jueves

DISCURSO EN ELOGIO DE ALCIDES DE MARÍA - JULIO HERRERA Y REISSIG (3)


Discurso pronunciado en el Cementerio del Buceo en 1909, en el acto de colocar la lápida conmemorativa que los amigos y discípulos del trovador Alcides de María le dedicaron en el primer aniversario de su muerte.


¡Cuánto suda el alma para una expresión! Y una expresión es a veces toda el alma, toda la vida, un viaje a través de todos los dolores, de todas las embriagueces, de todos los círculos de la filosofía, de todos los universos de la conciencia.

Lo simple, -en las grandes literaturas, -lejos de ser lo trivial y lo fácil, es lo complejo simplificado, es la cristalización de la noche en síntesis luminosas. Tal como sueña un filósofo: Es la fina gota de agua que cae de la nube y que ha tenido necesidad para formarse, de todas las profundidades del cielo y del Océano.

Así en los ranchos más recónditos del Uruguay y de la pampa Argentina, se recuerda su nombre de Poeta y todos cantan sus décimas melodiosas más dulces que el burucuyá del monte y que las salutíferas lechiguanas, lo que prueba cuando es amado y comprendido, por aquellos mismos que las inspiraron.

Yo también, -sacerdote del Templo imperecedero de la humanidad que sueña, del más espiritual y gallardo de los templos, del único, inconmovible y augusto, de las Cien Torres en éxtasis y de las mil ventanas en expectativa, -cuyo reloj marca la hora azul de la Inmortalidad y cuyas campanas trascendentales repercuten hasta las estrellas, yo también rezo mi responso lírico de homenaje en gloria y gracia por un Hermano invisible, que no se ha ido, que no se podría ir, que no se irá jamás de nuestro lado, -que vive y perdurará y está presente y consubstanciado en nosotros mismos, que nos mira con el ojo obsesionante y abismáticamente hipnótico desde el fondo de nuestras almas, que es el eco de nuestras reminiscencias y la sombra de nuestra vida pasada; cuyo aliento tibio nos quema el rostro, desde las páginas de sus libros bien suyos -como el flúido de una casa que fue habitada por un sér querido, al desplegar las puertas para entrar en ella; -cuya substancia íntima, cuya esencia inmortal -en flores de arte y en efluvios de honda supervivencia, -satura y electriza la receptividad de nuestro mundo interno-, -porque, señores, nuestras formas de arte, nuestros sudores de luz, nuestros poemas sacros, los pensamientos, los vocablos, las sílabas, los borrones, las cosas más insignificantes, el papel que ha mordido vuestra pluma en la fiebre inspirada del Vértigo, -las reliquias sanguinolentas de nuestro Calvario, -todo eso es más que un rito estético, que un enser piadoso, que una creación autónoma y materialista, -sin más gesto, ni más espíritu, ni más entidad consciente, que el significado cerebral que le infundió aliento de Arte y la emoción que evoca al señorear las multitudes anónimas, en el comercio interpretativo de los ambientes. Esos poemas, esos mármoles, esos sueños corporizados en plenitudes eurítmicas, ese patrimonio viviente del pensamiento y de la sensibilidad -tienen una vida, un corazón, una voluntad, un alma propia, -miran, sienten, interrogan, piensan, escuchan, -y ese yo, y esa volición, y ese espíritu, y ese cuerpo fatídico, fue formado, fue engendrado por nuestra vida, por nuestro amor hacia ellos, -bajo un relámpago de milagro, en la vorágine morbosa del fuero interno, con el ansia casi mística de los Desconocido, en el beso espasmódico del Númen explorador, ebrio de Multiformidad y de Belleza, a la Musa esquiva de lo Increado, que niega el vaso de agua reparadora al sitibundo Tántalo que allega el labio enjuto…

¡Oh, sí, señores; -os lo aseguro, esos versos, esas melodías, eso signos que gesticulan, suspiran, retozan y ríen o lloran o bailan- somos nosotros mismos, son nuestras propias almas sub-divididas en otras almas minúsculas, que reflejan el mismo sentimiento y el mismo carácter, -semejantes en un todo al alma generadora, -como los millares de trozos rutilantes de un espejo, son otros tantos espejos, -hijos, substancia, calidad y vida, del cristal que se dió en pedazos al estrellarse para animarse en otros espejos!

Ley suprema -señores- de solidaridad incontrastable, corolario armónico de sana filosofía, evangelio divino de altruismo y de amor cristiano, -por la que en virtud de póstumas transmigraciones y ensambladuras íntimas, -los seres y los espíritus, las vibraciones y los perfumes y las cosas y los flúidos -se unen, se compenetran y se precisan -a través de la Vida y de la Muerte; ley que vincula las almas a las almas, quemodela el pensamiento de todos con el pensamiento de uno y que integra relpensamiento de uno con el pensamiento de todos. -Ley de correspondencia y de mutua eufonía, de espiritualización pitagórica y de gravitación molecular. Platón completado por Newton. El cerebro ratificado por el Astro. El Evangelio y la Astronomía. El corazón y la Ciencia. Los números y las lágrimas. Las matemáticas y los versos. El alma y la fuerza. La moral y la física. El amor y la Inmortalidad. Y Dios en el centro de todo.

Así -como entre las almas- la substancia cósmica de un planeta es atraída y se agrega a la de todos los demás núcleos astrales, en imantaciones amorosas de Vida recíproca y de Dinámica creadora.

Por eso es que todo sigue viviendo. Y todos resucitamos apenas morimos -en la continuidad del afecto, de la integración hermética del flúido vital, por el vínculo fecundo del pretérito, que es el presente y que será el porvenir, por las afinidades correlativas de los caracteres, por la segregación de fuerzas biológicas y por el intercambio vivo de emanaciones sub-conscientes, que permanecen obscuras y escapan a nuestros sentidos, -por la herencia de Arte, imantada de subjetividad y de santo amor, que es la prolongación de nuestra esencia activa, -y quién sabe, señores, si por una colaboración invisible de ultra-tumba, en la luminosidad integral del espíritu -por la vibración sujerente del Pensamiento, en la suprema convivencia íntima de la personalidad abstractiva.

Así en presencia luminosa de vuestra gran alma que preside esta asamblea, ¡oh Poeta bueno! Sabed, que como blasón emblemático de su prestigio, Teócrito evoca grillos, Silvanos Anacreonte, buitres Esquilo, sátiros Horacio, corderos Virgilio, palomas blancas Petrarca, águilas Víctor Hugo, murciélagos Baudelaire, ibis Leconte de Lisle, cuervos Edgard Poe, Gustavo Becker golondrinas, y ruiseñores Enrique Heine. Sobre vuestra lápida rememorativa cantarán los pájaros ariscos de la tierruca: los zorzales y las calandrias, las viudas y los chajás, los benteveos y los chingolos, los caranchos y los teru-teros, en extraño consorcio con las brisas de la sierra y con el pampero inaudito, en una tetralogía salvaje de apoteosis póstuma, bajo las cuatro lágrimas de la Cruz del Sur.

Señores; Espíritud imortales.

He aquí que la sanción del Tiempo se adelanta por mi mano -en nombre de Apolo- y descorre este velo piadoso, como la noche sobre un astro: y amanece un nombre en la Historia: “Alcides De-María!”

He dicho.

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