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JORGE ALASTRA - EL MÚSICO ESTEPARIO


Por José Arenas

Dialogar con los compositores es una de las tareas que más nos gusta, llegar a la raíz de todo aquello que mueve a la creación artística es un misterio casi alquímico que implica misterios de magia, de arte y otras cosas que uno no sabe bien qué son. La clave es acercarse a ellas.

Jorge Alastra es un músico que además de virtuoso de la guitarra, arreglador fino y dueño de una voz muy delicada, logra ser un demiurgo de sus canciones, escribir letras que van desde lo más externo hasta el altillo más abandonado del que las escucha. Poseedor de una larga carrera, tres discos, varias nominaciones y Premios Graffitis ganados, anda por la calle y por la música de la misma manera, firme, con la guitarra en la mano, cruzando siempre a la vereda de en frente, tratando de no chocar contra los zombies de lo obligatorio.


En general tratamos de no hacer notas que hablen de los orígenes, sobre todo cuando se han contado mucho, pero en tu casa creo que no lo has hablado demasiado…

Yo arranqué en el año 85´. O sea, el siglo pasado. Yo tenía escritas algunas canciones, en ese momento me había conectado con Fernando Cabrera, yo me había conectado con él porque quería que me diera clases. Habré estudiado un mes con él y el tipo me echó…

¿Te echó?

Si, pero en una buena, porque dijo que yo ya sabía las cosas que él podía enseñarme y que tocaba muy bien la guitarra. Fue algo bueno que él lo dijera, pero al mismo tiempo pienso que Cabrera podría haberme enseñado muchas cosas, imaginate…  Pero bueno, en aquel entonces él escribía para un semanario llamado “Jaque”, que increíblemente era del Partido Colorado, era un semanario muy “pro” donde escribía gente de mucha cabeza. Y ahí además escribían artistas, Carlos da Silveira, Cabrera, Jaime Roos. Y Cabrera me hizo un reportaje en ese entonces y me pidió que le pasara un par de letras. A la semana compro el semanario y encuentro el reportaje en una página entera y mi letra al lado, para mí fue tremenda emoción.

Y, paréntesis, tus estudios anteriores, ¿cómo habían sido?

Yo había estudiado de chico, pero muy “prolijamente”. Pero todo lo que tiene que ver con la música popular lo hice solo. Estudié guitarra clásica mucho tiempo, pero en la guitarra clásica, si bien me sirvió para tocar mucho, la música clásica es muy “dura”. Yo tocaba mucho pero nadie me enseñaba a tocar, ponele una zamba, o un candombe. Eso lo aprendí solo, escuchando y mirando a otros. Hasta que empecé a hacer canciones, yo iba muy bien con la música clásica, pero a mí me gustaba componer, escribir letras. Entonces naturalmente me fui arrimando a la canción. La música clásica tiene la cosa instrumental, abstracta, pero incluso cuando sos joven incluso querés hacer canciones para tocar con tus amigos, no tocás a Bach entre amigos… Al principio mis canciones eran horribles, por suerte desaparecieron.

¿Y con aquel artículo que pasó?

Cabrera me dice que toco muy bien la guitarra y que tiene una amiga que necesita un guitarrista que la acompañe, me pasa su número para que la llame y con ella empezamos juntos, aunque ella ya cantaba, era Begoña Benedetti, ella ya cantaba, pero no profesionalmente. La conozco a través de Fernando, la empiezo a acompañar, sacamos algunos temas y Cabrera nos invita a participar de un ciclo en un teatro, imaginate, yo me asusté un poco. Nos lleva a un ciclo que estaba muy bueno que se hacía varios meses.

Imaginate esto, Uruguay en el 85´salía de la dictadura, estaba todo muerto, y a nosotros nos daban una sala céntrica en el Teatro del ANGLO durante tres meses, octubre y noviembre y diciembre. Tres meses donde todas las semanas había un show de cuatro números por noche, viernes y sábado, bien variado con gente que recién arrancaba. Allí estaba lleno de músicos que luego fueron muy conocidas. Y la impronta que a mí me gustó era la cooperativa, mientras unos tenían fecha los otros hacían producción, prensa, todo. Y así intercambiado.  Era genial. La sala estaba llena, yo toqué mis canciones y cuando terminé la gente se paró a aplaudir y lo mismo con Begoña. Estábamos muy asustados. Además estaba toda la prensa que en aquel momento era muy elitista del rock y demás, pero que tuvieron miles de comentarios súper elogiosos, decían que éramos el futuro de la canción uruguaya. Todos re copados. Cabrera nos ayudó, por supuesto.  Hicimos cinco temas míos que eran los únicos que tenía, tenía cinco o seis, una de ellas las hacía Begoña. Decían que éramos dinamita. Entonces pensamos que de ahí en más era todo genial, que íbamos a crecer, pero no fue así. Fue todo muy duro porque lo que yo hacía no era nada comercial. Entonces me bajoneé un poco. Después de ahí hice muchas cosas, acompañé a otra gente pero dejé de lado mi proyecto, seguí acompañando a Begoña, acompañe a Emma Junaro, una cantante boliviana, acompañe a María Vidal, una gran cantante de tangos. Y sí, tocaba en boliches y eso. Me frustré un poco con lo mío porque no veía popular mi estética. No veía salida. Luego tuve un tonto momento de querer hacer algo comercial, pero yo no puedo hacer eso, aunque llegué a la final de un concurso de Yamaha. Después dejé de tocar en vivo, salvo esporádicamente.

Un día, una amiga llegó a mi casa y me dijo que yo tenía que sacar mis canciones, que eran geniales, que lo que me faltaba era producción, me insistió tanto para que hiciera un disco que así nació Parte, un disco apoyado por FONAM, donde participan músicos muy buenos, entre ellos Hugo Fattoruso, que grabar con él fue una tremenda experiencia. Tuve la fortuna de que los músicos fueran impresionantes, aunque si hoy pudiera lo haría de nuevo…

Parte es un disco de una temática y estética muy diferente a los que vendrán después, si bien los tres son bien distintos, parte tiene una particularidad más rock-pop. Con Puente Aéreo hay un abismo…

Sí, incluso lo tuve encajonado como siete años hasta que vino Ángel Atienza y me dijo que eso había que editarlo, que no podía quedar encajonado, y ahí salió a la luz. Pero después empecé a planear un disco que fuera más similar a lo que estaba haciendo yo.

Entre medio aparece Una de Cabrera…

Eso nace en el 2005, en una reuniones de músicos con los que teníamos otro proyecto que no fructificó, habría que consultar a un psicólogo por qué… de esa movida salió la idea de armar un disco versionando a un músico, que podía ser Cabrera o podía ser otro. De los que estaban allí a la mitad le interesó y a la otra mitad, no. La cosa era que con seis músicos yo no podía hacer un disco, así que se me ocurrió completarlo con otros músicos más conocidos que los que ya participábamos, ahí llamé a Hugo Fattoruso, conocí a Galemire que se propuso, a Liliana Herrero. Y fue mágico porque yo participé como productor ejecutivo, no di directrices ni nada, simplemente coordiné.  Fue mágico, salió a los tumbos…

Pero fue un disco muy reconocido en el medio, ¿o no? Así lo recuerdo, al menos…

Si, ganó un premio Graffitti, el medio musical estuvo muy de acuerdo, la actuación en la Sala Zitarrosa fue histórica, pero el sello nos falló, el director de la sala estaba peleado con TV ciudad, la prensa no asistió, se perdió un documento histórico, ver a cabrera tocando con cada uno de los músicos, una cosa muy chicana, tuvimos mucha mala suerte. Pero sonó increíble, fue mágico.

¿A través de ese disco te vinculás y formas parte de la banda de Silvana Marrero?

Si, ella participa del disco, a través de eso yo le propongo trabajar con ella en un repertorio de folclore y ser el arreglador de su banda.

Ese es un disco que me interesa rescatar. Es fundamentalmente de folclore pero es una visión del género que hasta el momento no había y no hay, porque lo que hay ahora inmediatamente se pasa al pop o no propone sonidos nuevos…

Si, por ejemplo tiene una estética muy cuidada. Hay un arreglo de Guitarra, dímelo tú que a mí me parece muy interesante. Además de cosas puntuales como Cardo o ceniza de Chabuca Granda, todo con un tratamiento pop pero de otra manera, más delicada, sin confundirla con pogo y con nada que no tenga que ver, hubo un cuidado estético, no fue “agarrar temas y hacerlos porque sí”. Trajo muchos títulos que hasta el momento no estaban siendo versionados. Zamba para no morir o Tonada de un viejo amor hasta ese momento no tenían prácticamente otras versiones que las originales de Mercedes Sosa y Eduardo Falú. También hay temas míos, hay primeras versiones de canciones de Cabrera, Una hermana muy hermosa, hay una versión hecha milonga de Las manos de mi madre de Peteco Carabajal.

Y después de tu trabajo con Silvana Marrero viene Puente aéreo que, si bien tiene una estética totalmente diferente a la de Parte, tiene una raíz folclórica como la que venías trabajando…

Si, tiene una formación mucho más íntima y más acústica. Si, yo estuve mucho trabajando con la guitarra, había pasado mucho tiempo trabajando con la guitarra y no tenía banda propia, entonces me encerré a pura guitarra. No tenía plata para pagarles a buenos músicos, entonces empecé a trabajar con mi guitarra como una orquesta. Y con mi hermano, Sergio Alastra, que es tremendo percusionista empezamos a hacer canciones para esa formación específica, como un reloj, si uno faltaba había canciones que no podían tocarse. Fue rarísimo, no era acompañamiento, cada uno tenía su rol. Y el disco es eso. Y Puente Aéreo es bien folclórico, hay chacareras, vidalas, zambas, choros.

Hay una estética similar a la que habías empezado con Silvana Marrero…

Si, totalmente. Hay una estética compleja, jazzística. Pero no es jazz, como lo que sucede ahora en Argentina donde todo es muy “jazz”. Esto es totalmente diferente.

Bueno, entremedio de Puente Aéreo y Tres aparece Malajunta ¿cómo se forma ese proyecto totalmente diferente?

Es un invento. Yo la conocí a Adriana Filgueiras cantando una zamba a través de MySpace. Canta una zamba divina de Carlos Gómez. Nos pusimos en contacto, nos juntamos los tres y con ella empezó una historia.

¿Musical?

Y extra musical. Y el disco de Carlos Gómez tiene cosas medio tangueras, entonces le propuse cantar tangos y a ella no le gustaba, prefería la bossa nova. Pasó el tiempo y la convencí de hacer un trío de tango. Que al principio era contrabajo, guitarra y voz. Aunque habíamos pensado incluir un clarinete, que nunca se concretó. Y el primer tema que ensayamos no fue un tango, fue Paso Molino, y enseguida nos copamos. Adriana es muy práctica y además tiene mucho oído. Agarramos viaje enseguida. Mágicamente conseguimos conciertos antes de tener un repertorio, lo armamos como pudimos, rellenamos un poco, y nos fue excelente, todo el mundo murió con lo que hacíamos, por suerte. Después apareció Juan Rodríguez y nos terminó de salvar para hacer esto que hoy es Malajunta. Adriana y Juan tienen mucho oído, sacamos temas en poco tiempo y tenemos muchísima química para hacer un trabajo muy auténtico. Es bravo que eso se dé.

Bueno, y junto con Malajunta aparece Tres, tu último disco…

Si, es un disco diferente, con la marca de su productor Rodrigo Vicente, yo lo llamé para que lo produzca. Él ya había trabajado en Puente aéreo, aquí ya hizo los arreglos de las canciones, yo grababa las bases y el metía sus arreglos arriba. Es más pop y más electrónico, tiene tímbricas complejas, muchos instrumentos, muchos coros, samplers. Mezclamos lo mucho que sabe Rodrigo con lo que yo hacía. Yo nunca había hecho un “loop”, y en Alma de viaje es la base del tema.

La fecha pasada en la Sala Zitarrosa estrenaste una canción dedicada a Walter White, el personaje de Braking Bad, es decir, con respecto a la composición ¿qué líneas tenés?

Me inspira cualquier cosa, desde cine, teatro, TV.  Por ejemplo, cuando empecé a componer esa la canción fue sola hacia eso, es una catarata de alguien que cada vez está peor. Incluso aparecen escenas de la serie.

Pero también hay una fuente que va desde lo íntimo…

Sí, hay temas dedicados a mi madre, a Mateo, a mi hijo, a Eduardo Darnauchans. De todo. Incluso ahora que estoy componiendo algunos tangos es raro, me sale un “big bang” de lo cual yo refino aquello de lo que voy a hablar y con esos pedazos de letra trabajo, y trabajo mucho. Yo escribo algo de lo que pienso que “está bueno” pero siempre hay algo que no me cierra así que la sigo perfeccionando, sé que va a cambiar y que va a quedar mejor. Busco la palabra exacta. Si yo quiero que diga “el sol rajó las piedras en abril”, tiene que decir eso y no otra cosa, por eso es complejo.  Pero el primer tema de Tres, que se llama Abajo surgió en el ómnibus yendo a grabar, pensando en la muerte de mi padre, me fue gustando, apareció la letra y quise grabarlo. Ese fue el único tema repentista que yo hice. A Rodrigo le gustó, terminé de delinearla y así quedó. Y ese “abajo” de lo que habla es un guiño tiene que ver con muchas cosas.

¿Y cuál es tu proyecto ahora?

Ahora estoy trabajando con un trío formado por Alejandro Pacello y Pablo Meneses, y creo que mi próximo disco va ser así, agregando algunas cosas que me gustaron estéticamente de Tres.

¿Y quién es Jorge Alastra?

Soy compositor. A mí me encanta tocar y cantar, pero creo que lo que mejor hago y más disfruto es escribir letras y componer.

(lamirada.com.uy)

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