jueves

DISCURSO EN ELOGIO DE ALCIDES DE MARÍA - JULIO HERRERA Y REISSIG (1)



Discurso pronunciado en el Cementerio del Buceo en 1909, en el acto de colocar la lápida conmemorativa que los amigos y discípulos del trovador Alcides de María le dedicaron en el primer aniversario de su muerte. 

Señores: En nombre de un grupo excelso de paladines de la Ciencia y de sensitivos del Arte, que aspiran al aire hermano de la gran Ciudad del Sur: médicos y poetas, periodistas y dramaturgos -de esa pléyade ilustre de ciudadanos de la gran patria del Pensamiento, -de esa gran patria humana, sin código y sin fronteras, que limita con Dios, a orillas de lo Inaccesible y en la margen de la Eternidad, -en nombre de todos esos condecorados del Númen erudito, en cuyas frentes adelantadas -proras del Futuro- Minerva ciñó el conspicuo arrayán verde y en cuyos corazones sonoros, Polymnia ciñó el delgado alambre lírico del Sentimiento, -saludo al recuerdo del viejo león patricio de melenas gauchas, Acides de María; al abuelo agreste de las veladas pintorescas de nuestras viviendas criollas, al pié de nuestros ombúes nativos y en torno de los hogares campesinos, encendidos con leña de mataojo y de espinillo, -al rapsoda ingenuo de la Épica vagabunda y bravía, erizada de tacuaras y de uñas de gato, de pitas y de macachines, de abrojos charrúas y de espinas de tala; de la epopeya ecuestre del facón y del trabuco, del poncho patrio y de la media luna, de lanza matrera y boleadoras indias; saludo al Hombre criollo de nuestra Odisea desmelenada; de nuestra Odisea con labios púrpuras de margarita y mejillas de aterciopelado laurel-rosa; de nuestra Odisea china, vestida de percal y de zarazas -limpia y almidonada- de larga trenza recogida en gráciles moños multicolores y frisada con claveles de llama y con cedrones de los jardines, -de nuestra Odisea casi romántica -asomada el Domingo a la puerta del rancho de adobe y reclinada -bajo del crepúsculo- en la tranquera de ñandubay, en espera del prometido, que sueña… de nuestra Odisea con perfumes de trébol y de aroma, de menta y de toronjil, de hierba buena y de cedrón; Saludo, señores, al recuerdo familiar de nuestro Bión campuso de la guitarra florida, con cinta celeste y roja, filigranas de nácar, de la guitarra solariega de las citas en la media noche y de las rondas en la pulpería, de las serenatas al claro de luna, de los pericones y de los malambos; de la vieja guitarra andariega y bohemia; de las versadas en contrapunto y de las cifras quejumbrosa, bajo el alero; de la zumbona vihuela del pago, que es la lira de nuestro Olimpo y la ronca cigarra de nuestra Arcadia cimarrona, -saludo al bardo de las sabrosas Bucólicas a la intemperie, en el mimo madrugador de nuestros campos, de las bucólicas del churrasco gordo y de los chicharrones dorados, de las tortas fritas y de las empanadas de fruta, del mate amargo y de la suculenta mazamorra; de las bucólicas pampeanas, vividas fraternalmente sobre cabezas de vaca o en cuclillas alrededor de las brasas, entre las faenas heráclitas del “rodeo” y en los puestos de invernada, en las trillas canarias y en las sierras bíblicas, en los bailes rusticanos y en los velorios lenguaraces, en las “tabas” y en los “con cueros”, en las carpas de la guerra montera y en el aleluya siniestro de los “vivacs”,,,

Saludo al Mosco de las Bucólicas genuinas, al chisporroteo doméstico del “Fogón”, al son del chillido monótono de las pavas y del glu-glu de la olla rezongona en la vieja cocina hospitalaria, ennegrecida por los candiles de sebo y por los rajos de coronilla seca y de chal-chal.

Saludo al recuerdo grato del Cantor, por excelencia, de nuestra Égloga sentimental, saturada de sulfuros de siembra y de yodos marinos, de la Égloga curtida de sol y de salitres, en el abanicazo de los Pamperos salvajes; de la Égloga de ojos verdes como nuestros bosques y nuestros esteros; -que se despereza desnuda en las márgenes de los ríos paternos y sonríe al éxtasis de nuestro cielo de Niza, bajo la barba israelita de los sauces; saludo al Virgilida de las pastoriles hirsutas, de chiripá cribado y nazarenas estridentes, de las pastorales retozonas y locuaces, que cabalgan el potro legendario de Fausto y de Santos Vega, con rutilante apero chapeado en oro, desplegando blondas y encajes al ritmo brioso de un escarceo!

Nadie como Alcides de María, intensificó las notas del ambiente, penetró con más gallarda agilidad en la psique de la razón amazona, esculpió el relieve psicológico del aborigen caballeresco, animó los perfiles, los lineamientos, el plasma aventurero, y los claro-obscuros de su idiosincrasia tumultuosa, la periferia rural y la lealtad en el fondo de su espíritu inconsútil, vagamente idealista, y apasionado de la Libertad.

Nadie como él moldeó el escorzo romántico de su bizarra hidalguía y de su empuje pelasgo, en el dibujo rígido de su varona salud de Teseo y en el gesto primario de su aurora étnica, semejante al de aquellos bandidos hidalgos a quienes Schiller dio vida imperecedera en los bajo-relieves del Poema inaudito. Por eso vive, por eso vivirá, como una síntesis, como una personificación, como un emblema, como el mito áspero de una primavera bárbara y de un idilio ancestral, en el friso ecuménico de la Gloria.

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