sábado

MICHITA Y PIRÍN (8) - HUGO GIOVANETTI VIOLA


(EL PERFUME ANTICIPADO DE LA ETERNIDAD)


29


-Eso de que Jerónimo estuvo una hora sosteniendo a la madre muerta como si escenificara La pietà al revés merece ser escrito, sobrino -torció la calva plateada Pirín en dirección a Abel Rosso.

-Ya lo puse en un cuento que va a salir muy pronto en el blog, no te preocupes.

Entonces el doctor Rabí trajo la tabla donde crujían los riñones y resopló contemplando la imponencia del medallón de nácar que acababa de despegarse completamente del horizonte boscoso:

-Lo que no saben ni siquiera mis hijos es lo   que tuvo que hacer mi hermano la noche que dio la vida.

Y después de trozar las achuras y la baguette y servirlas en dos platos, señaló el chalé con techo a dos aguas que rebrillaba del otro lado de la verja también invadida por las glicinas:

-A mí Tatiana se animó a contármelo un mes antes de morir, cuando ya parecía una garcita. Coman, por favor.

-¿Cuánta sobrevida tuvo ella? -empezó a masticar el viejo un bocado que le puso entre la risa postiza su sobrino. -¿No me harías un babero con el trapo, por favor? Últimamente pierdo más comida de la que trago.

-Más de tres años -recogió una corola semipodrida del techo del parrillero Rabí. -Y no le pronosticabas ni seis meses.

-Che: qué rico está esto -cloqueó Pirín, reclamando otro bocado por señas. -Y mirá el brillo que empiezan a agarrar las magnolias. La verdad es que la estamos pasando muy superiormente, como decía Jerónimo en la sierra.

-La tuvo que violar -bufó de golpe el médico.

Abel pinchó un pedazo de riñón junto con una rodaja de baguette y después de embuchárselo al viejo ya muy babeado hubo un rato muy largo donde solamente se escucharon los grillos y el chirriar de las brasas.

-Así lo contó ella -tuvo que arrancarse la camisa Rabí. -Mi hermano se pasaba jodiendo con que en Atlántida ya era conocido como El Indecente Caballero Cardíaco y esa noche empezaron a besarse ahí en el living y de golpe la hizo caer trincada en la alfombra y no quiso usar condón.

-Tu hermano había entendido de verdad a Jesús -demoró en murmurar Santiago Rosso,  sacudiendo cómicamente la cabeza de pájaro.

-¿Y por qué no se lo dijiste a tus hijos? -le mordió una astilla milimétrica a un fósforo para usarlo como escarbadientes Abel.

-Es que eso no lo sabe ni Brenda.

-Joder -se sacó el babero el viejo. -A veces no hay más remedio que violarle la desesperación a la gente.

-¿Y usted no se animaría a contárselo a Brenda? -desvió una mirada culpable el doctor en dirección al chalé de al lado.

-Cómo no. Pero siempre que me tutiés, botija.
                                                                                      


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Dos domingos después Michita fue a la misa de doce de San Alejandro y al final le hizo una seña a Senel pidiéndole para charlar a solas en la sacristía, aunque no aceptó sentarse.

-Me imagino que conoce el Cristo Síndico -le empezó a resplandecer el rouge a la vieja acollarada como una torcaza mientras se ponía los lentes para rastrear una imagen en el teléfono.

-El Cristo Sindónico -la corrigió el párroco que ya no olía a cigarrillo.

-¿Lo conoce? Me lo acaba de compartir mi sobrino. Lo hizo un escultor español, con la asesoría de un equipo de científicos.

-Sí. Es muy famoso.

-Acá explican que los datos fueron tomados de la Sábana Santa de Turín. ¿Pero quién podía imaginarse que Nuestro Señor llegó a la cruz en ese estado, padre?

-Y además a Mel Gibson le vino bárbaro para hacer una Pasión taquillera.

-Uy, es cierto. ¿Sabe que recién ahora me doy cuenta que la película está inspirada en esta escultura? -se tapó la boca la mujer. -Y mire que yo tuve que ir a verla a escondidas, porque apenas empezaron a pasar la propaganda Pirín me dijo que no se puede hacer negocio con eso.

-Y tiene toda la razón.

-Bueno, pero aunque todavía no esté comprobado que la Sábana Santa sea auténtica uno se emociona mucho viendo al Señor así. ¿No parece una foto de lo que termina siendo el alma de cualquiera de nosotros?

-Eso es verdad -se miró disimuladamente el reloj Senel, como cuando calculaba los minutos que le iban quedando para redondear el mensaje iluminador durante una homilía. -La pena es que haya tanta gente que no quiera aceptarlo.

Entonces ella guardó el celular y los lentes en la cartera antes de sonreír con una timidez encandilante:

-Brenda me pidió si podía quedarme a acompañar a su padre de noche en el sanatorio. ¿A usted qué le parece?

-¿Y a su esposo quién lo cuida?

-Ella -pareció tintinearle la tercera orilla de la boca a Michita. -Nos intercambiamos los enfermos.

-Okey -se le aniñaron las facciones al párroco. -Se lo agradezco mucho.

-Espero que a él no le moleste.

-No le va a molestar.

-Mi esposito me contó que es un hombre muy bueno, y además los médicos de guardia y las enfermeras se confunden muchísimo. Hay que estar vigilando todo. Yo lo voy a llamar por teléfono esta tarde, para avisarle que le compramos dos piyamas y dos toallas con su mamá.

Y después que salieron de la sacristía se despidió agregando:

-Su tío Jerónimo escribió que lo que importa es tener pan en los ojos, ¿no es verdad?



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-Uf. Por fin el solcito -sacó la cara de la cámara del skype Poli para preguntar enfocando la ventana cobalto: -Y a qué hora lo operan.

-A las ocho de la noche. ¿Pudiste dormir algo?
                                                                                              
-Sí. Y soñé con ese Cristo que me compartiste. Una amiga mía vio la película y dice que es tal cual. ¿Y por qué carajo se le ocurrió a tu vecina que al marido le iba a hacer bien morfarse esa monstruosidad?

-Ella sabrá -suspiró Brenda. -Pero yo no me pude negar.

-¿Y Pirín es tan maniático que no acepta ver nada en un aparato perverso si no se lo mostrás vos?

-Bueno, la epifanía se la tuve que mostrar yo. ¿Qué te pasa?

Poli se acababa de tapar un ojo con la melena renegrida y el otro se le transformó en una especie de pozo de seda:

-Pa. Recién ahora me acuerdo que en mi sueño Cristo primero tenía la cara de Jerónimo y después la de Salinger.

-Y lo peor es que yo ni siquiera entiendo por qué te lo mandé.

-¿Sabés que hace poco releí Franny y Zooey en alemán? Y sigue siendo lo más grandioso que existe después del arroz con leche, como decía Jerónimo.

-Yo ya ni lo releo.

-¿Te enteraste que la hija de Salinger publicó un libro de memorias que se llama El guardián de los sueños? Y él estaba vivo, pobre.

-¿Pobre por qué?

-Porque parece que la mina cuenta cosas terribles sobre el padre.

-Sí, a mí también me comentaron algo -se hizo crujir las falanges casi con violencia la ex-actriz botticelliana. -Y no te podés imaginar cómo odio que los libros más preciosos sean tan distintos a los enfermos que los escribieron.

-No entiendo.

-¿Qué es lo que no entendés? ¿Qué si no idealizáramos a la gente no podríamos aguantar a nadie?

-Lo que pasa es que a vos te enseñaron desde chica que lo santo no existe.

-Andá a la mierda, Poli.

Entonces la guitarrista caminó hasta quedar recortada sobre el cielo de Viena y gritó mojadamente:

-¿Y quién pensás que soy yo? ¿La que aprendió a tocar de verdad viniéndose a vivir al culo del mundo o la minita histérica que no consigue novio porque cuando está estudiando no le da bola a nadie?

-No quise decir eso.

-¿Y tío Jerónimo quién es? ¿El autor de El romance de la corola de madera o el choborra que se suicidó cojiéndose a una sidosa para hacerla feliz?

Y como estaba de espaldas no pudo contemplar el odio homicida que durante un momento le acalaveró la belleza arrugada a su madre.



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Senel Rabí se chocó con Abel Rosso cuando salía del ascensor para comprarle agua mineral a su padre y terminaron sentándose a tomar un pomelo en la cantina del sanatorio.

-Esto es para el doctor Rabí -sacó del bolsillo un estuche turco con tapa redonda el hombre que se sentía orgulloso de parecerse a Cézanne. -Se la encargué expresamente a una alumna que acaba de recorrer Medio Oriente.

Y sacó de adentro un pedrusco con forma de corazón sonriendo como un chiquilín que acaba de conseguir una figurita sellada en el recreo:

-La señora me preguntó qué quería que le trajera de Jerusalén y yo le pedí cualquier lasca que encontrara tirada en el Monte de los Olivos.

-Mirá vos -levantó el souvenir con dos dedos el cura. -Y esto más bien parece un resto de edificación.

-Pero viste que está muy erosionado.

-Sí. Podría ser muy viejo.

-¿Te molesta que te haga una consulta teológica?

-Pero mirá que son ladillas los escritores, loco -se rio con ganas Senel mientras guardaba la reliquia en la baratija decorada para imantar turistas. -Viven sacándole el jugo a todo lo que se les pone adelante.

-Pero ojo que te voy a poner contra la pared de verdad.

-Dale, dale. No pregunto cuantos son sino que vayan saliendo, como les decía mi tío a los críticos cuando lo acusaban de hacer proselitismo místico.

-¿Vos sabés que Pirín piensa que Jesús sudó sangre en el Getsemaní porque le vino miedo de que la resurrección no existiese?

Entonces el sacerdote de cabeza rapada y ya casi completamente canosa se tanteó el bolsillo izquierdo de la camisa y no tuvo más remedio que zamparse otro vaso de pomelo sin respirar.

-Perdón -mostró los dientes con poca complacencia. -Este tipo de golpe bajo es de los que me hacen sentir necesidad de volver a agarrar el pucho.

-Yo sé que es una pregunta de mierda y que un verdadero cristiano está obligado a tratar de contestársela él mismo. Pero en mi caso lo tengo clarísimo y no pienso lo mismo que mi tío.

-Okey. Qué pensás vos.

-Que lo que horrorizó a Jesús fue darse cuenta de que la humanidad iba a seguir crucificando a Dios aunque él resucitara.

-Pero la humanidad precisaba ese regalo -levantó un brazo Senel para llamar al mozo.

-¿Y entonces por qué le pidió al Padre que lo librara de la crucifixión?

-Porque era un hombre y tenía la misma esperanza que siento yo cuando me imagino que algún día mi madre va a poder persignarse, por ejemplo. Aunque a uno le parezca que eso ya es imposible.

Y después que pagó la cuenta fue a comprar agua mineral al mostrador de la cafetería.

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