jueves

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana) - 96


SÉPTIMA PARTE

24. EL PROBLEMA DEL MAL EN LA ACTUALIDAD (1)

Carl G. Jung

Uno de los fundadores del psicoanálisis. Su principal interés se centró en el misterio de la conciencia, la personalidad y los problemas espirituales que aquejan al hombre moderno. Entre sus numerosos libros podemos citar: Tha Collectec Works (en 20 volúmenes); Modern Man in Search of a Soul; Man and His Symbols y su conocida autobiografía Memorias, Sueños y Reflexiones. Muchas de sus obras han sido traducidas al castellano.


El mito cristiano permaneció inexpugnable durante todo un milenio hasta que en el siglo XI comenzaron a advertirse los primeros síntomas de una transformación de la conciencia (1). A partir de ese momento, la inquietud y la duda fueron en aumento hasta que, a fines del segundo milenio, vuelven a percibirse los atributos de una catástrofe mundial que amenaza a la conciencia. Esta amenaza consiste en una hipertrofia de la conciencia -una hubris, en otras palabras- que puede resumirse en la frase: “No hay nada superior al hombre y sus hazañas”. El mito cristiano ha perdido su trascendencia y, con ella, ha desaparecido también la noción de totalidad ultramudana propuesta por el Cristianismo.

A la Luz sigue la oscuridad, la otra cara del Creador, y este proceso ha alcanzado su punto culminante en el siglo XX. Este emergencia del mal, cuya primera erupción violenta tuvo lugar en Alemania, coloca al Cristianismo frente al mal (representado por la injusticia, la tiranía, la mentira, la esclavitud y la opresión de la conciencia) y revela hasta qué punto el Cristianismo ha sido socavado en el siglo XX. El mal ya no puede seguir justificándose con el eufemismo de la privatio boni y se ha convertido en una realidad determinante que ya no puede eliminarse del mundo por medio de una simple paráfrasis. A partir de ahora debemos aprender a controlarlo porque va a permanecer junto a nosotros aunque, de momento, resulta difícil concebir cómo podremos convivir con él sin experimentar sus terribles consecuencias.

En cualquier caso, lo cierto es que necesitamos una reorientación, una metanoia. Permanecer en contacto con el mal supone correr el riesgo de sucumbir a él. Sin embargo, ya no podemos seguir sucumbiendo, ni siquiera al bien. Un bien en el que “caemos” deja de ser un bien moral. No se trata de que se convierta en algo malo sino de que el mismo hecho de sucumbir puede generar todo tipo de problemas. Cualquier forma de adicción -ya se trate de la adicción al alcohol, a la morfina o al idealismo- es mala. Debemos dejar de pensar en el bien y el mal como términos absolutamente antagónicos. Debemos dejar de lado el criterio de la acción ética que considera que el bien es un imperativo categórico y que podemos soslayar el llamado mal. De este modo, al reconocer la realidad del mal necesariamente relativizaremos al bien y al mal y comprenderemos que ambos constituyen paradójicamente dos mitades de la misma totalidad.

En la práctica esto significa que el bien y el mal dejan de ser incuestionablemente evidentes y que debemos caer en cuenta de que es nuestra propia valoración lo que los hace tales. Sin embargo, todo juicio humano es imperfecto y, por consiguiente, no podemos seguir creyendo ingenuamente en la infalibilidad de nuestros juicios. El problema ético sólo se presenta cuando comenzamos a poner en cuestión nuestras valoraciones morales. Pero que el “bien” y el “mal” sean relativos no significa que se trate de categorías inválidas o inexistentes. Por otra parte, sin embargo, continuamente nos vemos en la obligación de tomar decisiones morales y de asumir las consecuencias psicológicas que necesariamente acompañan a nuestras decisiones. Como he señalado en otras ocasiones, todo error cometido, pensado o deseado volverá nuevamente a nuestra alma. Los contenidos de nuestros juicios dependen del lugar y del momento y, por tanto, asumen formas muy diversas. Toda valoración moral se asienta en la aparente certidumbre de un código moral que pretende saber exactamente lo que es bueno y lo que es malo. Pero una vez que hemos descubierto lo inseguro de sus fundamentos, cualquier decisión ética se convierte en un acto creador subjetivo.


Notas

(1) C. G. Jung, AionCollected Works, trad. R. F. C. Hull, Bolingen Series XX, vol. 9, ii, (Princeton N. J.: Princeton University Press, 1980), pp. 82 y siguientes.

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