domingo

CHARLES BAUDELAIRE (3) - PEQUEÑOS POEMAS EN PROSA




III / LA HABITACIÓN DUAL

Una habitación que se parece a un sueño, una habitación verdaderamente espiritual, donde la atmósfera inmovilizada está ligeramente teñida de rosa y de azul.

En ella el alma toma un baño de pereza, aromatizado por el deseo y la pena. Algo crepuscular, azulado y rosáceo; un sueño de voluptuosidad durante un eclipse.

Los muebles tienen formas alargadas, postradas, languidecentes; los muebles tienen aire de soñar; se diría que están dotados de una vida sonambúlica, como el vegetal y el mineral. Las telas hablan una lengua muda, como las flores, como los cielos, como los soles ponientes.

Sobre los muros, ninguna abominación artística. Con relación al ensueño puro, a la impresión no analizada, el arte definido, el arte positivo, es una blasfemia. Todo tiene aquí la suficiente claridad y la deliciosa oscuridad de la armonía.

Un perfume infinitesimal de la más exquisita selección, al que se mezcla una muy ligera humedad, nada en esta atmósfera en la que el espíritu adormecido está acunado por sensaciones de estufa.

La muselina llueve abundantemente delante de las ventanas y delante del lecho y se expande en cascadas nevadas. Sobre este lecho está acostado el Ídolo, la soberana de los sueños. Pero, ¿cómo está ella aquí? ¿Quién la ha traído? ¿Qué poder mágico la ha instalado sobre este trono de ensueño y de voluptuosidad? Qué importa! Aquí está, la reconozco.

Bien son esos sus ojos, cuya llama atraviesa los crepúsculos; esos sutiles y terribles ojos que reconozco en su espantable malicia! Atraen, subyugan, devoran la mirada del imprudente que los contempla. A menudo las he estudiado, estas estrellas negras que ordenan curiosidad y admiración.

¿A qué demonio benevolente debo yo estar rodeado de misterio, de silencio, de paz y de perfumes? Oh beatitud! Lo que generalmente llamamos vida, aun en su más feliz expansión, nada tiene de común con esta vida suprema de la que ahora tengo conocimiento y que saboreo minuto a minuto, segundo a segundo!

No! No hay minutos, no hay segundos! El tiempo ha desaparecido; es la Eternidad quien reina, una eternidad de delicias!

Pero un golpe terrible, pesado, ha sonado en la puerta y, como en los sueños infernales, me ha parecido recibir un golpe de pico en el estómago.

Luego ha entrado el Espectro. Es un ujier que viene a torturarme en nombre de la ley; una infame concubina que viene a gritar miserias y a agregar las trivialidades de su vida a los dolores de la mía; o bien el mandadero de un director de periódico que viene a reclamar la continuación de un manuscrito.

La habitación paradisíaca, el ídolo, la soberana de los sueños, la Sílfide, como dijera el gran René, toda aquella magia, ha desaparecido al golpe brutal dado por el Espectro.

Horror! Lo recuerdo! Lo recuerdo! Sí! este cuchitril, esta residencia del eterno hastío, es la mía. He aquí los muebles estúpidos, polvorientos, descascarados; la estufa sin llamas y sin brasas, manchadas de escupidas, las tristes ventanas donde la lluvia ha dejado surcos en el polvo; los manuscritos rasgados o incompletos; el almanaque donde el lápiz ha señalado las fechas siniestras!

Y este perfume de otro mundo, con el que me embriagaba con una sensibilidad perfeccionada, ay! ha sido reemplazado por un fétido olor de tabaco mezclado a no sé qué nauseabundo moho. Aquí se respira ahora lo rancio de la desolación.

En este mundo estrecho, pero tan lleno de repugnancia, un solo objeto conocido me sonríe: la ampolla de láudano, una vieja y terrible amiga; como todas las amigas, ay!, fecunda en caricias y en traiciones.

Oh! Sí! El Tiempo ha retornado; el Tiempo reina ahora como soberano; con el odioso viejo ha vuelto todo su demoníaco cortejo de Recuerdos, de Arrepentimientos, de Espantos, de Miedos, de Angustias, de Pesadillas, de Cóleras y de Neurosis.

Os aseguro que ahora los segundos están fuerte y solemnemente acentuados y que cada uno, brotando del reloj, dice: “Yo soy la Vida, la insoportable, la implacable Vida!”

Sólo hay un segundo en la vida humana que tiene la misión de anunciar una buena noticia, la buena nueva; que causa a cada uno un temor inexplicable.

Sí! El Tiempo reina; ha retornado su dictadura brutal. Me empuja, como si yo fuera un buey, con su doble aguijón. “Vamos, pues! Borrico! Sigue, pues, esclavo! Vamos, pues, maldito!”

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