domingo

CONVERSANDO CON BIOY CASARES (2) - UNA INVITACIÓN AL VIAJE


por Tomás Barna (abril de 1997)

El mar, como un espejo, con sus volados blancos de espuma, me besaba los pies. Yo he nacido en América y me gustan los mares.
SILVINA OCAMPO (La Red)


¿Qué es peor: la estupidez o la maldad?

Sin mucha convicción defenderé la estupidez. La maldad me parece realmente horrible, y me parece también una forma de estupidez. Pienso que el malo se engaña a sí mismo.

El estúpido es más inocente.

Claro, Es más inocente.

Las consecuencias de sus actos pueden ser, a veces, tan trágicas como las de los actos cometidos por el malo.

Y cuando se dan ambas -la estupidez y la maldad- en un mismo ser, las consecuencias serán espantosas.

Hay quienes consideraron a su obra literaria como fantástica; otros metafísica. No faltan los que sostienen que entra en lo sobrenatural. Están los que aseguran que es surrealista, y también aquellos que no vacilan en afirmar que, en muchas de sus páginas, destellos románticos. ¿De qué carácter la considera usted?

Yo creo que lo que entendemos nosotros por literatura fantástica corresponde a lo que es mi obra, o si no a algo que no me gusta nada, que es la ciencia-ficción. Cuando leo libros de ciencia-ficción generalmente me parecen malos o no me interesan. Y tengo la melancólica convicción de que se me ocurren historias de ciencia-ficción con bastante frecuencia.

Jamás se me ocurrió, leyendo su obra, pensar en que era de ciencia-ficción, a pesar de que haya quienes pudieran asociarlo a ella. Entre su múltiple temática surgen, felizmente con frecuencia, el AMOR y la AMISTAD. ¡Háblenos de esas dos vibraciones humanas!

Sí. Creo que uno de los mejores caracteres que tenemos los argentinos es una propensión a la amistad. Me parece que es lo que puede ayudarnos a lo largo de la vida. Sin duda tener amigos como referencia, que uno pueda pensar que están ahí siempre, es muy importante. Y en cuanto al amor, es una especie de locura agradable que le toca a uno, donde uno puede tomar cualquier decisión de la que después se arrepentirá toda la vida -o no-, pero cuando se está en ese globo ficticio que rodea al amor... uno puede ser feliz tomando cualquier decisión -como le digo-. Después puede tener consecuencias catastróficas para la vida.

Pero tal vez uno de los factores importantes del amor es que se vive eso con plenitud.

Desde luego. Eso compensa todo. Además, convengamos en que si la vida pasara sin amor nos parecería una vida perdida, terrible. No hay la menor duda.

Es vivir poco y nada.

Poco y nada. Claro.

Usted ha escrito con Silvina Ocampo la novela "LOS QUE AMAN, ODIAN", y con Jorge Luis Borges más de una obra -con distintos seudónimos, entre ellos el de H. BUSTOS DOMECQ. ¿Cómo fueron esas experiencias?

Fue muy agradable, desde luego, escribir juntos. Con Borges todo empezó así: Mis tíos, Casares, que tenían "La Martona" que era una lechería muy importante de acá, me encargaron -un poco como para estimularme en la literatura, aunque parezca un tanto absurdo- un folleto sobre las virtudes de la leche cuajada y el yogurt. Pagaban $ 16. la página, que era bastante dinero. Yo sabía que Borges estaba pasando momentos de estrechez económica y le propuse que hiciéramos eso juntos. Nos fuimos a la estancia de los Bioy, que tenían en el partido de Las Flores. La casa estaba casi destruida. Hacía muchos años que habíamos arrendado el campo, y era una casa muy vieja, de 1837. El único cuarto que estaba más o menos bien era el comedor, con una chimenea. Hacía un frío tremendo. Entonces tomábamos cocoa muy espesa, y escribíamos el folleto sobre el yogurt. Aburridos por el tema, pensábamos qué bueno sería escribir, un día, cuentos. Entregados a eso, pasaron años, y un día -en casa de mis padres en la Av. Quintana 174- estaba Borges y le dije: "¡Caramba, por qué no cumplimos el deseo que teníamos entonces y escribimos algún cuento!". Nos pusimos a escribir cuentos y nos pasó... como le puedo decir..., recibimos la lección, porque Borges y yo -cada uno por su lado- estábamos convencidos de que uno escribía lo que quería. Llamábamos eso: literatura deliberada. Y nos pusimos a escribir cuentos, y no escribimos lo que queríamos sino que nos dejamos llevar por las bromas, nos perdíamos el relato, uno le preguntaba al otro: "¿cómo salimos ahora de esta situación, que hacemos con este personaje?". Y pasamos de escribir cuentos relativamente legibles, como los de "SEIS PROBLEMAS PARA DON ISIDRO PARODI", a cuentos casi ilegibles. Después dejamos por un tiempo eso, y -conteniéndonos, con un gran esfuerzo- escribimos "CRONICAS DE BUSTOS DOMECQ", que creo es el libro más logrado de los que hemos escrito entre los dos.

¿Y con Silvina?

Con Silvina, nuestra costumbre era quedarnos en Mar del Plata después de la estación de verano. Nos quedábamos hasta mayo, algo así. Hacía mucho frío. Había muchos días de tormenta, entonces nos quedábamos en la casa mucho tiempo, y se nos ocurrió que podíamos escribir esta historia que no sé (si ella o yo) quién la inventó. Fue casi una cosa milagrosa, entre los dos; la escribimos con muchísimo placer, en muy poco tiempo. Y me arrepiento siempre de no haber insistido para hacer de nuevo otros libros con ella.

Además de usted, entre los escritores argentinos más relevantes incluyo a Borges, Mallea, Arlt, Cortázar, Macedonio Fernández, Marechal y Juan Filloy. Si no es mucho pedirle ¿podría decir dos palabras sobre cada uno de ellos?

Sobre Cortázar le voy a contar que estando él en Francia y yo en Buenos Aires escribimos un cuento idéntico. Empezaba la acción en el vapor de la Carrera -como se llamaba entonces- que salía de Buenos Aires a las 10 de la noche y llegaba a la mañana siguiente a Montevideo. El protagonista iba al hotel Cervantes, que casi nadie conoce. Y así, paso a paso, todo era similar, lo que nos alegró a los dos. Realmente nos queríamos mucho con Cortázar. Hemos sido muy muy amigos, habiéndonos visto cinco o seis veces en la vida.

Con él no era muy difícil hacer buenas migas, por su forma de ser, cuando él encontraba un espíritu sensible y afín.

Sí. No era difícil cuando encontraba un espíritu afín, pero le puedo decir que era bastante bravo; mucho más que yo.

Y ahora... algo sobre Borges.

Con Borges hemos sido tan amigos que me cuesta hablar de él sin que interfiera ese sentimiento, pero puede estar seguro que lo considero un escritor maravilloso. Además, creo que escribió cada vez mejor. Sus poemas de juventud, que tienen tanto éxito, nunca me gustaron y se lo decía a él; y le digo que estaba de acuerdo conmigo.

En su último período de escritor su literatura era prácticamente conversacional, de gran fluidez.(Hernán Isnardi -quién nos acompaña en este encuentro- acota que Borges decía que "LA INVENCION DE MOREL" era una novela perfecta, y que fue escrita cuando Bioy Casares tenía sólo 26 años).

Sí, él dijo: "la trama es perfecta, pero el estilo no lo es".

Me emociona y admiro esa sinceridad, esa espontaneidad, en usted, Bioy Casares.

No me cuesta nada, es natural.

En un creador de su jerarquía, de su renombre internacional, esa modestia, esa humildad, revela una profunda pureza.

Muchas gracias. Hablando de Borges debo decir que era bastante pícaro, también. Cuando yo estaba escribiendo "LA INVENCIÓN DE MOREL", un día, estábamos charlando muy despreocupadamente, y le di el libro para viera el primer capítulo. Vi en la cara de Borges un rictus de disgusto que trató de ocultar, y se puso a leer. Desde ese día, nunca más le di nada para leer, ni él me dio nada suyo. Ahora, de libros que íbamos a escribir, sí, nos contábamos siempre el argumento porque es grato. Que le cuenten a uno una historia es muy lindo. Entonces si se me ocurría algo a mí: "mirá, ¿qué te parece, puedo escribir algo sobre esto?" y se lo contaba a él; y él conmigo hacía lo mismo.

Siguiendo el itinerario de los nombres que enuncié, pasemos a Roberto Arlt.

Me gusta mucho. Lo descubrí hace bastante tiempo. Fue un motivo de desacuerdo un poco con Borges, aunque "EL JUGUETE RABIOSO" a él le gustaba mucho. Tengo recuerdos de leerlo en el bosque de Palermo. Me gustó mucho, siempre.

¿Y Leopoldo Marechal?

Confieso que me gusta menos. Su obra me parece un poco empacada

Vayamos ahora a Macedonio Fernández y a Juan Filloy.

Macedonio Fernández me parece ilegible. Creo que debía ser un sabio oral, pero que no ha dejado casi nada que se pueda leer.

Un tanto inaccesible quizá.

Inaccesible. Y Filloy me parece una persona sumamente inteligente, pero que sus textos son un poco engorrosos. Ya le digo: estoy más seguro de la inteligencia de Filloy, toda la vida, que de la de Macedonio. Macedonio era una persona que veía el lado ridículo de algo y acertaba para decir una frase que era verosímil y cómica al mismo tiempo. Pero Filloy me parece que va más adentro. Es más sólido.

¿Y Eduardo Mallea?

Yo tenía mucha simpatía por la persona de Mallea y lo admiraba también como hombre, por su integridad y por su inteligencia. A mí me parecía que en él pasaba algo mágico pero malo; que esa inteligencia no le permitía escribir -no sé por qué milagro- libros buenos. "CHAVES", de toda la obra de Mallea, es el libro que más me gusta.

¿Y su primer libro de cuentos?

"CUENTOS PARA UNA INGLESA DESESPERADA". Sí, ese libro me gusta mucho.

Pienso que tal vez lo que le molesta de Mallea es que su obra es sumamente densa.

Sí, debe ser eso. Y -pobre- fue muy muy triste la vida de Mallea. Mientras fue Director del suplemento de literario de "La Nación" lo aduló todo Buenos Aires. Y, de pronto, nadie lo aduló más. Lo olvidaron. Y eso lo entristeció mucho en los últimos años de su vida. Yo he estado con él bastante frecuentemente. Hemos sido miembros de jurados, juntos, y pude ver la melancolía que tenía ese hombre.

A través de su obra, Bioy Casares, se desprende un soplo de amor por Buenos Aires y por el tango. ¿Qué hay de cierto en esta apreciación?

Sobre el tango puedo decirle que me gustan los tangos viejos: "Entrada Prohibida", "Hotel Victoria", "La Payanca", "El Apache Argentino", "La Morocha". Bueno, le he dado unos cuantos; quiero decir, los de esa época. Era la Guardia Vieja. Y... Buenos Aires, creo conocerla bastante. He caminado mucho por Buenos Aires. He caminado por Parque Chacabuco, he caminado por Plaza Irlanda, he caminado por el Parque Saavedra, por el Parque Lezama, por todos lados, y le he ido tomando el gusto a una ciudad que he querido siempre. He nacido acá; es la ciudad que más me gusta del mundo, pero a veces quiero irme de Buenos Aires para poder cambiar.

Será verdad eso tan mentado -desde hace algunos años- de la pérdida de identidad de los argentinos? ¡Se habla tanto de eso! ¿Qué piensa al respecto?

Yo creo que, por fortuna, la identidad que tenemos es más bien grata. Lamentamos que mucha gente no corresponde a esa idea del argentino que nos hacemos, pero siempre tiene que ser así; no somos muñecos hechos con un mismo molde.

Yo pienso que no es cierto. Que la identidad no la hemos perdido. Lo que sucede es que muchos no tienen conciencia de esa identidad.

Es muy probable. Me parece bien.

¿Llegamos al fin del VIAJE que emprendimos gracias a este encuentro, o VIAJAR ES UNA AVENTURA SIN FINAL?

Sí, esperemos que sea una aventura sin final. Me gusta más así.

Sería hermoso, ¿no es cierto?



¡Sería hermoso,claro que sí!

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