencia encerrando al científico en un "castillo de cristal" es desnaturalizar su esencia humana y desconocer la historia.
"No es posible el aislamiento del medio y por eso mismo la ciencia refleja las inquietudes dominantes de una época de la humanidad. Desde la antigua Grecia a nuestros días, los jalones de la historia señalan una correlación exacta entre los afanes científicos y las aspiraciones políticas de los pueblos. Podría llegar a determinarse la naturaleza del pensamiento dominante en materia científica con sólo conocer de modo profundo la evolución histórica de una época determinada. Los conceptos filosóficos, como los morales o políticos, han ido desplazándose sobre rutas paralelas y cuando un régimen de opresión -que siempre engendra retroceso- aparece, el desarrollo científico sufre simultáneamente un colapso. En cambio, cuando el hombre ha vivido en un régimen de libertad, la ciencia ha florecido extraordinariamente cual si quisiera demostrar que ese es su único clima propicio".
En el año 2000, en un gesto sin precedentes en la Iglesia Católica, el Papa Juan Pablo II pidió perdón a Dios por los pecados cometidos por esa institución en el pasado, en particular con respecto a la intolerancia, a la violencia y a los abusos cometidos durante la Inquisición. Entre las víctimas de ese período estuvieron una larga lista de pensadores y científicos que debieron pagar con persecución, cárcel y muerte la fidelidad a sus ideas.
Giordano Bruno fue sacrificado en la hoguera, en Campo di Fiori, una mañana de febrero de 1600. Había sido condenado por herejía por el Santo Oficio romano, que le había exigido que se retractara de sus convicciones. El pensador reclamaba libertad y autonomía para la investigación científica y el reconocimiento de las concepciones de Copérnico no solamente en el ámbito de la astronomía, sino más ampliamente en el plano filosófico, como una renovación total de la concepción del mundo.
El maestro había elaborado una nueva visión totalizadora que sustituía la globalidad que imponía la religión en su época y que tenía como paradigmas el retorno a la vida y a sus fuentes y una reconsagración del entorno, de su belleza, de su fuerza, de su bondad y de la alegría de vivir, todo lo cual lo transformó en un defensor de la libertad de acción y de la inteligencia, por encima del dogma y de la verdad consagrada.
Pero la contrición papal que se venía procesando desde 1979 a la que hacíamos referencia no impidió que otro héroe del conocimiento, como lo fue Galileo Galilei, fuera censurado. En 1999 un verdadero escándalo estalló en el Perú cuando los medios de prensa informaron que los responsables de la Universidad Católica habían solicitado la postergación del estreno de una obra de teatro sobre el genial científico, para "no entorpecer las relaciones con la Iglesia". Trescientos cincuenta y siete años después de muerto, el sabio seguía concitando el rechazo de sectores ultramontanos dispuestos a resucitar fantasmas del medioevo.
En el siglo XVII el Vaticano acusó al científico italiano de herético y lo obligó a abjurar de sus convicciones ante la Santa Inquisición. Fue condenado al igual que Bruno por defender el sistema copernicano y por creer en la observación como fuente de conocimiento. Galileo colaboró para que el desarrollo de la ciencia alcanzara su máximo esplendor, al punto que en pleno siglo XX Albert Einstein reconoció que "el descubrimiento y el empleo del razonamiento por Galileo es una de las conquistas más importantes en la historia del pensamiento humano y marca el principio real de la física".
Entre las grandes contribuciones que realizó estuvieron el uso del telescopio, el cual le permitió observar las manchas solares, los valles y montañas lunares, los cuatro satélites mayores de Júpiter y las fases de Venus. En lo referente a las ciencias físicas descubrió las leyes que rigen la caída de los cuerpos y el movimiento de los proyectiles. En lo que hace a la historia de la cultura, al igual que Bruno, se transformó en un símbolo en la lucha contra el oscurantismo y de la libertad de investigación.
Muchos sufrieron lo que Bruno y Galileo: por orden de Torquemada, en el siglo XV el español Balmes pereció en la hoguera, adonde había sido conducido con el argumento de que las investigaciones matemáticas no eran accesibles "por voluntad divina, al entendimiento humano". El científico era "culpable" de haber hallado la solución a las ecuaciones de cuarto grado.
Víctimas de la incomprensión, murieron en el ostracismo y la miseria dos connotados científicos como lo fueron los astrónomos Tycho Brahe y Johanes Kepler. El primero debió escapar de su país, Dinamarca, donde no se le permitía por razones "de clase" que se dedicara a sus investigaciones científicas, las que eran consideradas indignas para los hombres provenientes de una "elevada cuna". El segundo, conocido como el "legislador del cielo", asistió a la muerte de su mujer y sus hijos, producto de la miseria y a la detención de su madre, que fue acusada de brujería.
Las reformas protestantes no trajeron consigo una mayor apertura: es así que por ejemplo, por mandato de Calvino se detuvo al pasar por Ginebra, huyendo de la Inquisición, al español Miguel Servet, que había descubierto la circulación pulmonar de la sangre. Ante la negativa a retractarse de sus convicciones, en 1553 fue quemado en la hoguera junto con su libro.
Inspiraba a los precursores más arriba recordados, una nueva atmósfera cultural, en la que brilló durante dos siglos la literatura, el arte y la ciencia del Renacimiento, lo que los ayudó a elaborar una nueva concepción del mundo, que defendía el retorno a la vida, a la que le descubrían un sentido nuevo, una nueva dignidad, que había que comprender por medios humanos como el sentido y la razón. Tal fue en esencia el norte de aquellos sabios renacentistas dispuestos a los mayores sacrific

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