viernes

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (39)


II (3)

Ante el drama del pensamiento ducassiano, es precisamente en una especie de conflicto entre los elementos de la cultura racional en lo que piensa Léon Bloy: (8) “La desconocida catástrofe que hizo de este hombre un insensato ha debido… golpearlo en el centro mismo de las exactas preocupaciones de su ciencia, y su loca rabia contra Dios ha debido ser, necesariamente, una rabia matemática.” En efecto, parece que en la obra ducassiana hay rastro de dos concepciones del Todopoderoso. Se encuentra el Todopoderoso creador de la vida. Precisamente contra ese creador de vida va a rebelarse la violencia ducassiana. Se encuentra el Todopoderoso creador de pensamiento: Lautréamont se asocia al mismo culto que la geometría. “El Todopoderoso se ha revelado por entero, él y sus atributos, en ese trabajo memorable que consistió en hacer salir, de las entrañas del caos, tus tesoros de teoremas y tus magníficos esplendores.” Ante esas producciones del pensamiento matemático contempladas en “meditaciones sobrenaturales”, Lautréamont se inclina de rodillas “y su veneración rinde homenaje a (su) divino rostro, como a la imagen misma del Todopoderoso”,

Se ve, en la obra ducassiana, una adoración del pensamiento que hace juego con una execración de la vida. Pero, ¿por qué Dios ha hecho la vida cuando podía hacer directamente el pensamiento? Tal es quizá el drama ducassiano del que Léon Bloy ha sentido la profundidad mejor que ningún otro. En todo caso, es sorprendente que en medio de los Cantos de Maldoror la poesía modifique su ritmo al mismo tiempo que se extingue la blasfemia y que este claro formado de silencio y de luz se encuentre en el centro mismo de una especie de selva virgen, llena de monstruos y de gritos, librada por entero al doble frenesí del crimen y del nacimiento.

En otro canto, una frase sola evoca las matemáticas; es para expresar la belleza de la curva de persecución. Ese pequeño detalle nos permite presumir que Lautréamont sobrepasó su programa de preparación a la Escuela Politécnica, que no fue específicamente un simple “novato” mal preparado, como se sabe, por el estudio monótono de las cónicas. A partir de ese débil indicio, parece entonces que Lautréamont conoció una vida de estudios científicos algo libre, liberada del ritmo de las lecciones, sobrepasando una pedagogía de concurso universitario.

En resumen, una cultura matemática personal, una poesía segura de sí,  un verbo de sonoridades exactas, un poder de inducción poética probada por la larga influencia de la obra, ¿no constituye un conjunto de pruebas que pueden garantizarnos la integridad de un espíritu?


Notas

(8) Léon Bloy, loc. cit., p. 16.

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