SÉPTIMA PARTE
27. REDIMIENDO NUESTROS DIABLOS Y NUESTROS DEMONIOS (1)
Stephen A. Diamond
Licenciado en Psciología, ejerce en Los Altos, California. Entre sus escritos cabe destacar artículos como “The Psychology of Evil”, “Rediscovering Rank” y el resumen de la obra de Rollo May “Finding Beauty”.
El problema del mal no es nuevo en el campo de la psicología aunque es ciertamente oportuno referirse a él. El mismo Freud, como luego hicieron tantos otros psicólogos y psiquiatras de este siglo, entre los cuales cabe destacar a Jung, Fromm, May, Menbninger, Lifton y recientemente M. Scott Peck, se ocupó del tema.
Según Freud, existe un antagonismo constante entre el malvado “instinto de muerte” (Thanatos) y el bondadoso “instinto de vida” (Eros), una especie de duelo en el que el mal siempre termina imperando. Jung, por su parte, empleó “el término (nietzscheano) de “sombra” para referirse a la maldad del individuo y reservó el concepto de “mal” para “maldad colectiva”. (1) Según este punto de vista -asentado en la tradición individualista del protestantismo suizo- no debemos buscar el origen de los patológico, de lo negativo y de lo malo de la cultura sino en la actitud moral del individuo ya que la causa original del mal no radica en la moralidad colectiva pues esta sólo “se transforma en algo negativo (es decir, en algo malo) cuando el individuo considera sus mandamientos y prohibiciones como algo absoluto e ignora el resto de sus pulsiones”. (2)
Al igual que luego hizo Peck, Rollo May sostuvo firmemente que en Estados Unidos tenemos una comprensión muy limitada de la verdadera naturaleza del mal y que, por consiguiente, no estamos en las mejores condiciones de relacionarnos con él. En su obra, May se hace eco de la advertencia de Jung a Europa: “El mal se ha convertido en una realidad determinante que ya no puede eliminarse del mundo por medio de una simple paráfrasis. A partir de ahora debemos aprender a controlarlo porque va a permanecer junto a nosotros aunque, de momento, resulte difícil concebir cómo podremos convivir con él sin sufrir sus terribles consecuencias”. (3)
En opinión de May el término de diablo “es inadecuado porque proyecta el poder fuera del Yo y abre las puertas a todo tipo de proyecciones psicológicas”. (4) Es por ello que, siguiendo el ejemplo de su gran maestro y amigo Paul Tillich, May opuso la noción de daimon al símbolo judeocristiano del mal cósmico, el “diablo”,
Peck, cuyos escritos han sido comparados con los de May, centra fundamentalmente su atención en el campo de lo teológico y de lo espiritual desde un sistema de creencias convencionalmente cristiano. Peck distingue entre la maldad humana y la maldad demoníaca y considera que la primera es “un tipo específico de enfermedad mental”, una forma crónica y solapada de “narcisismo maligno”, mientras que, en su opinión, la segunda constituye la consecuencia sobrenatural directa de “estar poseído por demonios inferiores” -o por el mismo Satán- un problema cuyo único tratamiento posible es el exorcismo. (5)
Desde mi punto de vista, el concepto junguiano de sombra y, más concretamente, el conocido modelo de May de lo daimónico, han abierto el camino que nos conduce a una psicología más comprensiva del mal. Examinemos ahora en detalle el modelo propuesto por May para entender más claramente sus diferencias con el concepto de Peck.
Notas
(1) Liliane Frey-Rohn, “Evil from the Psuchologycal Point of View”, en Evil (Evanston, III: Northwestern University Press, 1967), p. 167.
(2) Ibid, p. 160.
(3) Carl Jung, Memories, Dreams and Reflections (Nueva York: Pantheon Books, 1961), p. 153. (Hay traducción castellana: Recuerdos, Sueños y Pensamientos, Barcelona, Seix Barral.)
(4) Rollo May, “Reflections and Commentary”, en Clement Reeves, The Psychology of Rollo May: A Study in Existential Theory and Psychotherapy (San Francisco: Josey-Bass, 1977), p. 304.
(5) M. Scott Peck, People of the Lie: The Hope for Healing Human Evil (Nueva York: Simon & Schuster, 1983), pp. 67, 78, 183. (Puede consultarse una crfítica al libro de Peck en mi artículo. “The Psychology of Evil”, publicado en The San Francisco Jung Institute Library Journal 9, nº 1 (1990), pp. 5-26.
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