sábado

IDEA VILARIÑO - JULIO HERRERA Y REISSIG: ESTE HOMBRE DE TAN BREVE VIDA (14)


En La torre de las esfinges el yo del poeta naufraga entre las cosas ya sin su caballo viajador, y esa Amazona que representaba demasiadas cosas restringe a la vez que profundiza su sentido, descabalga y parece confundirse con la poesía, o con la vida, que lo solicita, lo arroba y lo mata con sus dádivas exigentes y avasalladoras. Parece que se trata de la poesía cuando repite una idea que ya buscaba expresión en Conceptos de crítica cuando hablaba de las producciones de los decadentes como de “eflorescencias enfermizas de un organismo viciado” o, cuando dice ahora: “mi ulceración en tu lirismo retoña / y tu idílica zampoña / no es más que parasitaria / bordona patibularia / de mi celeste carroña”. Es así, pues, su mal celeste, su celeste carroña, el alimento de su lirismo, el campo que alimenta hasta a esos parásitos: sus limpias eglogánimas. La poesía vive en el él como un cáncer, como la muerte. El corazón, la herida del poeta, su lepra divina, son el terreno donde germina la floración poética, con sus miasmas, sus parásitos, sus virus: “como un cultivo de astros / en la gangrena nocturna”. Parece también la poesía la que es un “vértigo de ensambladura” -¿o podría ser el amor?-, la “mariposa nocturna / de mi lámpara suicida”. Podrían, en cambio, referirse a la muerte -¿o a la mujer, al amor?- todas las acusaciones de voraz, antropófaga, carnívora -en los borradores se ven aun caníbala, vampiro- y los nombres arrojados: Fedra. Molocha, Caína, Clitemnestra -muchos de cuyos nombres y calificativos son arrojados también a Julieta en algunas querellas epistolares-; las exhortaciones: “y sórbeme por la herida / sediciosa del pecado / como un pulpo delicado” o “deja que en tu mano pálida / mano de olvido y perdón / se enfríe mi frente pálida / y duerma mi corazón”. Es su vida que arrastra su muerte “la paradoja del Ser / en el borrón de la Nada”, la que “luego en un rapto de luz / suspiró y enajenada / me abrió como un libro erótico / sus brazos y su mirada”; la que le hace hablar de su “vida moribunda”.



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