sábado

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (26)


III. LA VIOLENCIA HUMANA Y LOS COMPLEJOS DE LA CULTURA

III (1)

Pero veamos de una manera más precisa cómo la violencia ducassiana, llevando todavía la marca de los complejos de la cultura, se polariza bajo la forma humanizada contra el niño y contra Dios.

El niño por su debilidad física, el joven compañero, por su atraso intelectual, son tentaciones constantes de violencia. Pero, en Latréamont, donde todo se individualiza, es al hijo de la familia humana al que quiere raptar, un hijo protegido, muy diferente del niño montevideano exilado sin remisión desde los catorce años. Contra ese niño ansiosamente protegido, la violencia se intelectualiza; se vuelve reflexionada. Mientras que la violencia animal se cumplía sin demora, franca en su crimen, la violencia contra el niño va a ser súbitamente hipócrita. En la violencia, Lautréamont va a integrar la mentira. La mentira es el signo humano por excelencia. Como dice Wells, el animal carece de gestos mentirosos.

Entonces todas las páginas en donde interviene el crimen contra el niño adquieren una doble duración. El tiempo se divide allí en tiempo actuado y tiempo pensado, y esos dos tiempos no tienen la misma contextura, los mismos principios de encadenamiento, la misma causalidad. Al preparar el crimen contra el niño con todo esmero técnico, Lautréamont da la impresión de tiempo suspendido, de manera que, en escasas páginas, pero fundamentales, ha sabido dar la esencia temporal de la amenaza, de la agresión diferida. Desde que Lautréamont amenaza, no duerme. Esa ausencia de sueño hace juego con la ausencia de risa. Las pupilas de jaspe se ponen en sinergia con los labios de bronce. El ojo y la boca esperan, juntos.

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