lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)


QUINCUAGESIMOQUINTA ENTREGA


CUARTA PARTE: EL CUERPO ENAJENADO: ENFERMEDAD, SALUD Y SEXUALIDAD


(14): LA LUZ DE LA SALUD Y LA SOMBRA DE LA ENFERMEDAD (1)



Larry Dossey

Ejerce como médico en Santa Fe., Nuevo México y es el autor de Tiempo, espacio y medicina (Ed. Kairós); Beyond Illness: descovering the Experiencie of Health Recoverng the Soul: A Scientific and Spiritual Search

En cierta ocasión, el poeta Gary Snyder señaló que sólo quienes son capaces de descuidar al planeta Tierra están en condiciones de trabajar por su supervivencia ecológica. Con este paradójico comentario subrayaba una cuestión que suele olvidarse con demasiada frecuencia: la estrechísima relación existente entre los opuestos, incluso entre opuestos tan extremos como la supervivencia y la muerte de nuestro planeta.

También extremos tan polares como la salud y la enfermedad se hallan indisolublemente unidos. Sin embargo, la creencia de que la enfermedad es el heraldo de la muerte, el presagio de la extinción personal, y de que, por tanto, debe ser extremada, se halla tan extendida que parece insólito sugerir siquiera la existencia de tal vínculo. Pero esta relación entre “opuestos” jamás desaparecerá. Impregna nuestros huesos, se infiltra en nuestra sangre, está arraigada en nuestra sabiduría colectiva, perdura todavía intacta en muchas culturas orientales y se halla presente entre nosotros a pesar de la sofisticada tecnología médica desplegada en las “cruzadas” internacionales emprendidas con la intención de erradicar definitivamente las principales enfermedades de nuestro tiempo dela faz de la tierra.

Hemos olvidado cómo pensar sobre la enfermedad. En realidad intentamos no pensar en ella y la expulsamos de nuestra mente hasta el momento del chequeo anual o hasta que contraemos alguna enfermedad. Nos decimos que para estar sanos hay que pensar sanamente y creemos que eso supone no pensar en la enfermedad. Huimos de la enfermedad y tenemos miedo de asistir al funeral de un amigo muerto, de visitar a un enfermo o de ir a la consulta del dentista, del internista, del médico de cabecera, del pediatra y del ginecólogo.

Pero es imposible no pensar en la enfermedad. Los resfriados comunes o la enfermedad de un amigo constituyen una especie de recordatorio continuo. La muerte esté urdida en el mismo tejido colectivo de la estructura social. Por más que lo intentemos jamás podremos eliminar totalmente la presencia de la enfermedad.

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