sábado

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (27)


III. LA VIOLENCIA HUMANA Y LOS COMPLEJOS DE LA CULTURA

III (2)

Lautréamont, por otra parte, se cansa pronto de la amenaza. El hijo no está en realidad lo suficientemente protegido; la familia es una jaula muy mal defendida. Al regresar entre los hombres honestos y razonables, Lautréamont tiene la impresión de entrar en una sociedad de castores. ¿Conoce Lautréamont la leyenda del Livre des Trésors? (2) “El castor, o perro pórtico, es cazado por sus órganos sexuales, muy útiles en medicina. El castor lo sabe, y cuando es perseguido se los arranca con los dientes para que lo dejen tranquilo.” Es el castrado por persuasión.

Así el niño. Así el buen alumno. El niño se vuelve entonces un maravilloso detector de poder. La educación ha establecido en él reflejos condicionados de exquisita sensibilidad: el niño, el buen niño, llora cuando se le “frunce el ceño”. El más inexperto aprendiz de violencia, el profesor más desprovisto de energía vital, pueden seguir fácilmente sus progresos en el arte de amenazar, leyendo en el rostro de un niño o de un alumno tímido, el reflejo de la angustia. Finalmente, éxito alentador, el niño devuelve el bien por el mal, la ternura por la crueldad: “Habrás hecho mal a un ser humano, y serás amado por el mismo ser: esa es la felicidad más grande que se puede concebir.”

Fieles a la inspiración de un psicoanálisis de la cultura, transpongamos esas observaciones del tiempo de la infancia al tiempo de la adolescencia; vamos a encontrar el amor o el respeto por el maestro, vamos a encontrar, en un modo metafórico, la réplica del complejo de castración. En efecto, al niño “carne tierna”, “pecho blando”, corresponde el adolescente, verbo ingenuo, sintaxis débil, cuya garganta se cierra a la simple acusación de un solecismo. Sin embargo, a los adolescentes les sería muy fácil distraer con una burla la cólera manifiestamente exagerada del profesor de “buen gusto”, “de lengua pura”. Pero dejan -así lo quiere el símbolo de la educación mutilante- en manos de su maestro las tijeras de la censura retórica.


Notas

(2) Ch.-V. Langlois, La connaissance de la nature et du monde au moyen âge, p. 382, París, 1911.

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