jueves

LA INTIFADA PALESTINA Y SU POESÍA (11) - Alejandro Hamed Franco


Poemas palestinos de resistencia

Taufiq Zayyad
Mahmud Darwish
Fadua Tuqán
Samih Al-Qasim
Salim Yubrán

Prólogo, selección y notas de Alejandro Hamed Franco

Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes, 2016 / Primera edición: Arandurâ Editorial, 2002.

MAHMUD DARWISH (3)

Palabras para un amigo muerto

Hablan en nuestro país.
Hablan con pena
de aquel amigo mío que se fue
y volvió amortajado.
Que se llamaba…
¡No!
No mencionéis su nombre.
Dejadlo estar en nuestros corazones.
No hagáis que la palabra
se pierda en el vacío,
cual la ceniza.
Dejadla así, como una herida abierta,
hacia la cual la venda
no sabe cómo ir.
Yo temo, amigos míos,
que un día le olvidemos entre los muchos nombres.
Temo, huérfanos míos, que sus heridas
queden como dormidas
en nuestros corazones.

*  *  *

¿Su edad?
La de un capullo
que no tiene memoria de la lluvia.
Que no lloró debajo del balcón de la luna,
ni detuvo las horas, en vigilia.
Cuyas manos jamás montaron muro alguno,
ni siguieron sus ojos
el hilo de un deseo.
Que no besó mujeres.
Que no piropeó sino dos veces
y sin que le prestaran atención.
Aquel joven mozuelo que se fue
sin pensar para nada en el amor.

*  *  *

Hablan en nuestro país.
Hablan con pena
de aquel amigo mío que se fue
y volvió amortajado.
Sin decir,
cuándo de nuevo cantarían sus pasos tras la puerta.
Sin despedirse de su madre,
ni decir “hasta mañana” a sus amigos.
Sin echar una carta
-como hacen los viajeros-
en que dijera: vuelvo.
Calló la voz.
No trazó ni una letra
que alumbrara la noche de su madre,
que dijera a los cielos y a las cosas:
¡Oh, almohada del lecho!
¡Oh, cofre de la ropa!
¡Oh, noche!
¡Oh, Dios!
¡Oh, nubes!
¿Habéis visto tal vez a un fugitivo
con ojos como estrellas
y manos como cestos de arrayán?
¿Cuyo pecho es almohada de la luna
y columpio, su pelo, del viento y de las flores?
¿Habéis visto tal vez a ese viajero
que no sabe viajar,
que marchó sin viático?
¿Quién podrá alimentarte, extraño caminante?
Mi corazón teme por ti,
¡mozo, hijo mío!
Teme por las durezas del camino.

*  *  *

¡Madre!
No arranques las lágrimas de sus raíces.
Pues las lágrimas, madre, tienen raíces
que dicen a la tarde, cada día:
¿Por dónde pasarás?, ¡oh, caravana de la tarde!
Las sendas de la muerte se asfixian de viajeros.
Las sendas de la tristeza se han cerrado,
al pararte un instante
para enjugar tus ojos y tu frente,
y llevarte un recuerdo de nuestro llanto
por todos los que murieron antes de nosotros:
todos nuestros amigos emigrados.

*  *  *

¡Madre!
No arranques las lágrimas de sus raíces.
Deja en el pozo del corazón dos lágrimas.
Tal vez muera mañana su padre,
tal vez muera su hermano,
o muera yo, su amigo.
Deja, para los muertos de mañana,
dos lágrimas al menos.
Solamente dos lágrimas.

*  *  *

Hablan mucho de aquel amigo mío en nuestro país.
De cómo se perdió,
sin regresar radiante, como solía.
Sino con las mejillas,
Con el pecho y el rostro, quemados por las balas.
¡Pero no lo expliquéis!...
Yo he visto sus heridas.
Me he fijado en ellas con detalle.
¡Dolor por nuestros hijos,
y por todas las madres que se abrazan al lecho!
¡No insistáis, preguntando!
¡Preguntad solamente
cuándo despertarán los hombres!


Canción de amor sobre la cruz

Cuidad de todas las heridas pequeñas,
¿no apagarás mi mano?
¿No podrás enviarme una gacela,
y limpiarme la frente,
y el pulmón,
de ceniza?
Añorarte es lo mismo que una ausencia.
Llamo a todas las puertas,
gritando,
preguntando:
¿Cómo pueden trocarse,
en polvo,
las estrellas?
Te amo… Sé mi cruz.
Sé, como tú deseas, un palomar.
Yo sé que si tus manos me fundieran
se llenarían de nubes los desiertos.

Te amo,
¡totalidad del corazón!
¡sabor, oh tú, de uvas!
¡gusto a sangre!

Una luna, en mi frente, no se extingue,
y en mi boca se agita
un fuego,
una guitarra.

Si muriera de amor, deja mi tumba
expuesta a las pestañas de los vientos,
y no me entierres, no.
Para poder sembrar tu voz en todo barro.

Para poder alzar tu espada en todo campo.
Te amo… Sé mi cruz.
Sé lo que tú desees.
Dilúyete en el alma,
como el sol.
¡Y no me compadezcas!

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