PARÍS NO SE ACABA NUNCA (5)
Fue el año en el que aparecieron los ricos. Los ricos tienen una especie de pez piloto que se les adelanta, y que a veces es un poco sordo y a veces un poco ciego, pero que anda siempre husmeando, amable y vacilante, antes de que lleguen. El pez piloto habla, y dice algo así como:
-Hombre, qué querés que te diga. No, claro, en el fondo no. Pero yo los quiero. Los quiero a los dos. Sí, Hem, con toda sinceridad, te juro que los quiero a los dos. Comprendo tu punto de vista, pero yo los quiero, y un día te vas a dar cuenta de que «ella» tiene un no sé qué, una calidad humana como raras veces se encuentra (a «ella» la menciona por su nombre de pila, y lo pronuncia con amor). Tranquilo, Hem, no te pongas pesado y destructivo. Los quiero de verdad. A los dos, te lo juro. A «él» (nombrado por el apodo que le había puesto su mamá cuando tenía tres años) le vas a tomar cariño apenas lo conozcas bien. Yo te aseguro que los quiero mucho.
Y después aparecen los ricos, y ya nunca nada volverá a ser igual que antes. El pez piloto se va, por supuesto. Siempre está yendo de un lado para otro, y nunca se queda por mucho tiempo. Se mete en política o en el teatro y después se escabulle, y hace lo mismo metiéndose y escapándose de los países, y cuando es joven también se mete en las vidas ajenas. Ni siquiera los ricos son capaces de pescarlo. No hay manera, y solamente a los que confían en él se los pesca y se los mata. Tiene el insustituible adiestramiento temprano del hijo de puta, y un latente amor al dinero, inconfesado durante mucho tiempo. Pero se las arregla para ir ganando dólar por dólar hasta terminar siendo rico.
Los ricos lo querían y confiaban en él porque era tímido, cómico, construido de acuerdo a un modelo clásico, e infalible en su actividad como pez piloto.
Cuando hay dos personas que se quieren y son felices y alegres, y una de ellas o las dos realizan una obra de auténtica calidad, la gente se siente atraída hacia la pareja de un modo tan fatal como los pájaros migratorios son atraídos de noche hacia un faro poderoso. Si aquellas dos personas estuvieran tan sólidamente construidas como un faro, el fenómeno causaría muy poco daño, excepto a los pájaros. Pero los que atraen a la gente de mundo por su felicidad y por su talento suelen tener poca experiencia. No saben cómo escapar al avasallamiento y huir lejos. No siempre entienden la verdad de los ricos: los atractivos ricos, los encantadores, los que se dejan querer en seguida, los generosos, los comprensivos, los que no tienen defectos y transforman cada día en una fiesta, y que, después de pasar arrancando el alimento que necesitan, dejan todo más muerto que las raíces de un prado arrasado por los caballos de Atila.
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