domingo

ALFREDO ZITARROSA - 30 años de su despedida

Un 17 de enero de 1989: fallece el principal exponente de la música popular uruguaya, Alfredo Zitarrosa.

 
(si tenes problemas para visualizar el video recortá y pega en el navegador el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=KvH3A4H2Kag )

ALFREDO ZITARROSA según EDUARDO DARNAUCHANS

(nota recuperada de Jaque / 1984)

En realidad todo empieza con un foco que enrojece el larguísimo escenario. Allí nace la milonga, profunda, oscura y voladora.

Suenan las cuatro guitarras y hay cinco hombres sentados en una actitud casi tribal, como contemplando un fuego, una antigua hoguera, y soñando con la milonga.

Lentamente Alfredo se levanta, camina dos, tres pasos… inaugura el canto.

Difícil ponerse a escribir sobre un recital que no es un recital, sino más bien una ceremonia ritual. Se oficia allí la condición de la milonga.

Creo que es justo decir que Alfredo Zitarrosa maneja, más allá de las “milongas”, (en el sentido rítmico-armónico-melódico) un algo que me atrevo a llamar milonguedad. Esto viene a fundamentar lo de la “condición de la milonga”, que a no otra cosa me refiero cuando digo milonguedad. Alfredo Zitarrosa es entonces, el oficiante de la milonguedad.

Pero vayamos más allá.

Esta postura tribal, ancestral, que señalaba al comienzo, se extiende a lo largo de todo el recital-rito y logra que esa situación planteada escénicamente al comienzo entre Alfredo y los suyos, se prolongue al auditorio, un vastísimo auditorio, en el ámbito nada “ritual” de un inmenso cine.

…Y entonces allí todos fuimos “los suyos”. Todos fuimos una bizarra tribu, un largo clan emocionado en torno al fuego, o la esperanza del humanísimo fuego prometeico. Por eso he estado insistiendo en lo de ritual; porque cualquier apreciación técnica a favor  (y tantas) o en contra (casi ninguna, y que conste) queda olvidada en una papeleta que se escribe y se estruja.

Y tengo por algún lado todas las anotaciones que fui haciendo en cada canción. Seguimientos del oficio, observaciones de cantor: porque Zitarrosa es un cantante (seguramente a él le gustaría más que dijera cantor) con una dominadísima técnica, y un estilo hecho a lo largo de años de intenso trabajo. Técnica y estilo se conjugan, y dan eso inconfundible, uruguayísimo, que es Alfredo.

Pero eso no lo explica todo. Más bien es el comienzo de un tenue análisis tecnicista. Lo que importa es lo otro, lo que antecede, acompaña y continúa cada canción de Zitarrosa. He buscado una palabra para nombrar concretamente, conceptualmente eso que llamé “lo otro”. La búsqueda fue muy difícil, sin embargo, es muy sencillo: se trata de la emoción. La vallejiana emoción, hija del amor humano.

Aquí vienen a juntarse el concepto de milonguedad con el de hombredad. En eso se resuelve Zitarrosa.

Por eso han quedado olvidadas por ahí las “observaciones de cantor” que hice puntualmente entre canción y canción. Porque ante la más genuina expresión de la emocionada hombredad cualquier apreciación, cualquier análisis de la técnica vocal, o del arreglo de tal o cual canción quedan definitivamente fuera de lugar.

Larga vida al hombre que se cita con la rosa, al que volvió y al que no se va.

______________


5 TEXTOS DE SONRÍE, MUERTE - ALFREDO ZITARROSA 

   
                     

1

Del nacer al morir
hay sólo un paso
en el que es cruel, amor, dudarte.

Vaso vacilante  que puede derramarse
ataúdes  no abiertos 
en lo que hay muertos que jadean.

Soy tosco aún,
todavía el recuerdo me paraliza .


2

He salido de mi tumba
y de otra tumba  un muerto 
se me incorporó 
y somos uno.

He sido sangre, agua, cuerpo.

Y no bien nacido 
he increpado a mi madre.


DIÁLOGOS CON MI SEÑOR

¿Cómo engañar al que nos ama
señor?
¿Qué me falta 
qué  que no te dí
me separa de él 
me separa de tí?



1

Buenas  noches señor.
Heme a tus pies 
después de haber recorrido todo ese mar.

Sé que me mirabas y me acompañabas 
atrayéndome a tu seno.
Nada pudo destruirme 
y yo, que me creía frágil,
miro tu puro espíritu 
no advierto en ti las huellas del esfuerzo 
y me he mantenido joven 
sigo siendo ágil y veloz como salí de tí.

¿Qué podía yo decir a los que me amaron?
¿qué parábolas podía pronunciar 
entre tantos caídos?
Tú inspirabas esas dulces miradas 
con que me recibían  
para llegar hasta tí 
yo soportaba mi nostalgia de haber estado 
mi voz era suavísima                en ciernes 
y arrobados 
me escuchaban hablarles profundamente,
más allá de ellos,
que entonces se reconocían, señor.

¿Qué que no me dabas, en cambio,
qué yo te negaba para olvidarte 
me darás,
ahora que te toco?



4

En tales altos templos
donde tú, casi tocando el techo
me vigilas
desde la sombra.
Aquí, tú mismo,
entiéndeme,
has metido un traidor

No debiste confesarme en voz baja 
ofrecerme la salvación 
decirme que me amas 
sin dejarme mirarte 
y luego -mano suave la tuya-
nuevamente soltarme en ese mar,
y tú sabías 
que como un pájaro
hecho a tu dulce compañía 
volvería yo
y en la orilla temblando
nuevamente te esperaría.

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