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JULIO HERRERA Y RESISSIG Y SU TERTULIA LUNÁTICA - NICOLÁS MAGARIL



¡Orgulloso europeo del siglo XIX, estás loco!
NIETZSCHE



CUARTA ENTREGA


En el ensayo titulado “El problema del modernismo en España, o un conflicto entre dos espíritus”, Pedro Salinas observa que el ejemplo culminante de ese tipo de poesía que yo llamaría de cultura, para diferenciarla de la poesía de experiencia, sea “Fiesta Popular de Ultratumba”, de Herrera Reissig (sic), donde se codean, en apretado espacio, el dios Eros y el poeta Lamartine, las Gorgonas y Cleopatras, la Reina de Saba y Voltaire, Petronio y Barba Azul. Esto supone que la poesía modernista es cosmopolita y universal. Al margen de esa división discutible entre una poesía de experiencia y otra de cultura, cuesta ver allí la realización positiva del cosmopolitismo y el universalismo. Hay algo desquiciado en el “codeo” de tantos nombres histórico literarios, más parecido en todo caso al surmenage de un bibliógrafo (aunque esto se agudice en la “Tertulia Lunática”, y aunque ese desequilibrio discurra siempre por el cauce esquemático de la métrica, es decir, como temática). En todo caso, representaría la ruptura del cosmopolitismo universalista. Poco después, la Gran Guerra vendrá a hilvanar en retrospectiva todas esas intuiciones dispersas de una conmoción general de la erudición europea. Ya se mencionó el argumento “venenoso” de la novela que lord Henry le regaló a Dorian Gray. En 1873, el mismo año en que Flaubert abandona Bouvard y Pècuchet y Rimbaud renuncia a la lírica moderna y al continente, Nietzsche escribe sobre los perjuicios de los estudios históricos para la vida. El poeta montevideano estaba más cerca de esa crisis de lo que él mismo suponía y de lo que suponen aquellos que ven anacronismos en cualquier verso medido. En una carta, penosa, de 1904 a su amigo Eduardo Fabini se quejaba: ¡Cuán lejos de Europa nos hallamos! Esta América es lo último, querido Eduardo! Más cerca asimismo de lo que suponía Miguel de Unamuno y Jugo, quien, en un comentario aparecido en “La Nación” (1906) del libro Palideces i púrpuras de Carlos López Rocha (que llevaba un prólogo de Herrera y Reissig, luego publicado independiente un par de veces y que es más bien un manifiesto), escribió lo siguiente: Lo que aquí en España ha desacreditado a los escritores hispanoamericanos, en especial a los poetas, es la deplorable frecuencia con que se nos vienen con cosas exóticas y librescas, con fantasmagorías seudohelénicas, tiquismiquis de psicologiquería bulevaradera y amenas superficialidades imitadas de lo no bueno francés. Y como no nos dan la impresión de América, ni menos la de Europa, los dejamos a un lado. Inconforme con dejarlo de lado, Unamuno precisa que en mi vida he leído un conjunto mayor de necedades y simplezas, disputándose el autor en verso, y el prologuista en prosa, a quien dice más tonterías. Cabe suponer el efecto que tendría en el prologuista en prosa esta bienvenida del vasco más famoso de las letras en el órgano de difusión más leído del Río de la Plata. Pero Herrera y Reissig consiguió un aliado en el viejo mundo: el bueno de Más y Pi.

Por otra parte, el interés de Pedro Salinas era compartido por varios escritores de su generación, que habían leído Los Peregrinos de Piedra, no las colecciones desmanteladas. Previsiblemente, fue la “Tertulia Lunática” la composición preferida. Rafael Alberti cuenta que un día Dámaso Alonso le consiguió el libro: como tenía que ser, escribió después, nos dominó el Herrera de “La  Torre de las Esfinges”, siendo sus principales entusiastas Gerardo Diego y yo. Luis Cernuda, por su parte, entiende que los versos de “Fiesta Popular de Ultratumba” son sólo reminiscencias librescas de otros, recogidas y amontonadas en una especie de baratillo literario. Sin embargo, luego de citar unas décimas de la “Tertulia Lunática” observa que tales contorsiones del idioma son cosas que el modernismo desconocía. Los del ‘27 y Herrera compartían además la misma devoción por la poesía de Góngora. Darío había aludido ya a su gongorismo renovado, y algunos pasajes de la conferencia de García Lorca sobre la imagen poética en las Soledades, pueden hacerse extensivos, mutatis mutandi, a nuestro poema: llevó el idioma a retorcimientos y ritmos inconcebibles para cabeza sana. Herrera y Reissig se anticipó casi tres décadas a aquel emblemático rescate tricentenario. La oscuridad del estilo de Góngora, había escrito, causa no sé qué extraño vértigo, y produce la rara embriaguez de una visión que cambia de forma a cada momento. Advirtió otros rasgos, mejor aplicables asimismo a su propio manejo del verso: modalidades aderezadas con efectismos, promiscuidad de vocablos de rimbombancia churrigueresca que saltan a la mente como muñecos elásticos de una caja de sorpresa, períodos angulosos en el estilo, (…) frases que son gestos de hipocondríaco. Si aprendió el hermetismo, la visión dinámica y casi narcótica o los malabarismos léxicos (incluso esa hiponcondría gestual que le atribuye), hay una diferencia básica, que sostiene a la ilusión barroca: el discípulo ha perdido la confianza en la gratuidad de la Belleza, en el Mito de la Poesía; de él no puede decirse, esta vez, aquello que dijo Lorca del maestro culterano: que transforma en mito todo cuanto toca. Asimismo, hay un eco lejano, si se quiere, de otro poema gongorino: el Primero Sueño. Pero si en relación al primero, Herrera había perdido la fe en el Mito (fe como la suspensión estética de la incredulidad), en relación a Sor Juana ha perdido su fe en el Método, el despertar humano, el triunfo de la luz y la salvación solar: de mil multiplicados / mil veces puntos, flujos mil dorados. El desenlace de ambos poemas no puede ser, en este sentido, más opuesto. [4] Se dijo más arriba que la metáfora de la linterna mágica justifica la estructura de la “Tertulia Lunática”. El Primero Sueño proclama, precisamente, la derrota de esa misma fantasmagoría:


Y del cerebro, ya desocupado,
las fantasmas huyeron;
y -como de vapor leve formadas-
en fácil humo, en viento convertidas,
su forma resolvieron.
Así linterna mágica, pintadas
representa fingidas
en la blanca pared varias figuras…


Herrera y Reissig extrae sus imágenes de algún lugar de la mente en el que se superponen y combinan estados de conciencia, modelos de belleza y, en rigor, cualquier residuo de la memoria literaria, barajada alegremente en beneficio de la rima. Como en otro impromptu, esta vez el de las pastillas, donde se ruega lo siguiente a una demonia tornasolada:


Haz que entre rayos celebre
Su aparición Belcebú,
Y tus besos de cauchú
Me sirvan de maravillas,
Al modo que las pastillas
Del Hada Parí-Banú!


Lo primero que llama la atención del poema es, tal vez, esas pastillas (y los besos de cauchú de la demonia, que tienen reminiscencias de brujería y, si no me equivoco, del quechua). Google informa que uno de los Cuentos de las Mil y una Noches se titula “Historia del príncipe Hamed y del Hada Parí Banú”. Previsiblemente, abundan en el relato los prodigios y objetos maravillosos: un tubo de marfil asiático con un cristal a cada extremo a través del cual se ve cualquier cosa que se desee, una alfombra persa que transporta inmediatamente al sitio donde se quiera ir, una manzana artificial de Samarcanda que cura con su aroma cualquier enfermedad, un elixir mágico de la Fuente de los Leones, un inmenso pabellón militar que cabe en la palma de una mano y al final un gnomo barbudo (hermano del Hada) que los termina matando a todos sin mayor inconveniente con su barra de hierro de quinientas libras. Pero nunca aparecieron las pastillas.


Notas



(4) La traducción del epígrafe completo es: ¡Ah, ah, desgraciado de mí! / ¿A qué tierra seré arrastrado, infortunado? / ¿Adónde se irá volando mi voz, en un arrebato? Está comprobado que Herrera y Reissig no sabía griego, lo cual hace más interesante el epígrafe: no tuvo tiempo para aprenderlo, pero para su propósito le bastaba la posibilidad, esa grafía. Hasta último momento, Los Peregrinos de Piedra iba a llevar un epígrafe general, también una frase en griego, sin indicación de autor, mal transcripta, pues no ha podido ser identificada todavía.

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