CAPÍTULO 14
La selva subterránea:
La séptima fase: La esposa y el esposo salvajes (1)
La reunión definitiva se debe al sufrimiento y a los vagabundeos del rey. ¿Por qué este, que es el rey del mundo subterráneo, tiene que vagar sin rumbo? ¿Acaso no es el rey? Bueno, la verdad es que los reyes también tienen que llevar a cabo una tarea psíquica, incluso los reyes arquetípicos. El cuento encierra una antigua idea extremadamente críptica, según la cual, cuando cambia una fuerza de la psique, las demás también tienen que cambiar. Aquí la doncella ya no es la mujer con quien él se casó, ya no es la frágil alma sin rumbo. Ahora ya ha sido iniciada, se conoce y conoce sus reacciones femeninas ante todas las cuestiones.
Ahora, gracias a los cuentos y los consejos de la vieja Madre Salvaje, ha adquirido sabiduría. Por consiguiente, el rey no tiene más remedio que desarrollarse. En cierto modo, este rey se queda en el mundo subterráneo, pero, como representación del animus, simboliza la adaptación de la mujer a la vida colectiva y lleva al mundo de arriba o a la sociedad exterior las ideas dominantes que ella ha aprendido durante su viaje. Pero aun no ha pasado por la misma experiencia que su mujer y tiene que hacerlo para poder trasladar al mundo exterior lo que ella es y lo que ella sabe.
Cuando la vieja Madre Salvaje le comunica que el demonio lo ha engañado, el rey se sumerge en su propia transformación y vaga sin rumbo hasta encontrar lo que busca, tal como anteriormente había hecho la doncella. Él no ha perdido las manos sino a su reina y a su hijo. El animus sigue por tanto un camino muy similar al de la doncella.
Esta repetición empática reorganiza la manera de estar la mujer en el mundo. Reorientar el animus de esta forma es iniciarlo e integrarlo en la tarea personal de la mujer. Puede que este fuera el origen de la presencia de iniciados en los ritos esencialmente femeninos de Eleusis; los hombres asumían las tareas y los sufrimientos del aprendizaje femenino para encontrar a sus reinas psíquicas y a sus vástagos psíquicos. El animus emprende sus siete años de iniciación. De este modo, todo lo que la mujer ha aprendido no sólo quedará reflejado en su alma interior sino que también quedará inscrito en ella y se llevará exteriormente a la práctica.
Por consiguiente, el rey vaga por la selva de la iniciación y aquí volvemos a tener la impresión de que faltan otros siete episodios: las siete fases de la iniciación del animus. Pero nos quedan algunos fragmentos cuyos detalles podemos extrapolar. Una de las claves es el hecho de que el rey se pasa siete años sin comer y, sin embargo, algo lo sostiene. El hecho de no alimentarse es el símbolo de la tarea de rebuscar bajo nuestros impulsos y apetitos para descubrir el significado más profundo que se oculta detrás y debajo de ellos. La iniciación del rey es el símbolo de la profundización en la comprensión de los apetitos, no sólo del apetito sexual (34) sino también de los demás. Es el símbolo del aprendizaje del valor y el equilibrio de los ciclos que sostienen la esperanza y la felicidad humanas.
Además, puesto que el rey es el animus, la búsqueda que emprende sugiere el afán de encontrar -cueste lo que cueste y a pesar de los impedimentos- en el interior de la psique lo femenino plenamente iniciado. En tercer lugar, su iniciación en el yo salvaje cuando adquiere la naturaleza animal durante siete años y no se baña durante siete años tiene la finalidad de librarlo de todas las capas de quitina exageradamente civilizadora que se han acumulado sobre su persona. El animus está llevando a cabo una dura tarea con vistas a su presentación y actuación en la vida cotidiana, de acuerdo con el Yo-hijo de la mujer recién iniciada.
La frase del cuento en la que se dice que el rostro del rey se cubre con el velo mientras duerme es probablemente otro vestigio de los antiguos ritos mistéricos. Hay en Grecia una hermosa escultura que lo representa: un iniciado cubierto con un velo que inclina la cabeza como si estuviera descansando o esperando el sueño (35). Ahora comprendemos que el animus no puede actuar por debajo del nivel de conocimientos de la mujer, so pena de que esta vuelva a dividirse entre lo que siente y sabe interiormente y la manera en que, por medio de su animus, se comporta por fuera. De ahí la necesidad de que el animus vague sin rumbo por la selva con su naturaleza masculina.
Notas
(34) Algunos hombres modernos, por ejemplo, han perdido el sentido de los altibajos de los ciclos sexuales. Algunos no sienten nada y otros se pasan.
(35) En algunas versiones del cuento, el velo se llama pañuelo y no es el pneuma, el aliento, el que provoca la caída del velo sino el niño que juega, quitándolo y poniéndolo sobre el rostro de su padre.
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