jueves

OLGA PIERRI - 101 AÑOS DE LIBERTAD


Hugo Giovanetti Viola


Estoy escribiendo esta paginita el 3 de junio de 2015 porque hoy Olga Pierri, una legendaria Capitana del Vuelo guitarrístico a nivel nacional y mundial, cumple sus 101 años en plena actividad.

Y lo primero que necesito contar es que en 1982, durante una reunión de Directiva del Centro Guitarrístico del Uruguay, le escuché confesar a Agustín Carlevaro: “Che, Olga, ¿vos sabés que con Abel íbamos muchas a veces a tus conciertos nada más que para verte los ojos?”.

Yo había entrado en el mundo raro de su mirada azul a principios de los 70, cuando me decidí a estudiar en serio y a prepararme para ganarme la vida con la docencia musical, y enseguida sentí que no me estaba abismando en cualquier mirada preciosa sino que allí había un hervor de platería barroca capaz de conmover al mundo entero.

En aquel momento su sobrijo Álvaro, que desde que ganó el Concurso de Guitarra de París en 1975 se fue transformando meteóricamente en el mayor guitarrista clásico de la historia, ya era un adolescente de proyección internacional y todavía se escapaba clandestinamente del caserón de Joaquín Núñez para dirigir a alguna banda beatlera del barrio.

A mí también los Beatles me habían cambiado la vida a partir de los 14 años, pero el nivel de exigencia misionera que me inoculó Olga -que fue la encargada de redondear y perfeccionar el sistema docente de su padre, el humildísimo y galáctico José Pierri Sapere- sólo puedo compararlo con el torresgarcianismo que heredé de mi padre, además de mis muy precoces lecturas de Herrera y Reissig, García Lorca, Vallejo, Hemingway y Salinger, o el mester de juglaría aportado in situ por Guillermo Fernández o los patadones dorados que me encajaba Onetti en el apartamento de Gonzalo Ramírez para que me dejara de joder con el trepadurismo al éxito vacío.

Y ahora que se puso de moda velar a los falsos profetas glamorosos en el Palacio de los Sueños Perdidos, es urgente recalcar que nadie que no conciba el ejercicio artístico como una iluminatio purificadora (y esto es literalmente una cuestión de vida o muerte) puede ayudarnos a crecer con gracia de profundidad, que es lo único que importa a la hora de durar con pureza en este coágulo terráqueo tan terriblemente hermoso.

En el apartado 37 de La nube del no-saber, un tratado místico anónimo del siglo XIII que estamos publicando en el blog de elMontevideano Laboratorio de Artes, se expresa con insuperable claridad lo que nos exige la pasión de Olga Pierri, más acá o más allá del manejo de los recursos técnicos: Digo que te trasciendes a ti mismo, haciéndote casi divino, porque has conseguido por la gracia lo que te es imposible por naturaleza, ya que esta unión con Dios en espíritu, en amor y en la unidad del deseo es el don de la gracia. Casi divino; sí, tú y Dios son tan uno que tú (y todo verdadero contemplativo) puedes ser llamado divino en un sentido verdadero.

Y la consigna esencial de esta Capitana siempre fue vivir sacrificadísimamente para repartir la magia de una vibración perlada al servicio de lo eterno.

Por eso nos mira así: para que no nos distraiga la búsqueda de una libertad triste.

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