ANNA RHOGIO
(XV)
El domingo siguiente, después de almorzar, fuimos al taller. Hacía un frío que traspasaba la ropa.
-¿Hoy no hay película?
-No. Te propondré una cosa que te va a interesar.
-¿Como qué?
-Quiero que intentes modelar algo en arcilla para ver si tenés condiciones.
-¡Qué bueno! Si las tengo, las heredé de ti. Hace tiempo que lo deseaba pero anduve muy ocupada.
-Sí, en discutir con Lucio.
No me fue difícil hacer un jarrito porque siempre la miraba trabajar y sabía como hacía las piezas. Ella dice que los ojos son los mejores maestros: mirá y aprendé.
-Después de esto, lograrás todo lo que te propongas. Ahora lo hornearemos y el sábado que viene lo pintarás.
-¿No haré mas nada?
-No, por hoy terminó la clase. Si hacés mucho de una vez, te aburrirás. Es mejor que guardes el entusiasmo para otro día.
-¿Dónde conseguís la arcilla?
-Jacinto me ayuda a traerla. Nos vamos en la chalana a los barrancos del río, buscamos las vetas que se destacan finamente grises en las paredes de tierra colorada y las sacamos con una pala pequeña. Después, la remojo en bastante agua hasta formar un engrudo espeso y la filtro con un cedazo para quitarle piedritas que en el horno estallarían y romperían la pieza. Dejo que se oree unos días y al evaporarse el agua, queda lista.
La semana siguiente, el jarro estaba listo para decorar.
-Comenzá con algo simple, no quiero que copies las ilustraciones de los libros. Preferiría que fueras creativa desde el comienzo y te guiaras por tu intuición.
Me sentí orgullosa de lo que logré con pocos trazos siguiendo sus enseñanzas. Al rato, entró Lucio:
-¿Qué hacés? -dijo curioso.
-¿No ves?
-¿Y eso?
-¿Cómo eso? ¡Es un jarro para tomar la leche!
Me apronté para la broma pesada.
Lo miró entrecerrando los ojos, dándose aires de entendido. Lo examinó de más lejos, torciendo la cabeza y me pareció ver una sonrisita burlona insinuándose en su boca.
-¿Y?
-¿Y qué?
-¿Cómo que y qué? ¿Qué te parece?
-¡Huuuuum! Bonito.
-¿Solo bonito? ¡Es perfecto!
-Digo yo una cosa…
-Decí, y ojo con tus opiniones.
Tomé uno de los palotes con los que se estira la masa y comencé a golpearlo en la mano.
-Bueno, si te ponés así, no me animo.
-Dale.
-Este… ¿No se te escapará la leche por los agujeros?
-¿QUÉ AGUJEROS?
-¡ÉSTOS!
-¡BAGUAL! ¡ESTÁN PINTADOS!
-¡Ah, yo decía, nomás!
Cuando la miré, abuela lloraba de risa con resbaladoras lágrimas aguantando como podía las carcajadas.
Lo corrí alrededor de la mesa intentando golpearlo pero era rápido como una ardilla.
Se reía hecho un loco y cuanto más intentaba alcanzarlo con el palote, más me esquivaba escondiéndose debajo de la mesa y reapareciendo. Mi iracundia crecía, crecía… Y menos mal que no pude darle caza porque hubiera sido capaz de llenarle la cabeza de chichones.
-Basta, Lucio -dijo ella tratando de frenar mi carrera-, esta vez te pasaste de la raya.
Agitada por el más profundo encono me detuve para recuperar el aliento:
-¿Viste, no? ¡Este animal, siempre me está amargando la vida! -ya lloraba mansamente calmada.
-Lucio, quiero que te disculpes de inmediato.
-¡No lo voy a perdonar jamás!
-Que yo sepa, vos tampoco sos un modelo de ternura. Lucio, estamos esperando.
-¡Dejalo! -me limpié a manotazos mejillas y nariz con la manga del saco-. ¡No me interesa! ¡No vale la pena!
-¡No me va a escuchar, patrona! ¡Está muy enojada! ¡Malísima!
Desde chico demostró tener la sabiduría digna de un viejo y se las arregló para que yo descargara todo mi enojo:
-¿Puedo probar yo también a hacer un jarro?
Salté como víbora venenosa:
-¡¡¡Siii!!! ¡¡¡Siii!!! ¡Que pruebe! ¡VAMOS A VER QUÉ SALE DE ESAS MANITOS TOSCAS, ÁSPERAS Y OSCURAS DE TANTO LIMPIAR BOSTA!
-¡Las tengo limpitas! Bueno, gurisa, ahora que te desahogaste, ¿podés perdonarme la broma? -otra vez apareció su sapiencia, acaso heredada de sus antepasados.
-¡No vuelvas a dirigirme la palabra! ¡NUNCA MÁS! -exploté.
Abuela ordenó las sillas que estaban caídas y desparramadas, y puso los almohadones encima. Le hizo una seña como para que dejara pasar el tiempo, lo invitó a sentarse y le puso adelante una porción de masa.
-A ver qué podemos decir de tu primer intento.
Quería con toda el alma que hiciera un mamarracho, una porquería, para poder reírme y vengarme. Mi orgullo fue más fuerte que mi curiosidad, encendí el televisor y me senté en uno de los sillones. Me dormí un buen rato y desperté al escuchar:
-El sábado que viene te enseñaré a pintarlo, pero primero haremos el bizcocho.
-¿Hay bizcochos pa la merienda?
Volví a saltar como yarará:
-¡BESTIAAAAA!
-No, muchacho, bizcocho es la primera cocción que se da a las piezas. Y no vayan a discutir de nuevo.-advirtió-. Vamos a la cocina. Hay torta de anís y chocolate caliente.
Yo seguía sin hablar palabra, nublada como un cielo tormentoso. Al hacerse noche, él se iba al tambo:
-¿Querès venir?
No le contesté.
Al pasar por la ventana me hizo adiós con la mano.
-¡Asoleado! -murmuré llena de rencor, apretando los dientes.
ANTONIO GARCÍA PINTOS
HUESOS Y ESPEJOS (1)
7 / El fantasma de los huesos nos mira mudo, atónito, atroz, desvalido, para denunciar nuestra conciencia tardía.
8 / Los huesos carecen de pronunciación: constituyen el único testimonio inapelable.
9 / Los huesos como mundo pleno.
10 / Los huesos son un rotundo y fulminante puñetazo en la cara de nuestra desgracia.
11 / Los huesos nos envían el indescifrable mensaje del sueño y el llanto.
12 / Los huesos seguirán porfiados por los tiempos de los tiempos entre nosotros hasta que decidan contar. Entonces los huesos seguirán siendo huesos.
FEDERICO COORE
LÁ LÁPIDA-VIDA
Cuando tengas noche metida en los pies
y tengas el flujo de su alma al revés.
Cuando no hayan flores que marquen las seis
y no cantes modos de mares de miel.
Te dirán de asfaltos y miedos quizás
te dirán de un jueves que se vuelve sal.
Tragarás los humos y ahí sentirás
La Lápida-Vida que vuelve a llorar.
Que vuelve a llorar.
Que vuelve a llorar.
Por mejillas dobles, la sangre, se fue.
Por los codos llenos de bronce, también.
Las pupilas grises te quieren perder.
La lápida-Vida te puede llover.
Te puede llover.
Te puede no ver.
JOSÉ LUIS MACHADO
1 TEXTO DE FUERA DEL TABLERO
El rey tomó la corona y la arrojó lo más lejos que pudo fuera del tablero. Con su lento y cansino andar, llegó al lado de su reina; ella le preguntó “¿Qué hiciste con tu corona?”. “Me harté de ella; la arrojé lejos, bien lejos”, respondió el rey.
-Tendrás que ir a buscarla; vas a necesitarla para que no te confundan conmigo. ¿Dónde está?
-Fuera del tablero, junto a la caja forrada de paño donde dormimos.
-¿Y cómo hiciste para sacártela?
-Cuando la mano me tiró, decepcionada, logré que un caballo la pateara.
-No puede ser -dijo la reina- porque lo mejor que hacen los caballos es esquivar.
-Ya lo sé, mi dama, pero este es muy especial, anda a su propio paso, es salvaje; tal vez después de esto me vea como su igual y me lleve a pasear en su lomo lejos de la caja, mientras las manos empujen otras decepciones o simplemente duerman.
SANTIAGO MANSSINO
DIÁLOGO PROBABLE
Cuando los soles se congelen
para siempre
y se quiebren en infinitos espejos,
cuando las lunas
muestren la otra cara,
cuando el fuego se extienda
en el horizonte infinito
y las aguas reflejen
el color ámbar del cielo
y los tenebrosos resplandores
y los rostros tristes de los hombres,
entonces me mirarás y tendrás
una sonrisa y lágrimas.
Me dirás:
¿Qué hemos hecho con la vida?
La escondimos debajo de diamantes
negros, la robamos al azar
para dejarla tirada en la esquina
de un bar alucinado de alcoholes
arenosos y sanguinolentos,
y de plantas que viven con el fuego.
Hay una marcha de arlequines,
una procesión grotesca
de insultos y risas que convergen
en la madrugada y en cualquier lugar.
Callaré.
Entonces temblaré con espasmos
espantosos y vomitaré mis entrañas.
Luego gritaré:
El aura ha desaparecido
y la esperanza se encuentra
en aquel escarabajo que monta
en la ballena del último piso.
Las huestes vendrán
y haciendo pompas de jabón
tal vez restauren todo
lo que alguna vez perdimos.
De lo contrario será la muerte
quien nos muestre la felicidad
de los astros, de los micro organismos.
Ahora bésame y sofócame
con látigos de agua y fuego.
HAUGUSSTO BRAZLLEIM
CANCION DEL SOMBRERITO CARMESÍ
(1 TEXTO MUSICALIZADO POR FEDERICO COORE)
Te veo en un constante alejar
Y te llamo eternamente en ese olvido
Y en mi voz sólo queda un penar
El final de un comienzo sin
Inicio.
Pero quiero que sepas lo que siento
(Mujer)
En la soledad de mi silencio
Que retumba en mi pecho que oculta
Tu inclemente sombrerito carmesí.
Taciturno, ya sin rumbo
En brumas y espumas hacia el mar
Que me nublan los ojos y me empujan
Ya sin turno, lejos de tu corazón.
Entre cortinas venecianas
Y ramblas de un Montevideo
Siento tu presencia en la escalera
Pero no, no te veo.
Taciturno, ya sin rumbo
En brumas y espumas hacia el mar
Que me nublan los ojos y me empujan
Ya sin turno, lejos de tu corazón.
Pero quiero que sepas lo que siento
(Mujer)
En la soledad de mi silencio
Que retumba en mi pecho
Que oculta tu inclemente sombrerito carmesí.
MARCELO SOSA
ÓMNIBUS
desde el ómnibus
la ciudad
es una máscara
un decorado
para una película imposible
la gente camina para fingir que camina
y los carteles mienten como encuestas
pero cuando bajo
la ciudad huele y duele
las paredes y las palabras endurecen la sonrisa
la gente son prójimos que transpiran
una realidad solidaria
solitaria
y los ómnibus son caminos que se van
y no elegimos
prefiero escribir
arriba del ómnibus
la letra chueca
roza la esquina
de la esquiva
verdad.
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